Objetivos:

  1. Entender que el desánimo es humano y que todos podemos caer en él.
  2. Saber que Dios ha provisto los medios necesarios para evitar que caigamos en el desánimo.
  3. Comprender que el desarrollar la confianza en Dios y en sus promesas, nos ayudará a enfrentar las pruebas de la vida sin tener que perder la unidad y comunión con Cristo.
  4. Aprender a desarrollar nuestra relación con Cristo, porque sólo el aferrarse de su mano en cualquier circunstancia, buena o mala, nos hará vencedores.
  5. Saber que el Espíritu Santo es el Agente que obra en nosotros tanto el querer como el hacer para no apartarnos del camino de la salvación.

Introd.

  1. Queridos jóvenes, desanimarse y dejar de perseverar en la vida de la fe es lo más fácil del mundo, porque existen muchos obstáculos y problemas a lo largo del camino que atentan contra nuestra relación con Dios.
  2. El enemigo número uno del cristiano es el desánimo, porque cuando uno cae en este pozo, no hay nada que robe la confianza y la fe en el Señor con mayor eficacia.
  3. Por eso, Pablo, nos insta a “seguir confiando” en Aquel que un día nos llamó de las tinieblas a su luz admirable: ”No pierdan la confianza, porque esta les traerá una gran recompensa. Ustedes necestan seguir confiando para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido” (Heb. 10:35-36). (NBV).

I. EL INGREDIENTE DEL ÉXITO

  1. En cualquier empresa que emprendamos precisamos entusiasmo, valor, esfuerzo y visión. Nadie nos regala el éxito, es algo que uno ha de ganarlo a fuerza de hacer un pulso a la vida.
  2. En este mundo no existen éxitos a medias, o batallas ganadas en parte. O ganas o pierdes, o llegas a la cima o te quedas en el camino. No tiene sentido el pensamiento de que el escalador tuvo éxito porque logró llegar a veinte metros de la cumbre. Pocos darían crédito a esta hazaña, pero sí a aquel que alcanzó la cúspide. 
  3. El “casi” llegó, o “casi” lo logró, es sencillamente un “fracasó”. Si alguien presenta un examen en la universidad y casi aprueba, es que no consiguió pasar la prueba. Un “casi” se salvó, a nivel espiritual, es un “se perdió para siempre”.
  4. Si quieres llegar, querido joven, donde te has propuesto, necesitas entender que no hay destino sin recorrido, que no existe éxito sin lucha intensa y permanente y esto es especialmente verdad en la vida de fe.

II. UNA VISIÓN CLARA

  1. Ningún joven alcanzará sus objetivos si no tiene una visión clara de aquello que quiere lograr. Veamos el caso de Jabes, de la genealogía de Judá. Probablemente no te suene mucho este nombre, ya que en sólo dos versículos se presenta su biografía. Pero condensadamente se nos ofrece una información muy valiosa acerca de este hombre y su visión del éxito.
  2. La mamá de Jabes dio a luz con dolor a su hijo por eso le puso este nombre que significa dolor. Los versículos nos sugieren que este varón llegó a ser el más importante de su clan.
  3. Jabes tenía una visión clara de aquello que quería. Muchos jóvenes y adultos cristianos, se hunden en las arenas movedizas del desánimo porque no saben lo que quieren. Tal vez alberguen muchos sueños, pero no tienen consistencia, no son coherentes o son visiones basadas en emociones o sentimientos equivocados.
  4. En primera de Crónicas 4, versículo 10, Jabes expresa a Dios el deseo profundo de ser bendecido: “¡Oh, si me dieras bendición…” (RVR1960). Sabía que, por encima de todo placer terrenal, la bendición de Dios “es la que enriquece a una persona y él no añade ninguna tristeza” (Prov. 19:22). (NTV).
  5. De qué nos sirve tener de todo, si no poseemos la bendición de Dios. También el diablo puede dar a sus seguidores gloria, pero es para destruirles. El mundo puede darnos cosas que nos satisfagan, pero es para robarnos nuestra relación con Dios y por ende nuestra felicidad.
  6. No son bendiciones, sino espejismos de bendiciones, que lo único que hacen es pasarnos una factura muy elevada que monopolizará nuestra vida.

III. NUESTRA ESFERA DE INFLUENCIA

  1. Jabes también pidió a Dios que ensanchara su territorio (vrs. 10). Debemos ser conscientes que todos ejercemos una influencia en nuestra vida. Nadie pasa desapercibido, por mucho que nos queramos esconder.
  2. Influimos en nuestros compañeros de trabajo, en nuestros vecinos, en aquellos que nos conocen, en nuestros amigos, en nuestra familia y especialmente en nuestra iglesia.
  3. Nuestro prestigio, autoridad, poder de persuasión, nuestro influjo en nuestro territorio de influencia, dependerá de nuestra coherencia y relación con Dios.

