No nos dejes caer

Octubre 2021

Mis queridos jóvenes:

Hoy queremos meditar sobre el objetivo principal que debe tener cada creyente en su vida de fe y lo encontramos en forma de oración en el Padrenuestro: “No permitas que cedamos ante la tentación, sino rescátanos del maligno“ (Mat. 6:13). (NTV). Sí, esta debe ser la meta fundamental de los que creemos y servimos a Dios: No pecar. Jesús nos enseña a pedirle a Dios que nos ayude a ser fieles y a no trasgredir sus mandamientos. 

La pureza de corazón

Poseer un carácter puro como el de Jesús, nuestro modelo, debiera ser nuestra aspiración constante y permanente. Es muy peligrosa la idea de que no podremos jamás dejar de pecar, porque esto nos afinca en el conformismo del pecado. Es decir pecaremos siempre porque tenemos una naturaleza pecaminosa y no podemos cambiar. Entonces ¿dónde queda la enseñanza bíblica de que debemos ser santos y de que en Cristo todo lo podemos? ¿Es posible vencer nuestros pecados conocidos?

Estar en armonía con la Ley de Dios se compara con ser puros: “Y todo el que tiene esta esperanza {puesta} en El, se purifica, así como El es puro“ (1 Jn. 3:3). (LBLA). Esta es la obra a la que nos llama Dios: Buscar la pureza de corazón, la perfección de carácter. David lo expresó así: “Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve“ (Sal. 51:7). (LBLA). Todo lo que en esta vida no nos ayude a conseguir un carácter puro debiera ser considerado como basura para nosotros porque solo los limpios de corazón verán a Dios (Mat. 5:8). Por eso el apóstol Juan nos dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo“ (1 Jn. 2:15-16). (RVR1960).

Recordemos el caso de Enoc. “Durante trescientos años Enoc buscó la pureza del alma, para estar en armonía con el cielo. Durante tres siglos anduvo con Dios. Día tras día anheló una unión más íntima; esa comunión se hizo más y más estrecha, hasta que Dios lo llevó consigo… Fue el primero de los hombres que llegó allí“ (Patriarcas y Profetas, 67). Este Testimonio nos muestra que Enoc venció sus pecados, que creció espiritualmente, que cada vez fue más semejante a Dios en carácter y que al final reflejó en su vida el carácter de su Creador, por eso fue llevado al cielo.

José, el hijo de Jacob, fue un hombre muy probado a pesar de su juventud. Pero resolvió en su corazón ser puro, fiel a Dios en cualquier circunstancia en la que se viera envuelto donde iba como esclavo. Y así fue, porque cuando se encontró con sus hermanos que le habían hecho tanto daño, les perdonó y amó, devolvién–doles bien por mal. José llega a ser, por la vida que vivió, un prototipo de Cristo porque logró reflejar su carácter.

Pablo nos dice cuál es la voluntad de Dios: “Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación“ (1 Tes. 4:3). (LBLA). La pureza de corazón es la perfección moral, armonía plena con la Ley de Dios: “La ley de Dios es la única verdadera norma de perfección moral. Esa ley fue ejemplificada prácticamente en la vida de Cristo. El dice de sí mismo: “Yo he guardado los mandamientos de mi padre”. Juan 15:10“ (La Edificación del Carácter, 79).

“El apóstol Pablo describe el fruto que el cristiano ha de llevar. El dice que es “en toda bondad, justicia y verdad”. Efesios 5:9. Y de nuevo leemos: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”. Gálatas 5:22, 23. Estas preciosas gracias son sólo los principios de la ley de Dios cristalizados en la vida“ (La Edificación del Carácter, 79).

El pecado y la tentación

El pecado es deficiencia moral, fallar el blanco, transgresión de la Ley de Dios. Pecamos porque caemos en la tentación. ¿Qué es la tentación? Invitación al pecado. Hay dos frentes por las cuales somos tentados. Uno es el diablo y sus ángeles, ellos nos tientan cada día. Podríamos denominar esta clase de tentación “externa“ porque viene del diablo. La otra clase de tentación sería de carácter interno porque al poseer una naturaleza pecaminosa, nosotros mismos buscamos el mal por inclinación natural: “¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior“ (Stg. 4:1). (DHH).

La tentación del enemigo se valdría para darle forma a su invitación al pecado, del elemento interior del humano que lo hace tender a la trasgresión. Es decir, a una persona que le atrae mucho el dinero, vive con esta obsesión, Satanás lo sabe y le presentará tentaciones que vayan en esta dirección y que lo prueben al máximo. Un ejemplo bastante claro lo encontramos en Judas: “Judas tenía, por naturaleza, fuerte apego al dinero; pero no había sido siempre bastante corrupto para realizar una acción como ésta. Había fomentado el mal espíritu de la avaricia, hasta que éste había llegado a ser el motivo predominante de su vida. El amor al dinero superaba a su amor por Cristo. Al llegar a ser esclavo de un vicio, se entregó a Satanás para ser arrastrado a cualquier bajeza de pecado“ (El Deseado de Todas las Gentes, 663).

