Joven ¡Levántate!

Agosto 2022

Mis queridos jóvenes:

Elí, el sumo sacerdote, estaba sentado cuando recibió la noticia que habían capturado el arca y que sus hijos habían sido muertos en una batalla contra los filisteos. Le dio una impresión terrible, cayó hacia atrás y se desnucó muriendo en el acto. Jonás se había tumbado en el fondo de la nave cuando se desató una terrible tempestad en el mar que amenazaba con hundir la embarcación. Elías, al ser amenazado por la reina Jezabel, se escondió y tumbado en el suelo deseo morir. Así podemos presentar otros personajes bíblicos, todos ellos con un común denominador: Se quedaron estáticos, estaban como paralizados, todos deciden asumir que su posición de inactividad es mejor que seguir adelante.

Tumbarse es decidir permanecer en la inactividad

La vida cristiana es una vida de servicio dinámico, no podemos servir un día y pasar dos en la inactividad. No podemos ser espirituales una semana y pasar otra viviendo como si Dios no existiera. No podemos ser adventistas del séptimo día y los otros seis días romper nuestra relación con el cielo. La inactividad en la vida de fe es la muerte del creyente. Pero lo peor es que muchos que viven vegetando a nivel espiritual no se dan cuenta de ello o no quieren darse cuenta. En el caso del sacerdote Elí, la historia nos presenta que no tuvo el valor de reprender a sus hijos cuando éstos actuaban mal, el resultado es que se fueron endureciendo en sus pecados, hasta el punto de que deshonraron a Dios y por su culpa se perdió el arca. Elí debía haberse levantado de su silla en la que probablemente se sentaba siempre en vez de ir a mostrar a sus hijos sus errores. Pero no lo hizo y no se pudo levantar nunca más, murió.

Jonás tenía la costumbre, como lo vemos al estudiar su historia, de tumbarse en los momentos álgidos de su vida. Cuando debía haber estado despierto y ayudando a los tripulantes de la nave donde viajaba, se tumbó en el fondo de la embarcación, es como un huir de los problemas, es como un querer ignorar la realidad que se vive y crear una realidad paralela ficticia. Cuando fue a Nínive, después de predicar a los ninivitas por obligación, al final se tumbó debajo una calabacera que Dios creó para darle una lección. El profeta en vez de estar contento por la conversión de los ninivitas, se fue a tumbar, como a olvidarse de lo que había sucedido, a abstraerse de la situación que tenían los ninivitas y de la victoria tan grande que había supuesto su conversión. No le importaba y por eso se fue a dormir, como a querer alejarse de la escena, del propio Dios.

El profeta Elías fue un gran hombre de Dios y obtuvo una gran victoria en el monte Carmelo contra los falsos profetas de Baal. Pero después de esto, en vez de continuar activamente y ejerciendo la misma fe en Dios que había demostrado hasta esos momentos, se dejó llevar por el pánico y las amenazas de una mujer perversa. Se tumbó en el suelo y allí se dejó dominar por el miedo y la desesperación, al punto de desear morir. Le dijo a Dios: “¡Dios, ya no aguanto más! Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados. Después se acostó debajo del arbusto y se quedó dormido“ (1 Rey. 19:3-5). (TLA).

Debemos reconocer nuestra condición

La Biblia nos enseña que cuando llega la noche nadie puede obrar (Jn. 9:4). ¿Por qué? Es obvio, uno se va a dormir y durante el sueño se paralizan todas las actividades del individuo, aún sus pensamientos conscientes y la toma de decisiones. También sabemos que cuando uno muere nada puede hacer: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben…“ (Ecl. 9:5). Así es que tanto el sueño físico, como la muerte, son dos situaciones en las que entramos en una inactividad en la que no podemos obrar y a menos que Dios nos ilumine a través de un sueño o nos resucite, no podemos esperar hacer nada.

Jesús enseñó que hay vivos que están “muertos“ para Dios: Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios“ (Luc. 9:60). (RVR1960). Puede ser que tú, querido joven, te encuentres en esta situación de estar por los suelos, en una inactividad paralizante, con una vida espiritual muerta… ¿Qué puedes hacer? Deja que te comparta algunos pensamientos bíblicos.