IV. DIOS EN NOSOTROS

  1. “Que tu mano esté conmigo” (vrs. 10), es otra expresión de este hombre de oración. Jabes entendía que obtener éxito en la vida depende del grado de confianza que uno tiene con Dios.
  2. Esta petición revela la clave del éxito de todo hombre y mujer de Dios: Su dependencia divina. No hay frutos sin sembrar primero, sin cuidar ni abonar. Dios sostiene a quien le busca de todo corazón (Jer. 29:13).
  3. Jesús les enseñó a sus discípulos que la fuerza, la capacidad de hacer algo bueno por nuestro Dios y nuestro prójimo, nos la da el Espíritu Santo (Hch. 1:8). Asimismo, su Espíritu hace nacer en nosotros los buenos deseos y la idoneidad para llevarlos a cabo (Fil. 2:13).
  4. Así que, si queremos obtener el éxito, vencer el pecado, salir del desánimo, escalar la montaña, doblegar nuestro egoísmo, ser canales de bendición, tenemos a nuestra disposición el poder de Dios. Confiar en Él posibilitará que la puerta que da acceso a su gracia se abra de par en par para que llueva en abundancia su prosperidad.
  5. Querido joven, Pablo nos recuerda que en Cristo podemos vencer (Fil. 4:13). Jabes sabía que cada batalla que nos toca lidiar es un desafío tremendo y es imposible vencer confiando en nuestra humanidad. Necesitamos que la mano de Dios esté con nosotros, como lo estuvo con David cuando venció al gigante. La honda de David fue eficaz y certera porque la guio la mano de Dios. ¿Será que estamos dispuestos a ser guiados siempre por la mano del Omnipotente?

V. MAS LIBRANOS DEL MAL

  1. En la oración de Jabes encontramos una expresión muy familiar para cada cristiano: “Que me libres del mal para que no me dañe” (Vrs. 10). En la oración modelo del Padrenuestro también encontramos esta oración: “Mas líbranos del mal…” (Mat. 6:13). Debemos pedir al Señor que nos proteja de todo mal, porque vivimos en este mundo donde existe el pecado y el diablo trata de hacernos caer en sus tentaciones.
  2. Un mal paso dado en la batalla nos puede llevar a la derrota y hacernos volver al tiempo en el que vivíamos sin Dios y sin esperanza. Sí, que el Señor nos libre del mal es vital, pero debemos desear vivir en santidad y pureza.
  3. Si la herida que te infringió el enemigo es profunda y sangra, acude a Cristo, porque en Él hay sanidad y restauración. No te resignes a caer en la tumba del desánimo, otros también hicieron la misma experiencia, pero “en su an–gustia clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción. Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro” (Sal. 107:19-20). (NVI).
  4. No dejes de confiar en Dios, a través de su Hijo, querido joven, en quien encontramos el aceite y el vino que suavizan y cicatrizan nuestra herida abierta. No dejes de confiar en Dios, “reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas” (Prov. 3:6). (NVI). Porque el humano sin la obra expiatoria de Cristo es como una planta sin sol, o una fuente sin agua.
  5. Cuando decidimos que hemos perdido en la batalla y nos colocamos el cartel de “vencidos”, nada puede hacer nuestro amado Señor. Pero si seguimos confiando en Dios, no obstante, de las circunstancias desfavorables en la que nos encontremos, Él dispondrá todo lo necesario para nuestro bien. No hay nada por roto que esté que Dios no lo pueda reparar, ni nada íntegro que Dios no pueda proteger a pesar de los embates del enemigo.

CONCLUSION

  1. No dejes de confiar en Dios, querido joven, en Él encontrarás todo lo necesario que te equipe para la vida, toda la razón de tu existir, todo aliento que te anime a seguir caminando, toda inspiración que te eleve, toda promesa que te sostenga, el escudo que te defienda, la luz que te ilumine en la noche oscura de tu vida.
  2. Nuestro amado Salvador es la razón de nuestra existencia y Él no dejará sin amparo ni fortaleza a aquellos que en Él confían. Te invito a hacer tuya esta enseñanza.
  3. Jabes sabía esto y se aferró por el poder de la oración a la mano poderosa de Dios y confió en Él, el resultado fue que recibió lo que pidió (1 Crón. 4:10). El Señor te bendiga. Amén.    

© José Vicente Giner