Aquí tenemos lo que afirmábamos. Satanás conocía el apego que profesaba Judas al dinero y se aprovechó, era algo que este tesorero del grupo de los doce había fomentado, era por su propia voluntad y decisiones que había crecido en su corazón esta gran avaricia. Judas decidió cultivar su pasión mortal y no hizo ningún esfuerzo para vencer la atracción fatal hacia el dinero. ¿Piensas que habría podido vencer su pecado secreto de haber tomado la decisión de hacerlo? ¿Podría haber llegado a amar más a Cristo que a las riquezas? Sí, claro que sí. ¿Por qué no lo hizo? Porque se dejó arrastrar, no luchó contra esa terrible tendencia. De haberlo hecho Jesús le hubiera ayudado como ayudó a los demás discípulos a vencer sus faltas.

Somos tentados cada día por distintas vías. Ser tentados no significa que estamos pecando, la tentación no es pecado es una invitación a pecar, de nosotros depende lo que decidiremos.

La victoria del cristiano

El diablo no puede obligarnos a pecar, nos invita, presiona, insiste, pero no puede obligarnos, la decisión es nuestra siempre. Le tenemos que dar el sí antes de pecar y esta es una buena noticia. “Resistir al diablo y a nuestras tendencias es nuestra lucha. Nada menos que esta obediencia hará frente a los requisitos de la Palabra de Dios. “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”. 1 Juan 2:6. No podemos afirmar que somos incapaces de hacerlo, porque tenemos la seguridad: “Bástate mi gracia”. 2 Corintios 12:9. Al mirarnos en el espejo divino, la ley de Dios, vemos el carácter excesivamente pecaminoso del pecado, y nuestra propia condición perdida como transgresores. Pero por el arrepentimiento y la fe somos justificados delante de Dios, y por la gracia divina capacitados para prestar obediencia a sus mandamientos“ (La Edificación del Carácter, 79). (El énfasis es nuestro).

En estas palabras inspiradas encontramos la clave de nuestra victoria: La gracia divina obrando en el alma. Cuando nos colocamos por la fe en las manos de Jesús, Él nos capacita con su gracia divina para vencer nuestras tendencias y el poder de las tentaciones del enemigo. “El tentador no puede nunca obligarnos a hacer lo malo. No puede dominar nuestra mente, a menos que la entreguemos a su dirección. La voluntad debe consentir y la fe abandonar su confianza en Cristo, antes que Satanás pueda ejercer su poder sobre nosotros“ (El Deseado de Todas las Gentes, 100).

Esto es muy esperanzador para todos los que luchamos cada día contra nuestras tendencias heredadas y adquiridas, Jesús nos otorga su gracia para que ejerzamos en la correcta dirección el poder de nuestra voluntad, para que desarrollemos hábitos de vida que nos ayuden a desapegarnos del mal, para que hallemos deleite en obedecer a nuestro Dios y rechacemos ofenderle con la transgresión. José lo expresó con esta declaración que le hizo a una mujer malvada que deseaba hacerle pecar: “¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?“ (Gén. 39:9). (RVR1960).

Conclusión

No es una cuestión ambigua y complicada de entender. Pecamos porque lo deseamos, no porque es imposible resistir la tentación. Pecamos porque no hacemos provisión para unirnos de tal manera a Cristo que su gracia nos circunde y capacite para resistir, como lo hizo Juan, Boanerges, hijo del trueno, que llegó a ser el “discípulo del amor“. Pecamos porque alimentamos más nuestra naturaleza pecaminosa con la basura de esta vida que la del “hombre interior que se deleita en la Ley de Dios“.

“Muchos cristianos serian mas fervientes y devotos si supieran que les queda poco tiempo de vida, o que la venida de Cristo esta por suceder“ (Patriarcas y Profetas, 69).

Tomemos la resolución de no ofender a Dios. Es peligrosa la idea de que no podemos dejar de pecar. Solos no podemos vencer ni un soplo de viento de tentación, pero con la gracia de Cristo es posible vencer nuestras tendencias heredadas y adquiridas. Te deseo lo mejor y que Dios te bendiga. Amén.

José Vicente Giner

Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General

Para la reflexión:

  1. ¿Qué ensena la Biblia que es pecado?
  2. ¿Podemos vencer el pecado?
  3. ¿Cómo ha dispuesto Dios que podamos vencer el pecado?

Versiones bíblicas usadas:

DHH Dios Habla Hoy

NBLA Nueva Biblia de las Américas

NTV Nueva Traducción Viviente

RVR1960 Reina Valera 1960