SEMILLEROS DE ESPERANZA

41. BATALLAS Y VICTORIAS

Objetivos:

  1. Saber que la guerra es contraria a los deseos de Dios y que la Biblia se opone enérgicamente a dañar al prójimo.
  2. Entender que existe una clase de guerra a la que somos llamados a combatir o participar, pero es una guerra espiritual.
  3. Ser conscientes que todo cristiano tiene que pelear esta batalla.
  4. Saber que esta batalla es contra el yo y contra el diablo.
  5. Abrigar la seguridad de que no estamos solos en esta lucha.

Introd.

  1. Queridos jóvenes, los cristianos somos contrarios a la guerra, no participa–mos en derramamiento de sangre por ser algo que ofende terriblemente a Dios, autor de la vida humana y es una violación del sexto mandamiento de la Ley divina que exige “no matar“.
  1. El Mesías se anuncia como “Príncipe de la paz“ en Isaías 9:6 y cuando se humanó enseñó a sus seguidores que debíamos amarnos los unos a los otros como Él nos había amado (Jn. 13:34).
  1. Aún fue más lejos cuando enseñó que debíamos amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen y odian (Mat. 5:33). Esto es más complicado para nosotros, pero es la enseñanza de Jesús.
  1. Entonces está claro que un cristiano o una cristiana deben ser contrarios a la violencia, abstenerse de perjudicar al prójimo y menos quitarle la vida.
  1. Sin embargo, en la Biblia encontramos una invitación enfática, una orden, para cada uno de los que hemos decidido amar a Dios, creer en Jesús como nuestro Salvador personal y aceptar la obra del Espíritu Santo en nuestra vida. La palabra es “pelea“.

I. LA CONDICION DE NUESTRO CORAZON

  1. ¿Cómo es posible que Dios nos diga que no debemos matar y por otro lado se nos inste a pelear? Hay una explicación: La pelea de cada hijo e hija de Dios es de carácter espiritual, por eso el apóstol Pablo aclara la clase de batalla o guerra que debemos lidiar todos nosotros, sin exclusión, nadie se libra: “Pelea la buena batalla de la fe“ (1 Tim. 6:12). (RVR1960).
  1. La batalla que tú y yo debemos librar en esta vida, cada día, es la “batalla de la fe“ y esta batalla, al contrario de las que se lidian con armas físicas, es buena, necesaria, indispensable para ser felices aquí y poder ir al cielo.
  1. ¿Cuál es esta batalla de la fe? La que debemos lidiar contra nuestro “yo“. Amados hermanos… os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de las pasiones carnales que combaten contra el alma“ (1Ped. 2:11). (RVC).
  1. Mi batalla y la tuya es de carácter espiritual, no se lidia con armas ni contra personas, es contra nosotros mismos, contra esos deseos malos que albergamos en nuestros corazones, porque el mal mora en nosotros, así es nuestra naturaleza como Pablo nos enseña en Romanos, capítulo siete.
  1. Dios nos creó siendo santos y perfectos, esto significa que el humano debía obedecer la Ley de Dios para seguir manteniendo este nivel espiritual, porque la armonía perfecta a los mandamientos de Dios es justicia y santidad.
  1. Pero el ser humano decidió violar la ley de Dios y por eso nuestra naturaleza cambió, la estructura y funcionamiento de la mente cambió y al pecar nuestras tendencias, pensamientos, decisiones, visión de la vida, todo, todo, quedó afectado por el pecado, que es como un virus. Nos colocamos directamente en las manos del diablo y él es el que inspira a todos los que viven sin Dios.
  1. Pablo dice que la Ley de Dios es espiritual, es buena, exige aquello que es justo y no hay nada que objetar (Rom. 7:14). Pero reconoce que él es carnal, cada uno de nosotros somos carnales, es decir contrarios a la santidad, a la perfección del carácter. David dice que su madre lo concibió en pecado (Sal. 51:5), significa que nació con una naturaleza pecaminosa.
  1. No se puede interpretar como algunos lo hacen, creyendo que David heredó los pecados de su madre, esto no tiene base bíblica, pecado es trasgresión de la ley de Dios (1 Jn. 3:4). El pecado es algo que se hace y no algo que se hereda.
  1. Veamos que tampoco dijo David: “Mi madre me formó habiendo maldad en mí“. No. David no heredó ningún “pecado original“, pero sí la naturaleza pecaminosa, esa herencia que recibimos de nuestros padres, lo que se llama “tendencias heredadas“, y por decisión propia las cultivó como todos hacemos y entonces cometió pecado por decisión personal, esto es “tendencias adquiridas“.
  1. “La incapacidad mental, la debilidad física, las perturbaciones nerviosas y los deseos antinaturales se trasmiten como un legado de padres a hijos. Y las mismas prácticas, seguidas por los hijos, aumentan y perpetúan los malos resultados“ (El Ministerio de Curación, 252).
  1. El promotor de la doctrina del pecado original, fue San Agustín de Hipona. Él era un exitoso estudiante de filosofía y retórica, que al concluir se dedicó a enseñar retórica en Tagaste, Cartago, Roma y Milán. Tuvo una gran influencia de Ambrosio de Milán y se convirtió al cristianismo, para terminar siendo más adelante sacerdote y obispo de Hipona al norte de África.
  1. Para Agustín el pecado original es la consecuencia de haber imputado Dios la culpabilidad de Adán, a todo ser humano que viene a este mundo y sólo puede terminar cuando se realiza el bautismo. Pero por la debilidad heredada no es posible para un cristiano dejar de pecar.
  1. El asunto del bautismo de los niños tiene su origen en esta idea, como tales deben ser bautizados para quitarles el pecado original que traen consigo al nacer. Entonces para resumir, heredamos una naturaleza debilitada, pecaminosa, pero no heredamos una culpa.
  1. El apóstol Pablo reconocía asimismo que en su carne no moraba el bien, es decir nos presenta la naturaleza humana desnuda, sin recubrirla de un manto de justificación: “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien…“ (Rom. 7:18) y añade en este mismo versículo que el desear el bien estaba en él, pero no el hacerlo. Es una dualidad interior, sabe que debe hacer el bien, pero no puede hacerlo por sí mismo.
  1. Es la batalla contra el yo, la batalla contra las pasiones carnales que hay en nuestra mente por naturaleza. Por eso Santiago dice: “¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior“ (Stg. 4:1). (DHH).
  1. “El amor al yo, el orgullo y la suficiencia propia, yacen a la base de las mayores pruebas y discordias que alguna vez hayan existido en el mundo religioso“ (Evangelismo, 79).
  1. El mismo apóstol nos dice en otro lugar sobre esta batalla: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes“ (Efes. 6:12).
  1. La versión Dios Habla Hoy dice así: Porque no estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo de tinieblas que nos rodea“. ¿Por qué? Porque el diablo conoce nuestra condición y trabaja con nuestro yo, para hacernos pecar.