Primero, reconocer en qué condición nos encontramos, porque podemos estar despiertos y actuar como si estuviéramos dormidos y podemos estar vivos y actuar como si estuviéramos muertos. Si no reconocemos que estamos enfermos no iremos jamás al médico a buscar un diagnóstico y por tanto una solución. Sin reconocer nuestra condición espiritual, la real, no la que nos conviene, no podemos tomar decisiones que nos beneficien a nivel espiritual, que nos hagan crecer, que nos levanten de nuestro sueño y letargo. He conocido a jóvenes así. Viven vegetando, sin propósito en la vida, creen que están vivos, pero están muertos.

Notemos el caso del hijo pródigo. Se fue a una provincia apartada, es decir a zambullirse de lleno en el pecado. Hizo todos los pecados de la carne y todo aquello que se le venía en gana para satisfacer sus deseos pecaminosos. Cuando tocó fondo, podía haberse quedado tumbado en el lodo del pecado o levantarse. Notemos que para hacer lo que hizo el hijo pródigo en su fase de restauración, tuvo que reconocer su estado caído, de inactividad, de parálisis espiritual. Él asumió que estaba caído.

Decidir cambiar, levantarse

Como segundo paso, querido joven, no basta reconocer que vives en la inactividad espiritual, que estás caído, que estás muerto en tus pasiones y pecados. Es cierto que debes reconocer esto, pero hay algo más, necesitas tomar la decisión de levantarte. Jesús te dice hoy: arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido“ (Apoc. 2:5). (PDT). Es posible que en algún momento de nuestra vida cometamos un error y de pronto nos veamos caídos. Tal vez es tu caso, no lo sé… Pero, recuerda, el permanecer caídos es la ruina del alma. Dormir, cuando tendríamos que estar despiertos, puede significar nuestra muerte eterna. Seguramente habrás oído hablar de Eutico: Eutico fue cayendo en un profundo sueño hasta que, vencido por el sueño, cayó desde el tercer piso y lo levantaron muerto“ (Hch. 20:9). (LBLA). En este caso, el apóstol Pablo, por la gracia de Dios pudo levantar al muchacho y resucitarlo. Pero cuántos quedan para siempre tendidos en el suelo sin vida…

Elías no quedó tumbado debajo de un enebro durmiendo y dándole vueltas a su cabeza con la idea del suicidio o hundiéndose más y más en la depresión. No. Dios le dio la mano y él la cogió: “Levántate, come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios“ (1 Rey. 19:7-8). Si Elías hubiera decidido permanecer tumbado, inactivo, quejándose de su suerte, dándose lástima a sí mismo, temblando de miedo, se hubiera hundido más y más en el fango cenagoso del desánimo. Podemos lastimarnos a nosotros mismos tanto como queramos. Pero también podemos decidir levantarnos y seguir adelante a pesar de… porque en esta vida aún nos resta un largo camino hacia la Canaán celestial, no podemos quedarnos caídos.

Aceptar el agua y el pan de vida

Tercero, no malinterpretes a Dios. No creas que es demasiado duro para volverte aceptar y demostrarte su amor. Dios es amor (1 Jn. 4:8) y desea que tú lo experimentes ¡Levántate! Él tiene el pan y el agua que apagarán tu hambre y sed. No dejes que el diablo te lo robe.

El relato bíblico dice que Elías fue fortalecido por la comida y el agua que le dio el ángel y pudo caminar y continuar adelante sin cansarse. “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos“ (Rom. 12:11). (RVR1960). No le des más vueltas, sí, tal vez cometiste errores grandes que te llevaron a estar en un lodazal, como el hijo pródigo, pero ¡levántate! Es mejor levantarse lleno de suciedad y de heridas, porque entonces Dios te puede dar su agua para limpiarte y su pan para nutrirte.

