Objetivos:

  1. Saber que no todos los pecados son iguales a los ojos de Dios.
  2. Entender que no estamos en capacidad para conocer el corazón humano.
  3. Tomar conciencia que sólo Dios conoce el corazón y él es el único que sospesará el pecado y su magnitud.
  4. Descubrir qué es lo que más ofende a Dios en cuanto al pecado.
  5. Ser invitados a no manifestar el orgullo en nuestra vida.

Introd.

  1. ¿Son todos los pecados iguales a los ojos de Dios? Parece ser que sí. El pecado es trasgresión de la ley (1 Jn. 3:4). Todo pecado produce la muerte espiritual (Rom. 6:23).
  2. Pero si tenemos en cuenta lo que enseña la Biblia, no son todos los pecados de igual magnitud, y eso depende de varios factores.

I. DIOS VE EL CORAZON EL HOMBRE NO

  1. No queremos decir que hay pecados graves y pecados que no afectan la vida de fe. Todo pecado es una ofensa grave a nuestro Hacedor.
  2. Pero Dios juzga según el corazón, lo que hay en la mente del hombre y no sólo el acto exterior. Eso es lo que explica que David fuese perdonado a pesar de su grave pecado. Ananías y Safira cayeron muertos a pesar que humanamente hablando hicieron algo menos grave que David.
  3. El hecho que habrá sorpresas en el cielo, indica que el juicio humano es falible. Nos equivocamos fácilmente cuando juzgamos a una persona, porque sólo podemos ver lo exterior, Dios ve lo interior. Jesús nos exige que no juzguemos a nadie (Mat. 7:1).
  4. Samuel ve al primer hijo de Isaí y piensa en su corazón que es el hombre ideal para ser el futuro rey de Israel, pero Dios le aclara que se está dejando llevar por las apariencias, y que aquel hombre no era el elegido por Dios para ser rey, porque carecía de los rasgos necesarios para ocupar ese puesto.
  5. Tal vez consideremos que una pequeña mentira para nosotros no tiene importancia, pero para Dios puede revestir mucha gravedad y tener conse–cuencias terribles. Ananías y Safira es una muestra de ello: “Decidieron de–liberadamente vender la propiedad, y pretender dar todo el producto al fondo general, cuando en realidad se guardarían una buena parte para sí mismos. Así se asegurarían el derecho de vivir del fondo común, y al mismo tiempo ganarían alta estima entre sus hermanos“ (Hechos de los Apóstoles, 59).
  6. “Su pecado fue castigado con un juicio rápido y terrible“, dice el Espíritu de Profecía.
  7. El caso del Faraón en el tiempo de Moisés es una demostración de las consecuencias de una mentira. Según Éxodo 8:28-32, Faraón promete a Moisés que dejará ir al pueblo hebreo a presentar sus sacrificios al desierto, con tal que desaparezca la plaga de moscas. Moisés oró, la plaga cesó, pero la Biblia dice: Mas Faraón endureció aun esta vez su corazón, y no dejó ir al pueblo“ (Éx. 8:32).
  8. Por la mentira del Faraón y su actitud vinieron más plagas y fueron más graves, haciendo sufrir a toda una nación. Dios tiene en cuenta aspectos que nosotros no podemos ponderar, como la intención, el grado de degradación de la persona, la genética, el peso de la educación y otros factores.
  9. Es verdad que el pecado es pecado y eso no se discute, y que todo pecado es abominable a los ojos de Dios porque es contrario a su naturaleza santa. Pero también es cierto que hay personas que pecan a un nivel que ya no hay camino de retorno.

II. NO TODOS LOS PECADOS SON IGUALES PARA DIOS

  1. “No todos los pecados son de igual magnitud delante de Dios; hay diferencia de pecados a su juicio, como la hay a juicio de los hombres; sin embargo, aunque este o aquel acto malo puedan parecer frívolos a los ojos de los hombres, ningún pecado es pequeño a la vista de Dios. El juicio de los hom–bres es parcial e imperfecto; pero Dios ve todas las cosas como realmente son“ (El Camino a Cristo, pág. 28).
  2. ¿Por qué no son iguales? Porque Dios ve todas las cosas como realmente son. Ningún pecado es pequeño a la vista de Dios. Los hombres minimizamos ciertos pecados por la razón que a nivel social están mal vistos.
  3. La tradición, la costumbre, las leyes sociales, la opinión de la mayoría, pueden hacer aparecer un pecado como algo sin importancia, como por ejemplo el abortar un bebé de forma provocada.
  4. En los países donde la ley permite la interrupción intencional del aborto, se llega a considerar algo normal interrumpir el embarazo que produce la muerte y expulsión del feto. Los que aprueban esta ley argumentan que el ser que está en el seno materno es como un proceso biológico y no un nuevo ser humano, diferenciado de la madre.
  5. Así ocurre también con otras prácticas sociales que son pecados terribles a los ojos de Dios, pero que la gente llega a considerar algo normal. La “normalización“ del pecado en nuestras sociedades, provoca una deformación de la voluntad divina trasmitida por la revelación y hace que la gente vea el pecado de forma distorsionada, hasta el punto de llamar “bueno”  a lo malo y “malo” a lo bueno.
  6. Así también se puede ver afectada la visión del cristiano que vive inmerso en esa realidad social. La inmoralidad, el consumismo desenfrenado, la soberbia, la envidia, la ira, la avaricia, el orgullo se manifiestan poderosamente en nuestro medio.

