Un pecado terrible

Marzo 2021

Mis queridos jóvenes:

Os saludo en el nombre del Señor Jesucristo y pido que sus bendiciones, amor y dirección sean sobre vosotros en abundancia.

¿Todos los pecados son iguales?

¿Son todos los pecados iguales a los ojos de Dios? La respuesta que parece obvia es que sí. Pero si bien es cierto que todo pecado es trasgresión de la Ley (1 Jn. 3:4), que nos aparta de Dios y que produce muerte espiritual (Rom. 6:23), no todos los pecados son de igual magnitud. No estamos diciendo que hay pecados graves y pecados inocuos, pecados mortales y pecados que no afectan la vida de fe. No, esa no es la idea. Todo pecado es una ofensa grave a nuestro Hacedor y nos degrada; pero es evidente que el Señor, cuando juzga no ve lo exterior, sino lo más recóndito del corazón humano, cosa que para nosotros es imposible, por eso nos enseña a no juzgar a nadie (Mat. 7:1).

Lo que para nosotros puede ser insignificante y de poca importancia, como por ejemplo una pequeña mentira, para Dios puede revestir un asunto de mucha gravedad. Porque nuestro Dios tiene en cuenta aspectos que nosotros no podemos ponderar, como la intención, el grado de degradación de la persona, la genética, el peso de la educación y otros factores.   

“No todos los pecados son de igual magnitud delante de Dios; hay diferencia de pecados a su juicio, como la hay a juicio de los hombres; sin embargo, aunque este o aquel acto malo puedan parecer frívolos a los ojos de los hombres, ningún pecado es pequeño a la vista de Dios. El juicio de los hombres es parcial e imper–fecto; pero Dios ve todas las cosas como realmente son“ (El Camino a Cristo, pág. 28).

Cerrar el corazón a Cristo

Como veníamos diciendo, ningún pecado es pequeño a la vista de Dios. A veces podemos caer en el error de minimizar ciertos pecados por la razón de que a nivel social no están mal vistos. La fuerza de la costumbre, las leyes sociales, la opinión de la mayoría, puede hacer aparecer un pecado como algo sin importancia, como por ejemplo el abortar un bebé de forma intencional o provocada. En los países donde esta práctica es gubernamentalmente permitida, se llega a considerar como normal interrumpir el embarazo que produce la muerte y expulsión del feto. La razón para llevar a cabo esta acción que atenta contra la vida humana, es que se ve al ser que está en el seno materno como un proceso biológico y no como un nuevo ser humano, diferenciado de la madre.

La “normalización“ del pecado en nuestras sociedades, provoca una distor–sión de la voluntad divina trasmitida por la revelación, y así también se puede ver afectada la visión del cristiano que vive inmerso en esa realidad social. La inmora–lidad, el consumismo desenfrenado, la soberbia, la envidia, la ira, la avaricia, el orgullo se manifiestan poderosamente en nuestro medio.

Este último pecado cierra el corazón a Cristo, tal y como nos dice el Espíritu de Profecía: “El borracho es detestado y se le dice que su pecado lo excluirá del cielo, mientras que el orgullo, el egoísmo y la codicia pasan muchísimas veces sin condenarse. Sin embargo, estos son pecados que ofenden especialmente a Dios; porque son contrarios a la benevolencia de su carácter, a ese amor desinteresado que es la atmósfera misma del universo que no ha caído. El que cae en alguno de los pecados más groseros puede avergonzarse y sentir su pobreza y necesidad de la gracia de Cristo; pero el orgullo no siente ninguna necesidad y así cierra el corazón a Cristo y a las infinitas bendiciones que él vino a derramar“ (El Camino a Cristo, págs. 28-29).

El orgullo es un exceso de estimación o confianza propia, y según observa el Diccionario, suele conllevar un sentimiento de superioridad. Sinónimos de orgullo serían: Arrogancia, vanidad, soberbia, endiosamiento, etc. “Hoy día el mal que provocó la caída de Pedro y que apartó al fariseo de la comunión con Dios, está ocasionando la ruina de millares. No hay nada que ofenda tanto a Dios, o que sea tan peligroso para el alma humana, como el orgullo y la suficiencia propia. De todos los pecados es el más desesperado, el más incurable“ (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág, 119).

Superando el orgullo

Querido joven, es de suma importancia pedir a Dios que nos muestre nues–tros pecados, aun aquellos que no vemos, especialmente si albergamos orgullo en nuestro corazón. Este es el pecado del diablo: “Tu belleza de llenó de orgullo; tu esplendor echó a perder tu sabiduría“ (Ez. 28:17). (DHH), y no te quepa la menor duda que tratará por todos los medios de transferirte a ti este atributo. Cuando manifestamos orgullo estamos reflejando el carácter el archiengañador; mientras que cuando revelamos amor, simpatía, tolerancia, respeto, perdón, obediencia a la Ley del Creador, estamos reflejando su imagen en nuestra vida.

No es fácil reconocer el orgullo en uno mismo, de hecho el propio orgullo nos lo impide. Por eso debemos depender de Dios cada día y hacer un examen de conciencia profundo para descubrir con la ayuda del Espíritu Santo las faltas que nos son desconocidas como hacía David (Sal. 19:12).

No podemos salvarnos a nosotros mismos. No podemos regenerarnos a nosotros mismos. En los atrios del cielo no se cantará ningún cántico que diga: A mí que me he amado, que me he lavado, que me he redimido a mí mismo, a mí sea tributada la gloria, la honra, la bendición y la alabanza. Sin embargo ésta es la nota tónica del cántico que muchos entonan aquí en este mundo. No saben lo que significa ser manso y humilde de corazón; y no se proponen saberlo, si pueden evitarlo. Todo el Evangelio consiste en que aprendamos de Cristo, su humildad y mansedumbre“ (Testimonios para los Ministros, pág. 456).

“Jesús murió para hacernos un camino de salida, a fin de que pudiésemos vencer todo mal genio, todo pecado, toda tentación y sentarnos al fin con él“
(Joyas de los Testimonios, Tomo 1, pág. 43).

Cualesquiera que sean las tendencias al mal, que hayamos heredado o cultivado, podemos vencerlas mediante la fuerza que Dios está pronto a darnos“
(La Temperancia, pág. 100).

Conclusión

Albergar orgullo es muy peligroso para la persona, porque sería la antesala del pecado contra el Espíritu Santo. Si este pecado es no quererse arrepentir y si el orgullo cierra el corazón a Cristo y a su verdad, hay muchas posibilidades de terminar cometiendo el pecado imperdonable (Mar. 3:29).

Dios desea que cada hijo suyo manifieste la gracia de la humildad en su carácter, porque el que se humilla será ensalzado (Luc. 14:11). La humildad fue la tónica dominante en la vida de nuestro Señor Jesucristo. Él “siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos“ (2 Cor. 8:9). (DHH). “…se despojó a sí mismo tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres“ (Fil. 2:7). (LBLA).

Si Cristo hubiese albergado una pizca de orgullo, nunca podría haber sido nuestro Salvador. Su amor inconmensurable le motivó para venir a esta tierra a rescatarnos y desea, de forma especial, eliminar de nuestro corazón el orgullo. ¿Le dejarás? Que así sea.

José Vicente Giner

Pastor

Para meditar:

  • ¿Son todos los pecados iguales a los ojos de Dios? Razona la respuesta.
  • ¿Cuál sería el peor pecado a los ojos divinos?
  • ¿Cómo podemos librarnos de él?

Versiones de la Biblia usadas:

DHH Dios Habla Hoy

LBLA La Biblia de las Américas