El mensaje del miedo

Marzo 2022

Mis queridos jóvenes:

Vivimos unos tiempos complejos, especialmente porque nos están golpeando una serie de circunstancias desfavorables, como la pandemia mundial del Covid 19 y la guerra que ha estallado entre Rusia y Ucrania, que trae consigo restricciones incómodas y que ponen en peligro la vida de miles y miles de personas, probando la fe hasta la sumo. Muchos, en medio de esta situación aprovechan para lanzar mensajes que infunden miedo. ¿Será que este es el método que debemos seguir los cristianos a la hora de presentar el mensaje de nuestro Señor Jesucristo?

El carácter de Dios atacado

Satanás siempre ha buscado la manera de hacer creer a la gente que Dios es duro e implacable. La primera acusación tuvo esta base: La Ley de Dios es demasiado estricta y no se puede cumplir. Una vez consumada la rebelión, el diablo fue echado con los ángeles que le seguían a este planeta, donde la obra de desfigurar el carácter de Dios continuó con mucho éxito. Después de inducir a la primera pareja humana a pecar, la señal más notable que se vio en ellos fue el miedo: “Te oí en el huerto, y tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí“ (Gén. 3:10). (LBLA). El pecado les robó su pureza y santidad. Pero, ¿de quién tenían miedo Adán y Eva? De Dios. ¡Qué tremenda paradoja! La primera pareja después del pecado quedaron confundidos por sus propios razonamientos y percepciones mentales y vieron a Dios como un ser que les quería castigar en vez de un Dios maravilloso que deseaba restaurarles en su amor, como así fue. Este asunto ha sido y es muy recurrente ya que la gente, bajo la presión del miedo, acepta una religión más fácilmente porque piensan que les garantiza librarse de todas estas cosas.

Es necesario aclarar un aspecto importante. No es lo mismo sentir un temor reverente y profundo hacia Dios, nacido de nuestro amor y fe, que vivir instalados en el miedo que nos produce saber que si fallamos nos va a castigar o destruir. Esta es la parte que ha introducido el enemigo eficazmente. Los ángeles alaban y adoran a Dios con temor reverente, pero hay un gozo inefable en sus corazones, son felices completamente ante la presencia de Aquel que les creó. El verdadero amor echa fuera el temor (1 Jn. 4:18).

El temor que nos induce a ver a Dios como alguien severo y ceñudo, famélico de venganza, no lo inspira nuestro Creador sino el enemigo. El hecho de estar ante un Ser extraordinariamente poderoso, que puede destruirnos con un solo pensamiento y que por amor no lo hace, nos debe llenar de reverencia. Dios quiere lo mejor para nosotros y puede dárnoslo si confiamos en Él. Sabemos que a veces el Señor usó el temor para evitar que Israel se lanzara completamente en el pecado, era su pedagogía para evitar la destrucción absoluta del pueblo. Pero no es lo que Dios más desea, es como el padre o la madre que recurren a algún método drástico para evitar que el hijo termine accidentado o seriamente dañado. Tal vez obedecer por miedo pueda producir algún buen resultado, pero no es lo más óptimo o ideal; lo mejor es obedecer por amor.

En mi ministerio he podido observar este fenómeno. Cuando la gente viene a la iglesia y abraza la fe, porque le han presentado un Dios que va a castigar con severas plagas a la humanidad, se asustan y tiemblan. Vienen a la iglesia, pero no a Cristo y cuando pasa esa sensación agobiante de terror al castigo divino, se enfrían y se van; pocos son los que permanecen si aceptan la fe por miedo a la punición divina. Una pandemia como la que estamos viviendo y la amenaza terrible de una tercera guerra mundial, son caldo de cultivo ideal para que la gente acepte cualquier cosa con tal de librarse de los efectos negativos. Pero cuando pasen estas cosas, si esa es la voluntad divina, se verá que la mayoría de aquellos que aceptaron por miedo el mensaje de salvación, abandonarán y se irán, puede ser que otros queden, pero serán la minoría. Una guerra como la que ahora comenzó el gigante ruso, contra la pequeña Ucrania, está provocando mucho miedo en la gente y hasta heridos y muertos civiles.

Pareciera que Dios se deleita en estas cosas, pero esto no es así, más bien todo lo contrario. Veamos lo que dice el Espíritu de Profecía: “Satanás se deleita en la guerra, que despierta las más viles pasiones del alma, y arroja luego a sus víctimas, sumidas en el vicio y en la sangre, a la eternidad. Su objeto consiste en hostigar a las naciones a hacerse mutuamente la guerra; pues de este modo puede distraer los espíritus de los hombres de la obra de preparación necesaria para subsistir en el día del Señor” (El Conflicto de los Siglos, 646).

“Satanás obra asimismo por medio de los elementos para cosechar muchedumbres de almas aún no preparadas. Tiene estudiados los secretos de los laboratorios de la naturaleza y emplea todo su poder para dirigir los elementos en cuanto Dios se lo permita. Cuando se le dejó que afligiera a Job, ¡cuán prestamente fueron destruidos rebaños, ganado, sirvientes, casas e hijos, en una serie de desgracias, obra de un momento! Es Dios quien protege a sus criaturas y las guarda del poder del destructor. Pero el mundo cristiano ha manifestado su menosprecio de la ley de Jehová, y el Señor hará exactamente lo que declaró que haría: alejará sus bendiciones de la tierra y retirará su cuidado protector de sobre los que se rebelan contra su ley y que enseñan y obligan a los demás a hacer lo mismo. Satanás ejerce dominio sobre todos aquellos a quienes Dios no guarda en forma especial. Favorecerá y hará prosperar a algunos para obtener sus fines, y atraerá desgracias sobre otros, al mismo tiempo que hará creer a los hombres que es Dios quien los aflige“ (El Conflicto de los Siglos, 575).