III. UN PECADO QUE OFENDE ESPECIALMENTE A DIOS

  1. Este último pecado, el orgullo, cierra el corazón a Cristo, tal y como nos dice el Espíritu de Profecía: “El borracho es detestado y se le dice que su pecado lo excluirá del cielo, mientras que el orgullo, el egoísmo y la codicia pasan muchísimas veces sin condenarse. Sin embargo, estos son pecados que ofenden especialmente a Dios; porque son contrarios a la benevolencia de su carácter, a ese amor desinteresado que es la atmósfera misma del universo que no ha caído. El que cae en alguno de los pecados más groseros puede avergonzarse y sentir su pobreza y necesidad de la gracia de Cristo; pero el orgullo no siente ninguna necesidad y así cierra el corazón a Cristo y a las infinitas bendiciones que él vino a derramar“ (El Camino a Cristo, págs. 28-29).
  2. El orgullo es un exceso de estimación o confianza propia, y según observa el Diccionario, suele conllevar un sentimiento de superioridad. Sinónimos de orgullo serían: Arrogancia, vanidad, soberbia, endiosamiento, etc.
  3. “Hoy día el mal que provocó la caída de Pedro y que apartó al fariseo de la comunión con Dios, está ocasionando la ruina de millares. No hay nada que ofenda tanto a Dios, o que sea tan peligroso para el alma humana, como el orgullo y la suficiencia propia. De todos los pecados es el más desesperado, el más incurable“ (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág, 119).

IV. SUPERANDO EL ORGULLO

  1. Es de suma importancia pedir a Dios que nos muestre nuestros pecados, aun aquellos que no vemos, especialmente si albergamos orgullo en nuestro corazón.
  2. Este es el pecado del diablo: “Tu belleza te llenó de orgullo; tu esplendor echó a perder tu sabiduría“ (Ez. 28:17). (DHH), y no nos quepa la menor duda que tratará por todos los medios de transferirnos este atributo a cada hijo e hija de Dios.
  3. Cuando manifestamos orgullo estamos reflejando el carácter del diablo, el archiengañador; mientras que cuando revelamos amor, simpatía, tolerancia, respeto, perdón, obediencia a la Ley del Creador, humildad de corazón, estamos reflejando la imagen de Dios en nuestra vida.
  4. No es fácil reconocer el orgullo en uno mismo, de hecho, el propio orgullo nos lo impide. Por eso debemos depender de Dios cada día y hacer un examen de conciencia profundo para descubrir con la ayuda del Espíritu Santo las faltas que nos son desconocidas como hacía David (Sal. 19:12).
  5. Nadie sino Dios puede subyugar el orgullo del corazón humano. No podemos salvarnos a nosotros mismos. No podemos regenerarnos a nosotros mismos. En los atrios del cielo no se cantará ningún cántico que diga: “A mí que me he amado, que me he lavado, que me he redimido a mí mismo, a mí sea tributada la gloria, la honra, la bendición y la alabanza”. Sin embargo ésta es la nota tónica del cántico que muchos entonan aquí en este mundo. No saben lo que significa ser manso y humilde de corazón; y no se proponen saberlo, si pueden evitarlo. Todo el Evangelio consiste en que aprendamos de Cristo, su humildad y mansedumbre“ (Testimonios para los Ministros, pág. 456).
  6. “Jesús murió para hacernos un camino de salida, a fin de que pudiésemos vencer todo mal genio, todo pecado, toda tentación y sentarnos al fin con él“
    (Joyas de los Testimonios, Tomo 1, pág. 43).
  7. Cualesquiera que sean las tendencias al mal, que hayamos heredado o cultivado, podemos vencerlas mediante la fuerza que Dios está pronto a darnos“ (La Temperancia, pág. 100).

Conclusión

  1. Albergar orgullo es muy peligroso para la persona, porque es la antesala del pecado contra el Espíritu Santo, querido joven. Si este pecado es no quererse arrepentir y si el orgullo cierra el corazón a Cristo y a su verdad, hay muchas posibilidades de terminar cometiendo el pecado imperdonable (Mar. 3:29).
  2. Dios desea que cada hijo suyo manifieste la gracia de la humildad en su carácter, porque el que se humilla será ensalzado (Luc. 14:11). La humildad fue la tónica dominante en la vida de nuestro Señor Jesucristo. Él “siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos“ (2 Cor. 8:9). (DHH). “…se despojó a sí mismo tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres“ (Fil. 2:7). (LBLA).
  3. Si Cristo hubiese albergado una pizca de orgullo, nunca podría haber sido nuestro Salvador. Su amor inconmensurable le motivó para venir a esta tierra a rescatarnos y desea, de forma especial, eliminar de nuestro corazón el orgullo. ¿Le dejarás, querido joven? Que así sea.

© José Vicente Giner