El agua y el pan son un símbolo de las necesidades intrínsecas del ser humano y a la vez son un símbolo de los atributos del Señor Jesucristo que suple las mismas. Sí, querido joven, sólo Cristo puede llenar el vacío existencial de tu corazón. Sólo Cristo puede dar respuesta a las preguntas más íntimas de tu vida. Sólo el Señor Jesús puede levantarte y nutrirte con su pan y saciar tu sed con su agua. En el mundo sólo encontrarás agua amarga y pan enmohecido. El Espíritu Santo, obrando a través de la Palabra, la Biblia, es suficiente para darte vida en Cristo Jesús. El Salvador le dijo a una mujer samaritana que iba todos los días a sacar agua del pozo: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva“ (Jn. 4:10). Ella era una mujer caída, pero Cristo le tendió la mano para levantarla y ella aceptó. El hijo pródigo se levantó y regresó a su hogar donde encontró agua y pan seguros.

No hay casos desesperados sino personas sin esperanza. Aún los muertos van a resucitar un día. El Señor Jesús nos dio anticipaciones de que esto va a ser un día realidad. Él se encontró con una comitiva que acompañaban a un joven muerto, hijo único de su madre y ella era viuda, natural de Naín. Jesús se compadeció de aquella mujer y le dijo que no llorase y acercándose al cuerpo sin vida del joven, habló diciendo: Joven, a ti te digo: ¡Levántate! El que había muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre“ (Luc. 7:15). (LBLA). ¿Quién puede resucitar un muerto? Nadie, pero Jesús sí, tiene poder absoluto sobre la muerte, ¿cómo no va a poderte levantar de tu sueño espiritual, aún de tu muerte espiritual?

Recuerda joven, tu caso no es desesperado, hay esperanza para ti: “Nadie tiene por qué entregarse al desaliento ni a la desesperación. Puede Satanás presentarse a ti, insinuándote despiadadamente: “Tu caso es desesperado. No tienes redención”. Hay sin embargo esperanza en Cristo para ti. Dios no nos exige que venzamos con nuestras propias fuerzas. Nos invita a que nos pongamos muy junto a él. Cualesquiera sean las dificultades que nos abrumen y que opriman alma y cuerpo, Dios aguarda para liberarnos“ (El Ministerio de Curación, 192).

Conclusión

Cada día que amanece es una nueva oportunidad para levantarnos y saludar la mañana. Darle gracias a Dios y continuar con nuestra preparación para el cielo. Cada joven puede ser un pilar en la iglesia de Dios, en vez de un muerto espiritual. Dios ha dado a los jóvenes la fuerza, la frescura, el entusiasmo, el dinamismo y la capacidad de enfrentar grandes empresas para la gloria de Dios. Pero cada joven necesita levantarse de su letargo, de su sueño. Dios te ama y desea que seas feliz, tal vez le has defraudado una y mil veces, pero ahora es el momento de levantarte y tomar la firme decisión de servirle. Hay una obra que hacer: Llevar a las almas a los pies de Cristo y tú has sido llamado para desempeñar esta obra. Levántate y pro–clama el mensaje de salvación, levántate y alumbra a la gente que vive en la oscu–ridad, no hallarás una obra más hermosa y reconfortante que esta. Que el Señor nos conceda en su gracia cumplir con la misión que Él nos ha encomendado y como Elías que un día podamos ser llevados al cielo. Es mi deseo y oración. Amén.

© José Vicente Giner

Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General

Para la reflexión personal y en grupo:

  1. ¿Qué significa estar dormido a nivel espiritual?
  2. ¿Cómo podemos saber si estamos dormidos a nivel espiritual?
  3. ¿Qué nos puede llevar al letargo espiritual y por qué es peligroso?
  4. ¿Hay esperanza para una persona que cayó en el pecado repetidas veces?
  5. ¿Qué se debería hacer en este caso para no quedar caídos para siempre?

Versiones bíblicas usadas:

DHH Dios Habla Hoy

LBLA La Biblia de las Américas

PDT Palabra de Dios para Todos

TLA Traducción al Lenguaje Actual