La historia se repite

Cuando el mensaje de la segunda venida de Cristo repercutió en los Estados Unidos de Norteamérica, miles y miles de personas abandonaron sus casas y campos para unirse al gran movimiento adventista. Dejaron todas sus posesiones porque tenían mucho miedo a no ser de los elegidos y no formar parte de aquellos que se iban a ir con Jesús al cielo. Pero llegada la fecha señalada y no aparecer Jesús, casi todos abandonaron y se tornaron acérrimos enemigos de la fe. ¿No nos dice esto que era el miedo el que propulsaba a estas personas y no un amor sincero al Señor Jesucristo?

Como padres, educadores, miembros de iglesia, en definitiva, personas que interactuamos unas con otras, tendemos a infundir miedo a la gente, porque alguien nos lo inculcó a nosotros. Recuerdo que yo crecí creyendo que si no me portaba bien Dios me iba a castigar; nadie me enseñó que era yo mismo el que decidía castigarme con las decisiones que tomaba. Dios no quiere vernos sufrir, al contrario, nos ama tanto que ha dado a su Hijo Jesús para salvarnos y llevarnos al cielo para estar con Él. Pero la religión del miedo ha generado muchos hombres y mujeres desesperados y desequilibrados que han malinterpretado el carácter de Dios, y aun no pocos ateos que niegan que pueda existir un Creador.

“Satanás y sus emisarios representan a Dios como peor que ellos, para justificar su propia perversidad y su rebeldía. El gran seductor se esfuerza en atribuir su propia crueldad a nuestro Padre celestial… Es así como logra sustraer a las almas de la sumisión a Dios“ (El Conflicto de los Siglos, 524).

“Es incalculable para el espíritu humano el daño que ha producido la herejía de los tormentos eternos. La religión de la Biblia, llena de amor y de bondad, y que abunda en compasión, resulta empañada por la superstición y revestida de terror. Cuando consideramos con cuán falsos colores Satanás pintó el carácter de Dios, ¿podemos admirarnos de que se tema, y hasta se aborrezca a nuestro Creador misericordioso? Las ideas espantosas que respecto de Dios han sido propagadas por el mundo desde el púlpito, han hecho miles y hasta millones de escépticos e incrédulos“ (El Conflicto de los Siglos, 526).

Seguir a Dios por amor

No es lo mejor aceptar seguir a Cristo porque nos da miedo el no hacerlo o porque tememos las consecuencias de no seguirle. En un soneto místico de autor desconocido del siglo XVI, encontramos unas palabras que ilustran muy bien el pensamiento que deseo compartir contigo: “Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera“. Esa es la clave para seguir y servir al Maestro: El amor. No voy a Cristo porque me da miedo lo que me puede pasar si no lo hago; voy a Cristo porque en Él encuentro todo lo necesario para ser feliz, porque estoy sumamente agradecido a mi Salvador por haber muerto por mi. Cuando sirvo a Cristo me realizo en la vida, crezco en santidad, me siento protegido y amado, comprendido y ayudado. Sólo Cristo puede llenar el vacío existencial del corazón humano y fuera de Él todo es frío y oscuridad.

Un niño puede obedecer a su padre por temor o por amor. Tanto la primera como la segunda opción produce obediencia, pero la que es propulsada por el amor es más educativa, perdurable y genuina. Los niños que obedecen porque temen el castigo, cuando ven la amenaza desaparecer, vuelven a sus andadas. Pero el niño que obedece por amor lo hará en cualquier circunstancia, porque ama a su padre y no desea ofenderle ni hacerle daño.

¡Qué bonito! Ojalá que todos los padres lográramos este objetivo: Que nuestros hijos nos obedecieran porque nos aman. De hecho, el mandamiento que Cristo enseña como superior es este: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Marc. 12:30). (PDT). Cuando dice el primer mensaje angélico que temamos a Dios (Apoc. 14:7), es una invitación a honrarlo, amarlo con todo nuestro ser, a reverenciarle profundamente y a obedecerle. La Biblia está llena de la expresión “no temas“. Es el mismo Dios que nos dirige esta invitación.

Conclusión

Es verdad que tenemos un mensaje de amonestación que presentar al mundo, como Jonás que debía amonestar a Nínive; pero también es cierto que junto con ese mensaje de amonestación debemos entretejer el mensaje de la misericordia divina. Tal vez sería mucho mejor presentar la puerta de la gracia abierta, que la puerta de la gracia cerrándose; un Dios que espera nuestra conversión, que un Dios que nos va a destruir. En esta obra es de vital importancia pedir que Dios nos guíe.

Es cierto que Dios va a intervenir en los asuntos humanos y que va a terminar con el pecado y los pecadores, pero el énfasis que Él mismo coloca lo hace más sobre su amor: “Diles que el Señor DIOS afirma: “No quiero que muera el que hace el mal, sino que se vuelva a mí y así tenga vida. Pueblo de Israel, vuélvete a Dios. Aléjate del camino de maldad para que no mueras” (Ez. 33:11). (PDT). “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia“ (Jer. 31:3). (RVR1960). Te invito a que vayas a ese maravilloso Dios, lleno de bondad y amor infinito y que te abandones en sus brazos. Que el Señor te bendiga ricamente y que tengas un día feliz. Amén.

© José Vicente Giner
Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General

Para la reflexión personal y en grupo:

Define el miedo y por qué lo experimentamos los humanos
¿Cómo solemos ver a Dios los humanos en general?
¿Es bueno usar discursos que infundan miedo a la gente? Explica tu respuesta
¿Cómo definirías a Dios?
Versiones bíblicas usadas:

LBLA La Biblia de las Américas
PDT Palabra de Dios para todos