Uniones que bendicen (parte 1)

Junio 2022

Mis queridos jóvenes:

Uno de los temas más álgidos y trascendentes de la vida del cristiano es la elección de pareja para contraer matrimonio. De esta decisión depende toda la vida ulterior. Para casi todo lo que hacemos en la vida, necesitamos prepararnos de forma concienzuda, como por ejemplo desempeñar una profesión. Tendremos que dedicar varios años para aprender. Sin preparación es impensable el desarrollo de un trabajo realizado aceptablemente. Y las profesiones más especializadas requieren muchos más años. 

Para llevar adelante una profesión necesitamos dedicarle mucho tiempo con anterioridad, porque de eso depende la seguridad y estabilidad del individuo y de la sociedad ¿te imaginas a una persona que quiera ser cirujano sin haber estudiado? ¿Quién se colocaría en sus manos? Estos razonamientos son aceptados a nivel universal por la mayoría, pero a la hora de hablar del matrimonio, son pocos los que piensan que se necesite preparación para entrar en una relación que deberá durar toda una vida. Y se necesita, claro que sí; de ello dependerá todo lo demás, aun la vida laboral queda afectada positiva o negativamente por la clase de matrimonio que ternemos. 

Quisiera, a través de este escrito, compartir con vosotros, queridos jóvenes, ciertas pautas o consejos que podemos encontrar en la Biblia, guía segura que nos ayudará a fraguar matrimonios de éxito. El Espíritu de Profecía nos insta a trabajar en esta dirección si queremos gustar la miel de una de las instituciones divinas más importantes creadas por Dios: “Haga un examen cuidadoso para ver si su vida matrimonial sería feliz, o falta de armonía y miserable. Pregúntese: ¿Me ayudará esta unión a dirigirme hacia el cielo? ¿Acrecentará mi amor a Dios? ¿Ampliará mi esfera de utilidad en esta vida? Si estas reflexiones no sugieren impedimentos, entonces proceda en el temor de Dios“ (El Hogar Cristiano, 36).

  1. De la misma fe

Un principio importantísimo a considerar es el contraer matrimonio con personas de la misma fe. El Señor estableció desde muy antiguo que los hebreos se unieran únicamente con personas de su mismo pueblo. No podían contraer matrimonio con hombres o mujeres que no compartieran la misma fe: No harás alianza con ellos ni te apiadarás de ellos. Y no contraerás matrimonio con ellos; no darás tus hijas a sus hijos, ni tomarás sus hijas para tus hijos” (Deut. 7:2-3). (LBLA). De la obediencia a esta orden dependía la estabilidad de la nación y de los individuos. Pero no siempre se respetó este mandamiento y los resultados negativos se dejaron ver.

Citaremos como ejemplo el matrimonio de Acab. Este hombre fue el séptimo rey de Israel y reinó veintidós años (1 Rey. 16:29-30). El relato bíblico dice: “Y Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de él… Y tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal, y lo adoró“ (1 Rey. 16:30-31). (RVR1960). En estos textos se deja ver que fue su esposa pagana la que le indujo o influyó para que introdujese en Israel el culto o la adoración a Baal y Astoret. El rey erigió templos paganos y persiguió a los verdaderos profetas de Dios. Como si esto no fuera suficiente maldad, asesinó a su vecino Nabot para conseguir un terreno de su propiedad y todo esto fue idea de su esposa Jezabel. “Satanás había usado a una mujer no consagrada para cambiar el corazón del rey, y mediante él hacer pecar a Israel. Es una cosa terrible ser un instrumento satánico…“ (Manuscript Releases, 1. 10, p. 76).

Cuando Salomón se unió con mujeres paganas vinieron nefastas conse–cuencias. Sansón se unió con mujeres paganas y tuvo que sufrir terribles resultados, porque le costó la muerte. 

El enemigo usó la modalidad de los matrimonios mixtos para llevar a Israel lejos del propósito divino de ser una nación santa y peculiar. La influencia de sus cónyuges paganos, afectó su mente hasta el punto de hacerles olvidar su propia religión. Recordemos el caso de Balaam, que quiso maldecir a Israel por ganar dinero con el rey Balaac, pero no pudo porque Dios había bendecido al pueblo. El diablo le inspiró a Balaam un plan que funcionó y fue el de inducir a los israelitas a mezclarse sexualmente con las mujeres paganas de Moab y así Israel perdió el favor divino. No quiero decir con esto que un cristiano adventista no deba casarse nunca con un judío, por ejemplo, o con un católico u otro. Si estos se convierten y aceptan la fe que profesamos, no hay ningún inconveniente para llevar a cabo este matrimonio. El ejemplo lo tenemos en el caso de Rut la moabita; ella no era del pueblo de Dios, pero aceptó la fe de Israel (Rut 1:16) y se casó con un Israelita de Belén, llegando a formar parte del linaje de Jesús. El problema en nuestros días no es la raza, ni la cultura, ni la procedencia geográfica, sino la fe que abrazamos. El apóstol Pablo nos dice claramente que no debemos unirnos “en yugo desigual con los incrédulos“ (2 Cor. 6:14). (RVR1960).

  1. Consultar a Dios 

El hecho de casarse con una persona de la misma fe, no garantiza al ciento por ciento que va a ser un acierto y que todo funcionará muy bien. Las evidencias lo demuestran. También existen matrimonios fraguados dentro de la iglesia que se rompen. ¿Cuál es el motivo? El no haber consultado a Dios para casarse. Los novios consultaron al corazón, los sentimientos, las emociones, el atractivo físico u otros aspectos; pero en realidad, aunque esto tiene su peso específico en una relación, no es determinante. Lo más importante es la aprobación divina. Si oramos a Dios para que nos ayude a comprar una casa o un coche, mucho más importante es pedirle que nos dirija en la elección de aquella persona con la cual deberemos compartir toda la vida. “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios. Él se la dará, porque Dios da a todos en abundancia sin hacer ningún reproche“ (Stg. 1:5). (NBV).

