Uniones que bendicen (parte 2)

Julio 2022

Mis queridos jóvenes:

En la carta pastoral anterior nos introdujimos en un tema apasionante porque atañe a cada joven que quiere establecer una familia. La felicidad de cada individuo depende de la clase de decisiones que toma en su vida. De hecho, el Señor insta a cada hijo e hija suyos a tomar las decisiones que les elevarán, ennoblecerán y harán felices: “Yo te estoy dando a escoger entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Así que elige la vida para que tú y tus descendientes puedan vivir“ (Deut. 30:19). (PDT). “Elegir la vida“ significa decidir hacer las cosas según los parámetros divinos que aparecen en la Palabra de Dios. Y en cuanto al matrimonio se refiere, la Biblia tiene mucho que aportarnos. Sigamos analizando esos pasos que cada joven debiera dar antes de contraer matrimonio.

 

Conocerse

Como hemos visto conocer al otro es de suma importancia para saber si esa relación matrimonial se podrá mantener en el tiempo. Es conveniente, pues, dedicar un periodo prudencial para conocerse. Es un tiempo para descubrir al otro, saber más de ella o de él, ver si coinciden sus intereses, qué clase de pensamientos tienen, aspiraciones, modos de ser, qué significa el uno para el otro, cuál es la visión mutua de la vida matrimonial, de los hijos, de la iglesia, del mundo, etc. No es bueno saltarse este tiempo e ir directamente a la boda. Se tiene que tener en cuenta un tiempo dedicado al noviazgo y dejar que también otras personas de experiencia y consagradas puedan dar algún consejo. 

La tendencia de los novios es pensar que no hace falta que nadie les guíe o aconseje, que ellos son suficientes. Esta es la razón por la que se rechaza en general el consejo de los padres, pastores o personas allegadas que tienen experiencia. “Si gozáis de la bendición de tener padres temerosos de Dios, consultadlos. Comunicadles vuestras esperanzas e intenciones, aprended las lecciones que la vida les enseñó“ (El Ministerio de Curación, 277). 

“¿Debiera un hijo o una hija escoger un compañero sin consultar primeramente con sus padres, cuando un paso tal afectará indudablemente la felicidad de éstos si es que tienen algún afecto por sus hijos? ¿Y debiera ese hijo, no obstante, los ruegos y el consejo de sus padres, persistir en seguir su propio camino? Definidamente contesto: NO; a menos que no se case. “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”. Este mandamiento tiene una promesa que el Señor seguramente cumplirá con aquellos que obedecen. Los padres sabios nunca elegirán compañeros para sus hijos sin respetar los deseos de ellos“ (Testimonies for the Church 5:108, 109).

Algunos preguntan el tiempo que debe durar el paso del noviazgo. Ni muy largo ni muy corto, diría. En este asunto se debe usar el sentido común. El tiempo largo no es bueno porque hay riesgo de romper la castidad; el corto tampoco conviene porque se realiza el matrimonio sin conocerse bien. La Biblia nos dice: “En este mundo todo tiene su hora; hay un momento para todo cuanto ocurre“ (Ecl. 3:1). (DHH). ¿Cuál sería el tiempo prudencial, pues? En primer lugar, es conveniente que se extienda el tiempo de amistad con el otro sin compromiso sentimental a fin de conocerse mejor. Cuando hay compromiso, los sentimientos pierden su capacidad objetiva a la hora de valorar ciertas actitudes negativas del otro porque hay un gran peligro de idealizarlo. En segundo lugar, si el noviazgo va hacia delante, un período de dos o tres años sería lo más prudente.

Los autores Ben Young y Samuel Adams, en su libro “Los Diez Mandamientos del noviazgo“, citan al autor Neil Clark Warren que en su libro “Finding The Love of Your Life, hace referencia a un estudio empírico conducido por investigadores de la Universidad del estado de Kansas, donde se llega a la conclusión siguiente: “Las parejas que han estado de novios por más de dos años son las que más puntos obtienen en la satisfacción matrimonial“ (Los Diez Mandamientos del Noviazgo. YOUNG, Ben y ADAMS Samuel, Editorial Caribe, 1999. Nashville, TN, Pág. 53). 

