Para estar unidos

Mayo 2022

Mis queridos jóvenes

La Palabra de Dios nos enseña que donde hay unidad sincera entre los hermanos, fluyen las bendiciones: “Porque allí envía Jehová bendición y vida eterna“ (Sal. 133:3). (RVR1960). La fórmula es clara, sólo hay que seguirla. Pero ¿será que es fácil llegar a este objetivo esencial de unidad fraternal? Veamos.

La desunión antes de Pentecostés

Si analizamos la unidad que existía entre los discípulos del Maestro, tiempo antes que se produjera la lluvia temprana en Pentecostés, observaremos que era deficiente. La Biblia dice que en una ocasión, probablemente se dieron otras situaciones semejantes de desunión, hubo muchos problemas entre ellos que acentuaron su desunión: “Se suscitó también entre ellos un altercado, sobre cuál de ellos debería ser considerado como el mayor“ (Luc. 22:24). (LBLA).

Es evidente que las grietas de la enemistad, la desconfianza, el egoísmo, surcaban los corazones de cada discípulo. Todos querían sobresalir por encima del otro, ser más importantes en el grupo, tener mayor relevancia. Esta es la tendencia humana por excelencia, nos encanta ser los primeros en todo. La obra a la cual habían sido llamados los discípulos era de dimensiones colosales, abarcaba todo el mundo. Pero no entendían, no tenían visión ni corazón (Mar. 14:9-11); buscaban su conveniencia, la preeminencia (Mar. 10:35-45); no se conocían a sí mismos (Mar. 14:17-31); no les preocupaban las necesidades ajenas (Mar. 6:35-37); eran miedosos y cobardes (Mar. 14:50); personas de poca fe (Mat. 8:26). Necesitaban quemar toda la escoria de sus corazones: “A fin de realizar con éxito la obra a la cual habían sido llamados, estos hombres, de diferentes características naturales y hábitos de vida, necesitaban unirse en sentimiento, pensamiento y acción” (Los hechos de los apóstoles, 17).

La clave para conseguir la unidad

En la Palabra se nos presenta la clave para lograr la unidad: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado“ (1 Jn. 1:7). (RVR1960). Los discípulos captaron esta verdad y la aplicaron en su vida. Pronto se vieron los resultados. “Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego…“ (Hch. 1:14). “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo…“ (Hch. 2:4). (RVR1960).

“Después de la ascensión de Cristo, los discípulos se reunieron en un lugar para suplicar humildemente a Dios. Y después de escudriñar el corazón y de realizar un examen personal durante diez días, quedó preparado el camino para que el Espíritu Santo entrara en los templos del alma limpios y consagrados. Cada corazón quedó lleno con el Espíritu como si Dios quisiera mostrar a su pueblo que era su prerrogativa bendecirlos con la más escogida de las bendiciones celestiales…“ (El Evangelismo, 506).

“Notad que fue después que los discípulos habían logrado la perfecta unidad, y ya no luchaban entre sí por conquistar el lugar más elevado cuando el Espíritu fue derramado sobre ellos. Eran de un solo sentir. Todas las diferencias habían sido puestas a un lado. Y el testimonio presentado acerca de ellos después que el Espíritu había sido dado, es el mismo. Notad las palabras: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma”. El Espíritu de Aquel que murió para que los pecadores pudieran vivir, animaba a toda la congregación de los creyentes“ (El Evangelismo, 506).

Por estos textos inspirados entendemos que la unidad entre los discípulos fue el resultado de su personal consagración. Nunca podrían haber logrado ser vasos receptores de la lluvia del Espíritu, si no hubieran estado unidos y esa unidad fue el resultado de su conversión.

La unidad de la iglesia de Dios

La promesa es que, en los últimos tiempos, antes de que cada creyente reciba la lluvia tardía, la iglesia debe llegar a un punto de unidad completa. No será sólo el estar juntos como pueblo, sino juntos y unidos en un mismo espíritu, pensamiento, doctrina y acción. Y este estado será el resultado de nuestra fidelidad y consagración a Dios: “Al buscar a Dios para que nos conceda el Espíritu Santo, él producirá en nosotros mansedumbre, humildad de mente, y una consciente dependencia de Dios con respecto a la lluvia tardía que trae perfección“ (Testimonios para los Ministros, 509).

La unidad en la iglesia es una cuestión de consagración personal de los miembros. Es imposible estar unidos sólo ejerciendo las buenas maneras, siendo amables los unos con los otros, respetando a los demás, sí, esto es básico, pero no es lo que va a producir la unidad en Cristo y la va a mantener. “Debe haber un reavivamiento cabal entre nosotros. Debe haber un ministerio convertido. Debe haber confesiones, arrepentimiento y conversiones. Muchos que están predicando la Palabra necesitan la gracia transformadora de Cristo en sus corazones. No debieran permitir que nada les impida hacer una obra cabal antes que sea demasiado tarde para siempre(Eventos de los Últimos Días, 92).

La unidad cristiana es el resultado de “andar en la luz“, como dice Juan. Esta expresión es bastante significativa y nos hace alusión a esa clase de personas que están bien equipadas para andar por la vida iluminadas, ya sea en la luz como en la oscuridad, porque en esta última situación poseen la lámpara que por excelencia mejor alumbra sus pies, que es la Palabra de Dios (Sal. 119:105).

El derramamiento del Espíritu Santo se verificará sobre una iglesia que está unida en la doctrina, en la misión y en el amor fraternal. Cada uno de los miembros del cuerpo de Cristo deben dejar a un lado sus diferencias y trabajar todos por el mismo objetivo, entonces verán fluir las bendiciones de Dios y el poder del Espíritu para cumplir nuestra misión. No es que debemos fundirnos el uno en el otro perdiendo nuestra individualidad, no es eso; sino que debemos aprender a estar unidos a pesar de nuestra diversidad. Se puede hacer esto con la ayuda de Dios.

Conclusión

La presencia del Espíritu en el alma humana no anula nuestra peculiar forma de ser, nuestro temperamento, pero sí que lo controla y lo somete a la dirección del mismo. Todos los discípulos pasaron por esta experiencia y llegaron a la unidad perfecta. ¿Será que deseamos nosotros también llegar a gozar de esa unidad?

“De la interminable variedad de plantas y flores, podemos aprender una importante lección. Todas las flores no son las mismas en forma ni en color. Algunas poseen virtudes sanadoras. Otras tienen siempre fragancia. Hay cristianos profesos que piensan que es su deber hacer que todos los demás cristianos sean iguales a ellos mismos. Este es el plan del hombre, no el plan de Dios. En la iglesia de Dios hay lugar para caracteres tan variados como las flores de un jardín. En su jardín espiritual hay muchas variedades de flores… En medio de la diversidad de modos de pensar y de ideas, hay un tema que debe unir los corazones: la conversión de las almas a la verdad, que conducirá a todos a la cruz“ (El Evangelismo, 77).

Que el Señor nos capacite, queridos jóvenes y ayude a consagrarnos a Él de todo corazón, para que podamos alcanzar la unidad perfecta del Espíritu. Amén.

© José Vicente Giner

Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General

Para la reflexión personal y en grupo:

  1. ¿Estaban unidos los discípulos de Jesús?
  2. ¿Qué buscaba cada uno de ellos?
  3. ¿Cómo llegaron a la unidad de la fe?
  4. ¿Cuál es la clave para que la iglesia reciba la lluvia tardía?

Versiones bíblicas usadas:

LBLA La Biblia de las Américas

RVR1960 Reina Valera 1960