“El casamiento es algo que afectará vuestra vida en este mundo y en el venidero. Una persona que sea sinceramente cristiana no hará progresar sus planes en esa dirección sin saber si Dios aprueba su conducta. No querrá elegir por su cuenta, sino que reconocerá que a Dios incumbe decidir por ella… No quisiera que se me interpretara en el sentido de que una persona deba casarse con alguien a quien no ame. Esto sería un pecado. Pero no debe permitir que la fantasía y la naturaleza emotiva la conduzcan a la ruina” (El Hogar Cristiano, 34-35). 

“Si los hombres y las mujeres tienen el hábito de orar dos veces al día antes de pensar en el matrimonio, deberían hacerlo cuatro veces diarias cuando tienen en vista semejante paso“ (Mensajes para los Jóvenes, 324).

  1. Consagración

En la elección de pareja para contraer matrimonio, es importante considerar la clase de vida espiritual que vive la persona. Es miembro, pero no es suficiente esto; debemos saber si ama a Dios sobre todas las cosas, porque en este caso su prioridad será hacer la voluntad de Dios. Un joven que es coherente con la fe que profesa, cumplirá la palabra que ha dado a su esposa o esposo el día de su matrimonio. Será fiel a Dios y a su cónyuge y responsable en el círculo doméstico. Cuanto más amamos a Dios y más fieles somos en su servicio, más amaremos a los que nos rodean, especialmente a nuestro cónyuge. 

“Dios quiere que el hogar sea el lugar más feliz de la tierra, el mismo símbolo del hogar celestial. Mientras llevan las responsabilidades matrimoniales en el hogar, y vinculan sus intereses con Jesucristo, apoyándose en su brazo y en la seguridad de sus promesas, ambos esposos pueden compartir en esta unión una felicidad que los ángeles de Dios elogian“ (El Hogar Cristiano, 87).

Durante el tiempo de noviazgo es evidente que se debe estar muy atentos a no traspasar la línea de la pureza y castidad. Hay que tomar medidas y decisiones mutuas para no transgredir el mandamiento. Una relación sexual prematrimonial puede arruinar toda la experiencia sexual ulterior de la pareja, o como mínimo dejar traumas y sentimientos de culpabilidad profundos. También existe el peligro de que la chica quede embarazada y esto traiga consigo muchas complicaciones en la relación. 

La castidad, pues, hasta el matrimonio, se hace imperativa y para que la pureza reine en el corazón y dirija la vida, la consagración a Dios es fundamental. Si tienes evidencia que tu pareja es adicta a la pornografía, no te cases con ella. Piénsatelo muy bien antes de contraer matrimonio con alguien que no controle sus deseos sexuales, a menos que haya pruebas de un cambio genuino. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional“ (Rom. 12:1). (RVR1960).

  1. Afinidad

Un matrimonio se compone de dos personas diferentes; con mentalidad, educación, procedencia familiar, genética, etc., diferentes. Que dos individuos acoplen perfectamente no es nada fácil, por lo que se deberá buscar que al menos exista la mayor afinidad posible entre ambos. No es una garantía que a los dos les gusten las mismas cosas y que eso les vaya a hacer felices. Pero sí que es cierto que, si ambos coinciden en aficiones y gustos, será mucho mejor, al menos en cosas fundamentales.

A veces he visto fraguar matrimonios de personas que tienen gustos muy diferentes y posteriormente pasan la vida cada uno inmersos en sus burbujas respectivas sin converger con el otro, cada uno en su isla. Mejor sería que compartieran actividades, hacer cosas juntos, en definitiva, unir los intereses del uno y del otro lo máximo posible. Une mucho a la pareja involucrarse en aficiones comunes. Se ha visto que las parejas más felices son aquellas que hacen cosas juntos o que pasan tiempo juntos y comparten gustos y aficiones.

Si a uno le gustan los niños y al otro no, si uno ama la naturaleza y al otro no le gusta salir de la ciudad; si uno ama los animales y el otro los detesta; si uno ama la música y al otro le es indiferente; si a uno le gusta las relaciones sociales y el otro es esquivo y huraño, etc., etc., la pregunta es: ¿Funcionará esa relación? Como mí–nimo hay que pensarlo bien, porque difícilmente fragua una relación de este géne–ro. “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?“ (Am. 3:3). (RVR1960).

Conclusión

En la próxima carta pastoral continuaremos analizando aquellos aspectos importantes a tener en cuenta antes de contraer matrimonio. Que el Señor te bendiga, querido joven y que seas feliz. Amén. 

José Vicente Giner

Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General

Para la reflexión personal y en grupo:

  1. ¿Por qué consideras que es importante la elección del cónyuge?
  2. ¿Qué medios dispone el joven para prepararse para dar este gran paso?
  3. ¿Por qué es importante contraer matrimonio con personas de la misma fe?
  4. ¿Cómo podemos saber que una persona es consagrada a Dios?
  5. ¿Por qué es importante que exista afinidad entre la pareja?
  6. ¿Qué paso consideras tú el más importante antes de casarse?

Versiones bíblicas usadas:

LBLA La Biblia de las Américas

NBV Nueva Biblia Viva

RVR1960 Reina Valera 1960