Es bastante habitual encontrarse con parejas que piensan que su caso es diferente y que su amor es tan grande que pueden saltarse estas evidencias, pero en la práctica se ven los fracasos. Lo mejor que podemos aconsejar es no precipitarse, tomar el tiempo necesario para conocerse. “Si los que piensan contraer matrimonio no quieren hacer después reflexiones tristes y desdichadas, deben dedicar ahora a su casamiento muy serias meditaciones. Si se lo da imprudentemente, este paso es uno de los medios más eficaces para destruir la utilidad de hombres y mujeres jóvenes. La vida llega a serles entonces una carga, una maldición. Nadie puede destruir tan completamente la felicidad y utilidad de una mujer, y hacer de su vida una carga dolorosa, como su propio esposo; y nadie puede hacer la centésima parte de lo que la propia esposa puede hacer para enfriar las esperanzas y aspiraciones de un hombre, paralizar sus energías y destruir su influencia y sus perspectivas. De la hora de su casamiento data para muchos hombres y mujeres el éxito o el fracaso en esta vida, así como sus esperanzas para la venidera“ (El Hogar Cristiano, 344).

Algunos jóvenes no entienden que el noviazgo no es el matrimonio, sino un tiempo previo al mismo en el que los novios se están conociendo y esto significa que pueden darse cuenta que el otro no le satisface y que pueden y deben romper la relación sin remordimiento de conciencia ni trauma alguno. Mejor es un buen dolor antes de la boda por un tiempo, que una amargura para toda la vida después del matrimonio. Durante el noviazgo la pareja se puede “divorciar“, es decir separar y buscar otra relación. Pero una vez casados, los novios, no pueden divorciarse, si desean hacer la voluntad de Dios, como máximo pueden aspirar a separarse y vivir cada uno por su cuenta sin recasarse. ¿Por qué tener que vivir esta experiencia desgarradora pudiéndose evitar con oración, ayuno y sentido común durante el noviazgo?

Si en el noviazgo no funciona la relación, no se debe caer en el error de pensar que después, durante el matrimonio, todo encajará. No, al contrario, empeorará como lo demuestra la práctica. Los noviazgos malos, se cronifican durante el matrimonio y por eso el Espíritu de Profecía aconseja en estos casos romper antes de casarse:

“Aun cuando haya aceptado el compromiso sin una plena comprensión del carácter de la persona con la cual pensaba unirse, no crea usted que ese compromiso la obliga a asumir los votos matrimoniales y a unirse para toda la vida con alguien a quien no puede amar ni respetar. Tenga mucho cuidado con respecto a aceptar compromisos condicionales; pero es mejor, sí, mucho mejor, romper el compromiso antes del casamiento que separarse después, como hacen muchos“ (Consejos para la Iglesia, 222). 

No se debe cometer el error, al terminar la relación, de seguir dándole esperanza a la otra persona. No es cristiano mandar a una tercera persona a comunicar la noticia, debe hacerlo el interesado o interesada con decisión y mostrando las razones. He conocido casos en el que uno de los novios rompió la relación sin decirle nada al otro, sencillamente la persona desapareció de la noche a la mañana, sin más y claro, esto produjo mucho dolor en la persona.

Responsabilidad

En español existe un refrán que dice: “Contigo pan y cebolla“, significa que si existe amor verdadero, no importa si la pareja tiene dinero o no, si vive en una casa o debajo de un puente, si tienen suficientes recursos para sostenerse ellos mismos y a sus hijos, si los hubiere, etc. Pero esta es una visión equivocada de la vida. Nadie debería casarse sin tener autonomía económica. Una cosa es recibir ayuda económica de la familia de los cónyuges y otra es depender completamente de ella o de otras personas. La Palabra nos habla de esto cuando dice que el hombre “dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne“ (Gén. 2:24). (LBLA). Es como un romper el cordón umbilical de la dependencia familiar.

Aunque parezca un tema muy tratado y conocido, la economía doméstica tiene mucho que ver con la felicidad o desdicha de la pareja. Muchos creen que su amor es tan profundo que podrán capear todo temporal, aunque tengan pocos recursos financieros. Pero a la hora de la verdad, los problemas de dinero traen amargos reproches, discusiones, descontentos, frustraciones y hasta separación. Se ha visto en la praxis que la falta de recursos financieros en el hogar, quiebran muchas relaciones matrimoniales que parecían fuertes al inicio. Un tercio de las personas adultas casadas afirman que la escasez de dinero es una de las razones más poderosas para generar conflictos en el hogar y una de las principales causas de divorcio, según observan ciertos expertos.

