Acuérdate de tu creador
Septiembre 2022
Mis queridos jóvenes:
La memoria de los antiguos era superprivilegiada. Adán le puso nombre a todos los animales, conocía todo acerca de sus costumbres. Después del pecado, la mente siguió siendo maravillosa y privilegiada. Los antediluvianos trasmitían datos, como genealogía y nombres, de padres a hijos y se acordaban de todo sin dificultad. Contrariamente a lo que muchos creen, los antiguos nos superaban con creces en lo que se refiere a su capacidad mental.
Durante siglos y siglos se vio esta capacidad memorística extraordinaria, pero poco a poco el humano fue perdiendo facultades como consecuencia del pecado. Hoy se sabe que la mente humana se ha hecho perezosa y depende de aparatos para recordar las cosas. Pero lo más triste y dramático es que nos hemos olvidado de Dios y de nuestros orígenes.
Acordarse del sábado
Por eso en Biblia aparece el término “acuérdate”, o “recuerda”, es como un llamado de Dios al ser humano. Cuando Dios insta al ser humano a “recordar” está pidiendo traer a la memoria algo con el objetivo de que aquello evocado pueda ayudarnos a mejorar nuestro carácter. Ejemplo: Un padre le dice a su hijo: “Acuérdate que soy tu padre”. No es que no lo supiera el hijo, sino que se ha olvidado de darle al padre la honra y obediencia que merece. El no rendirle honra al padre es “olvidar” los muchos beneficios recibidos de parte de su progenitor.
En el libro de Apocalipsis, Jesús le dice a la iglesia de Éfeso: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete” (Apoc. 2:5). (RVR1960). La iglesia se había olvidado de servir a Dios con fidelidad. Lo que está pidiendo el Salvador es que cada creyente se acuerde de que en un tiempo fueron fieles y que amaban a Dios de forma sincera y profunda, pero que por el tiempo se había enfriado su amor, su relación con el Señor. El ejercicio de recordar les debía refrescar la memoria espiritual y llevarlos a buscar el arrepentimiento genuino.
En el corazón de la Ley, que aparece en el libro de Éxodo, dice el cuarto mandamiento: “Acuérdate de santificar el día del sábado” (Ex. 20:8). Por deterioro mental y físico, al paso de los siglos, el ser humano se iba a olvidar de su Creador y de su día sagrado. Dios sabía que iba a cambiarse la solemnidad sábado a domingo y por eso colocó profecías que lo advirtieran: En Daniel 7:25, dice que “cambiarán tiempos y la Ley”, y en Siglo IV tuvo lugar cambio, Constantito el Grande hizo un decreto en 7 de marzo del 321 para instar a toda la cristiandad que había en el imperio romano a observar el domingo como día de descanso semanal, en vez del sábado, que se había observado hasta esos momentos. Comparto contigo un fragmento de aquel decreto: ”En el venerable día del Sol que lo magistrados y las personas que residan en las ciudades descansen, y que todos los talleres cierren”. La iglesia Católica aceptó dicho cambio y lo hizo suyo. Hoy lo está imponiendo en todo el mundo.
San Justino también afirmó: “Y nos reunimos todos el día del sol, primero porque en este día, que es el primero de la creación, cuando Dios empezó a obrar sobre las tinieblas y la materia; y también porque es el día en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos”.
Observar el sábado bíblico es cuestión de vida o muerte, en el Apocalipsis aparece el triple mensaje angélico y advierte de no adorar a la bestia y a su imagen y todos sabemos que se le adora observando domingo. El resultado será que todos aquellos que lo hagan recibirán las plagas anunciadas y que caerán al final del tiempo de gracia. Por eso dice “acuérdate” de santificar, observar, el día de sábado.
Acuérdate del Creador
“Recordar” no es solamente reconocer que el sábado es de Dios sino obedecerlo. Acuérdate que Dios te ha creado, que Dios te ha redimido en Cristo, que Dios es el Creador del universo y tierra y que le debes respeto, amor y veneración.
Otro aspecto importante sobre este ejercicio de memoria espiritual, lo encontramos haciendo referencia a FE. Dios pide a Israel que se acuerden de quien les sacó de Egipto (Deut. 5:15). “Y acuérdate que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte”. Tenían que mantener en la memoria este hecho y todos los milagros que Dios hizo por ellos, pero se olvidaron y se quejaron siempre. No fueron agradecidos y sufrieron gran pérdida.
Una vez ocurrió una explosión de un yate y cayeron al agua fría los pasajeros y tripulantes. Alguien de la cosa observó y se lanzó a nadar, trayendo uno a uno a los náufragos hasta que salvó todos. Pero el héroe sufrió hipotermia y le amputaron ambas piernas. Años más adelante le preguntaron si alguien le agradeció, la respuesta fue muy triste: “Nunca”. Nadie de aquellos sobrevivientes recordó que estaban vivos gracias al sacrificio de aquel valiente. Cuando alguien nos beneficia debemos recordarlo siempre y agradecerle con nuestra amistad, lealtad, aprecio, fidelidad, compañerismo, confianza. Lo contrario es ser desagradecidos.
Recuerda que estás casado o casada y que hiciste un pacto de amor, recuerda que eres un líder de la iglesia y que prometiste a Dios servirle y amarle siempre. Recuerda que eres un padre o una madre y que debes hacerte cargo de tus hijos con responsabilidad. Recuerda que eres un hijo y que debes respeto y amor a tus padres. Recuerda que debes consideración a tus pastores. Recuerda que debes ser un ejemplo en el trabajo o donde estés. Recuerda que debes ser un ciudadano ejemplar. Recuerda que el mundo debe ver en ti a Cristo. No te olvides, acuérdate de tu Creador.
Dios dice a cada joven: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento…” (Ecl. 12:1). Dios también te habla a ti, joven y te pide que recuerdes, que no olvides, que Él te ha creado y dado vida, que te sostiene y protege, que te ama y que dio a Jesús que murió por ti.
Tú vives por la obra de Dios en ti. Respiras porque Dios te da oxígeno y pulmones, si retira su mano te mueres. Duermes y te despiertas porque Dios lo quiere, podrías morir en la noche, o por el día, pero Dios da vida. Acuérdate, acuérdate, no te olvides de bendecir a Dios por todo lo que hace por ti cada día. “Bendice, alma mía, al SEÑOR, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Sal. 103:2). (LBLA) y actúa en consecuencia. Nunca quedarás chasqueado de darle al Señor el lugar que le corresponde en tu vida. Amén.
© José Vicente Giner
Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General
Para la reflexión personal y en grupo:
- ¿Qué significa recordar en sentido espiritual?
- ¿Basta recordarse de lo mucho que Jesús nos ama o hay que hacer algo más?
- ¿Cuándo no agradecemos a nuestro prójimo o a Dios por lo que nos dan, qué efectos se producen en el alma humana?
- ¿Cómo demostramos que nos recordamos de las bendiciones recibidas?
Versiones bíblicas usadas:
LBLA La Biblia de las Américas
RVR1960 Reina-Valera 1960