Mensaje de Julio 2018 – 8
Mis queridos jóvenes:
Os saludo en el nombre del Señor Jesucristo y pido que sus bendiciones, amor y dirección sean sobre vosotros en abundancia.
Separación de la luz de las tinieblas
En esta ocasión meditaremos sobre el texto de Juan 12:36, “Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz” (Mientras no se especifique otra versión, la que usamos en este escrito es la Reina-Valera 1960).
La luz es una forma de energía que ilumina las cosas, las hace visibles y se propaga mediante partículas llamadas fotones, en otras palabras, la luz nos permite ver lo que nos rodea. Hay diferentes fuentes de luz: La natural y artificial.
La luz que proviene del Sol es la principal fuente natural para la Tierra; mientras que la luz de una bombilla, de una vela, de una lámpara de aceite, etc., son artificiales. Es imposible concebir la vida moderna sin la energía eléctrica. Desde la invención de la bombilla, los hábitos y costumbres de las personas cambiaron completamente.
A nivel espiritual la luz es de vital importancia porque Dios es luz y mora en la luz (1 Tim. 6:16) “y la luz mora con Él” (Dan. 2:22). David reconoció esta verdad cuando dijo: “Tú eres mi lámpara, oh Jehová, mi Dios alumbrará mis tinieblas” (2 Sam. 22:29). Jesús se presenta como la luz del mundo (Jn. 8:12; 9:5) y para eso se encarnó, para que todo el que cree en él no permanezca en
tinieblas (Jn. 12:46). La luz y las tinieblas no tienen comunión (2 Cor. 6:14). En la eternidad, cuando haya sido destruido Satanás y los impíos, ya no habrá más oscuridad, tampoco tendremos necesidad de alumbrarnos artificialmente ni con luz solar, porque el Señor Dios nos iluminará (Apoc. 22:5). La oscuridad es símbolo de misterio, caos, desorientación, negatividad, injusticia, dificultad y aún dolor y muerte; así como la luz proviene de Dios (Gén 1:3), la oscuridad proviene del enemigo (Col. 1:13). La luz es símbolo de vida, amor, verdad, justicia, seguridad, estabilidad y triunfo.
La luz de la Palabra de Dios
La Biblia habla de la luz desde los primeros versículos de Génesis y por regla general, se relaciona con la obra salvífica de Dios. Una persona que vive en la luz, es alguien que conoce la verdad y vive esa verdad, porque la verdad proviene de Dios y la verdad está contenida en la Biblia, que es la Palabra de Dios: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105).
La estabilidad emocional, seguridad y felicidad de cada ser humano depende del uso que haga de esa luz. Significa, queridos jóvenes, que si se rechaza la revelación de las Escrituras y no somos guiados por ellas, andamos en tinieblas y padeceremos con seguridad enfermedades espirituales.
Cuando nos privamos de la luz solar sufrimos carencia de vitamina D, muy necesaria para el organismo, esta se absorbe por la piel y se sintetiza mejor que la que recibimos a través de alimentos y suplementos. Una carencia de la misma nos expone a sufrir enfermedades crónicas de los huesos, del corazón, diabetes, esclerosis múltiple y hasta cáncer de próstata. De la misma manera, cuando no permitimos ser alcanzados por los rayos de luz de la Palabra de Dios, sólo cabe esperar que languidezca nuestra alma.
Jesús enseñó también que la Palabra de Dios es el pan de vida y que tanta falta hace el pan físico como el espiritual (Mat. 4:4). Así es que necesitamos imperativamente, porque así lo ha determinado el Creador, luz y buena comida para estar sanos físicamente y la luz y el pan que dimanan de la Palabra de Dios para nutrir nuestra alma, nuestra psique, nuestra mente.
Lamentablemente no lo entienden muchas personas, inclusive cristianos, porque descuidan sus biblias y no están familiarizados con su contenido. Esto no es algo agradable, nos debe
dar tristeza y pesar que el enemigo se haya salido con la suya logrando que los que nos llamamos hijos de Dios y seguidores del Señor Jesucristo, antepongamos las cosas de este mundo a las cosas de Dios, que son eternas. Quiero compartir algo con vosotros. Arriesgando la vida por la luz En nuestros días poseer una Biblia en los países occidentales es lo más normal del mundo, nadie es censurado, perseguido o llevado a prisión portenerla o leerla. Cada vez más la Biblia llega a muchas partes del mundo en mayor cantidad, aún en aquellos países donde el cristianismo está rohibido. Si no estamos familiarizados con nuestras biblias es porque no lo deseamos, porque es sumamente fácil conseguir un ejemplar, aún gratis.
De las aproximadamente 6900 lenguas vivas que existen en el mundo, La Biblia se ha traducido completa a más de 550 de estas lenguas y el Nuevo Testamento a más de 1.400 lenguas. He tenido la oportunidad de conseguir la Biblia en valenciano que es la lengua de mi ciudad natal en España, por citar un ejemplo. Me han regalado biblias en muchas lenguas europeas y aún en árabe.
Viajando por Latinoamérica, Asia y África, he podido tener en mis manos biblias en los distintos idiomas y dialectos locales, algunas muy antiguas. Aunque todavía faltan traducir muchas lenguas, el esfuerzo que se ha hecho es admirable y millones de personas pueden leer en su lengua, o al menos en alguna que comprenden, la revelación de Dios a la humanidad.