Esto debe llevar a la pareja de novios a pensar que no deben dar pasos matrimoniales si no han solucionado el modus vivendi para su matrimonio, es decir cómo se van a sostener y usar los recursos financieros, cuál va a ser su fuente de ingresos. Las deudas excesivas, los gastos incontrolados, la falta de un trabajo estable y otras cosas, pueden hacer muy amarga la suerte de los esposos. Lo mejor será que antes de casarse el aspecto monetario esté solucionado y haya recursos suficientes para vivir en paz. 

“Si los Hnos. B. hubiesen manejado sus asuntos con economía y abnegación, ya habrían obtenido una casa propia y tendrían, además, recursos con que hacer frente a la adversidad. Pero no quieren ahorrar como lo han hecho otros, de quienes ellos han dependido a veces. Si no aprenden estas lecciones, su carácter no será hallado perfecto en el día de Dios“ (El Hogar Cristiano, 360). 

Independencia e interdependencia

Algo que tendréis que considerar los que deseáis contraer matrimonio es la clase de carácter que tiene él o ella. “Los que piensan en casarse deben pesar cada sentimiento y cada manifestación del carácter de la persona con quien se proponen unir su suerte“ (El Ministerio de Curación, 277).

Si él es autoritario, dominador, controlador y abusivo, difícilmente ella podrá llegar a ser feliz y al contrario en el caso de que se trate de ella. Es cierto que son pocas las parejas que llegan a la unidad perfecta cuando se casan, según nos dice el espíritu de profecía y que esperar inmediatamente la perfecta unidad no es lo más prudente, para no llevarse sorpresas: “Por mucho cuidado y prudencia con que se haya contraído el matrimonio, pocas son las parejas que hayan llegado a la perfecta unidad al realizarse la ceremonia del casamiento. La unión verdadera es obra de los años subsiguientes“ (Ibid, 278). 

Pero esto no significa que debemos dar el paso matrimonial saltándonos todas las enseñanzas bíblicas y testimoniales que se nos dan para nuestro propio bien y los consejos y admoniciones de nuestros seres queridos. Aunque se fragüe el matrimonio dando los pasos correctos y bajo la aprobación de Dios, siempre habrá que desplegar todo el amor del mundo y la paciencia, tolerancia y comprensión suficientes para pasar por alto las faltas del otro que de pronto se puedan descubrir y a la vez reconocer las buenas cualidades que todos tenemos. Una vez casados, la pareja debe aprender a convivir pacíficamente, con amor y respeto. El marido no debe jamás imponerse como “cabeza“ de la familia, anulando la opinión de la esposa ni esta debe pisotear, despreciar o maltratar a su marido.

“Ni el marido ni la mujer deben fundir su individualidad en la del cónyuge. Cada cual tiene su relación personal con Dios. A él tiene que preguntarle cada uno: “¿Qué es bueno? ¿Qué es malo? ¿Cómo cumpliré mejor el propósito de la vida?” Fluya el caudal del cariño de cada uno hacia Aquel que dio su vida por ellos. Considérese a Cristo el primero, el último y el mejor en todo. En la medida en que vuestro amor a Cristo se profundice y fortalezca, se purificará y fortalecerá vuestro amor mutuo“ (El Ministerio de Curación, 279).

Conclusión

Hay muchas cosas que todavía podemos decir sobre el matrimonio, pero cuando la pareja se casa, no es que ya está todo construido, no. Es un proceso de construcción de un proyecto maravilloso que durará toda la vida. Siempre habrán cosas que aprender; siempre surgirán situaciones que obligarán a los cónyuges a buscar soluciones en Cristo y esto los madurará, hará crecer y perfeccionará su amor constantemente. “Para comprender lo que es en verdad el matrimonio, se requiere toda una vida. Los que se casan ingresan en una escuela en la cual no acabarán nunca sus estudios“ (El Hogar Cristiano, 90). Que Dios os bendiga. Amén.

© José Vicente Giner

Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General

Para la reflexión personal y en grupo:

  1. ¿Es posible llegar a conocerse antes del matrimonio? 
  2. ¿Qué se debe conocer del otro antes de casarse?
  3. ¿Qué significa que las personas deben ser responsables?
  4. ¿Por qué no es bueno fundir la personalidad o individualidad del uno en la del otro? 
  5. ¿Cómo se puede mantener la individualidad sin perder la unidad?

Versiones bíblicas usadas:

DHH Dios Habla Hoy

LBLA La Biblia de las Américas

PDT Palabra de Dios para Todos