II. LA BATALLA DE LA FE

  1. Viendo cuál es nuestra condición como humanos, ¿qué podemos hacer? La Biblia nos enseña que debemos tener una actitud activa: Pelear la buena batalla. No es conformarse, abandonarse, rendirse, escapar de nuestra realidad, querer ignorarla, dejarse vencer por el enemigo, no. Debemos luchar, pelear, sólo así podremos vencer nuestras pasiones y malos deseos.
  1. El llamado para cada soldado de Cristo es claro: “Amados, os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de las pasiones carnales que combaten contra el alma“ (1 Ped. 2:11).
  1. Este es el santo y seña del cristiano “abstenernos“ de alimentar a nuestro orgullo, nuestro yo, luchar contra el pecado. Pablo dice que debemos vestirnos del Señor Jesucristo, y no pensar en proveer para las lujurias de la carne (Rom. 13:14). Aquí está la clave. “Vestirnos del Señor Jesús“. En otro lugar dirá que la victoria contra todo pecado está en Cristo, que nos da la fortaleza: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece“ (Fil. 4:13).
  1. El mismo apóstol pablo nos enseña que nuestras “armas“ no son carnales, quiere decir que no podemos vencer si no nos despojamos del yo, porque entonces siempre vamos a tener problemas con nuestro prójimo, no vamos a poseer paz interior, el enemigo nos va a entrampar de una u otra manera y nos va a hacer caer en el pecado, porque la tendencia humana, es luchar con nuestra armas carnales.
  1. Debemos dejar que sea Cristo quien nos dirija con su Espíritu Santo, que Él implante su naturaleza santa en nosotros. Esa es la justicia impartida, es decir aquella que nos da la capacidad para vencer porque Cristo mora en nosotros y Él obra en nosotros y a través de nosotros.
  1. Por eso debemos pedir que Dios nos de su Santo Espíritu y que Él sea quien haga la obra en nosotros como la hizo en Juan y en otros personajes como José que pudo vencer una tentación tan fuerte porque se aferró de la mano de Dios.

CONCLUSION

  1. Termino con el texto de Deuteronomio 3:22 que es para cada uno de nosotros, “No les temáis, porque el SEÑOR vuestro Dios es el que pelea por vosotros“ (Deut. 3:22). (LBLA).
  1. En la lucha contra el yo tenemos la seguridad que Dios está a nuestro lado y que nos concederá la victoria por medio del Espíritu que mora en nosotros a través de la fe. Que el Señor nos bendiga. Amén.

© José Vicente Giner