Pero esto no siempre fue así, nosotros somos privilegiados. En la época antigua se declaró la guerra a aquellos que poseían una Biblia o fracción de la misma. En Europa muchos murieron por amar la luz contenida en la Palabra de Dios. El valor de Tyndale, Luthero, Louis Segond, Jerónimo, Valera, Reina, Erasmo, Wycliffe y cientos más, radicó en que se esforzaron para que las
páginas sagradas de la Biblia, pudieran brillar en la lengua de sus pueblos y naciones. Sus traducciones pusieron a disposición de la gente común el mensaje más bello y trascendental que jamás se haya dado en este mundo. Muchos de ellos arriesgaron sus vidas y hasta las perdieron, pero dejaron un legado de inestimable valor. ¿Realmente le damos importancia a esto?
Abrazando la luz
Queridos jóvenes: El texto de introducción nos invita a creer en la luz ahora que la poseemos, a fin de que podamos ser “hijos de la luz” y no de las tinieblas. ¡Qué gran bendición poseemos hoy los cristianos modernos que podemos tener la Biblia y estudiarla cuando queremos! En muchos lugares la puedes comprar hasta en los supermercados. Y pensar que hubo un tiempo no tan lejano en el que la gente moría por poseer una Biblia y leerla. Me viene a la mente el caso de Julián Hernández, nacido en Castilla (España), quien llegó a ser uno de los mártires de la Reforma Protestante del siglo XVI. Se le conocía con el apodo de “Julianillo” porque era de baja estatura. Trabajó en Alemania y en los Países Bajos y allí aprendió el oficio de cajista de imprenta. Esto fue una
gran bendición para Julianillo porque conoció la Reforma a través de los escritos de Lutero y otros reformadores y colaboró en la impresión de las primeras biblias traducidas al alemán.
Julianillo deseaba compartir con sus compatriotas las buenas nuevas de salvación en una época en que el oscurantismo se había apoderado de la Península Ibérica. Para salir de este hoyo oscuro y profundo, había que colocar en las manos de la gente los escritos que contenían la verdad de Jesús. Fue así como ideó el plan de introducir ejemplares del Nuevo Testamento en español, escritos de los reformadores y otros. Esto era muy arriesgado, porque la Inquisición perseguía y quemaba en la hoguera a aquellos que trasportaran o que poseían los escritos que contenían los rayos de luz. Julianillo adoptó el oficio de vendedor de telas para que su verdadera misión no fuera descubierta. Así fue como cumplió su alta vocación de iluminar las mentes de los españoles que habían abrazado la verdad. Buscaba grupos de protestantes ocultos y les llevaba el pan de vida así como noticias de la hermandad. Un escritor católico escribió en su libro “Historia de la Compañía de Jesús en Sevilla”, aludiendo a Julianillo: “Con increíble habilidad, encontraba entradas y salidas secretas, y el veneno de la nueva herejía se divulgó con gran velocidad por toda Castilla y Andalucía”.
Una de las personas a las que le regaló un Nuevo Testamento, lo delató a las autoridades, pero logró huir. Posteriormente una mujer a la que Julianillo le predicó, lo denunció a los inquisidores, pero aunque huyó fue atrapado y encerrado en una cárcel en Sevilla. Los que decían ser pueblo de Dios y protectores del legado de la Palabra de amor, torturaron cruelmente a Julianillo. Dice la historia que le desarticularon la mayoría de sus miembros en el “potro” y posteriormente lo quemaron vivo. Ocurrió en diciembre de 1560.
Parecería que los terribles torturadores se habían salido con la suya y que la voz del humilde Julianillo se había acallado para siempre. Pero no fue así, sino que la semilla que había sembrado dio su fruto. Resulta que Julianillo dejó escondidos en un convento algunos ejemplares del Nuevo Testamento. Algunos monjes los encontraron y leyeron; esto ocurrió en el Monasterio de San Isidoro
del Campo, en Sevilla. La luz de las páginas sagradas atravesó el corazón de los monjes Cipriano de Valera, Casiodoro de Reina y otros. Estos tuvieron que huir de España para buscar refugio en tierras seguras. Casiodoro de Reina tradujo la Biblia al español y posteriormente fue corregida por Cipriano de Valera.
Esta Biblia es la que uso hoy para auxiliarme a la hora de escribir estas líneas. Es conocida esta versión como la “Biblia Reina-Valera” y ha llevado en el mundo hispano a miles y miles de creyentes a los pies de Jesucristo. Vemos que el trabajo, el sacrificio y la muerte de Julianillo no fue en vano. ¡Qué maravillosa es la luz del Evangelio! Miles estuvieron dispuestos a morir para percibir aunque fuera uno solo de sus rayos.
Queridos jóvenes, os animo a extender vuestra mano de la fe para recibir gratuitamente la luz poderosa de la verdad. Hacedla vuestra, andad en ella, disfrutad el mensaje de Jesús, compartidlo. No habrá nada que os satisfaga más en este mundo que vivir en la luz. Os sugiero que habléis en vuestra reunión sobre el esfuerzo que han hecho tantas personas para llevar el mensaje de la cruz a otras almas y lo que estáis dispuestos a hacer cada uno de vosotros con la luz que el cielo os ha regalado. Que el Señor os bendiga. Amén.
José Vicente Giner
Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General