El Amor

Mensaje de Marzo 2020

Mis queridos jóvenes:

Os saludo en el nombre del Señor Jesucristo y pido que sus bendici­o­nes, amor y dirección sean sobre vosotros en abundancia.

La desvirtuación del amor

            En este mes reflexionaremos sobre el concepto del amor y para eso nos basaremos en el texto de Pablo: El amor nunca deja de ser“ (1 Cor. 13:8). (RVR1960).           

Hablar del amor es un reto difícil, ¿por qué? Porque es una de las palabras y conceptos más usados de forma inadecuada. A fuerza de alejarnos de Dios y de su propósito al crearnos, también nos hemos distanciado como humanidad del amor auténtico que procede del Creador. Es decir que lo que nosotros experi–mentamos como amor no es más que un pálido reflejo o una burda expresión del amor auténtico que nace en el seno de Dios.

Hoy es normal escuchar la palabra “amor“ en nuestro medio. Aparece en los films de Hollywood, se maneja entre los jóvenes, en las publicaciones de novelas, pero ¿es esta la clase de amor que satisface y eleva al que lo expresa?

El amor en nuestros días no es más que un concepto abstracto que no logra echar raíces entre la gente, porque casi todos buscan su propio interés, el egoísmo lo impregna todo y este es el enemigo acérrimo número uno del amor auténtico. Nuestro amor es condicional y sólo le damos expresión cuando nos conviene y como consideramos oportuno. Es sorprendente e increíble el hecho de lo fácil que dejamos de amar los humanos. Sólo echemos un vistazo a la institución matrimonial. Ante el altar la pareja promete amarse hasta que la muerte les separe, pero más de la mitad de los matrimonios se divorciarán antes de morir. ¿No es esto una paradoja? Se han prometido amor eterno, pero no han podido cumplir su promesa porque no era un amor verdadero.

Sentimientos y decisiones

El texto que nos sirve de base para la reflexión nos dice que el amor nunca deja de ser. Si la pareja se prometió amor eterno y de pronto ese amor se acabó es porque no se amaban. El amor no es una emoción o un sentimiento, y fácil–mente se confunde con estos. Una emoción o un sentimiento no son una guía segura para saber si estamos en sintonía con el verdadero amor o no. Las emociones son cambiantes como el tiempo, son inestables y pueden manifestarse o no. No siempre nos emocionamos con la misma música, no siempre estamos del mismo estado de humor, no siempre vibramos de emoción con la misma palabra que ayer nos arrobó.

La vida no puede estar basada en las emociones y los sentimientos, debe centrarse en decisiones y principios. Aunque no estamos defendiendo la tesis que no debemos tener emociones y sentimientos. No. Somos seres emotivos, Dios nos ha creado así. Pero después del pecado las emociones no son una guía segura. Debemos ir a la Palabra para saber si estamos en línea con Dios o no. Nuestra naturaleza pecaminosa nos puede jugar malas pasadas, haciéndonos creer que algo es bueno cuando en realidad nos está perjudicando. Por eso la guía segura es la Palabra de Dios, invariable, fecunda, poderosa, ayer, hoy y siempre.

Yo no me he movido por mis emociones para educar a mis hijos, sino por decisiones que he tomado cada día. ¡Cuántas veces uno tiene ganas de levantarse a calmar a los niños cuando lloran! Sin embargo hay que hacerlo. A veces pasa que uno tiene que hacer un trabajo que no le apetece, un viaje que no le inspira, una visita desagradable, pero hay que hacerlo porque es necesario. Uno decide hacer lo que es correcto porque es correcto o justo y basta. El sentimiento o lo emoción puede ser que esté en armonía con mi decisión, pero a veces no estará y deberá primar el deber. Hay que hacerlo y se hace, me apetezca o no. ¡Cuánta gente no iría a trabajar cada mañana, pero debe hacerlo!

El amor es una decisión, no una emoción, aunque la decisión de amar puede estar cargada de una sana emoción pero nunca dependerá de esta. Yo decido amar a mi esposa toda la vida y centro todas mis energías, esfuerzos, pensamientos y decisiones en respetar y preservar esa decisión. El principio bíblico me dice que no puede agotarse el amor, nunca debe dejar de existir en mi vida y yo voy a vivir en función de esa máxima, en los buenos como en los malos momentos. Decido amar y con la ayuda de Dios vivo para cumplir mi propósito sagrado, que debe ser invariable. ¿No es eso lo que prometemos los esposos ante Dios, el pastor y la congregación cuando prometemos amar a nuestro cónyuge hasta que la muerte nos separe?

El amor auténtico y la ley de Dios

Si deseamos beber agua pura debemos ir al manantial donde se origina el cristalino líquido. Así ocurre con el verdadero amor, debemos acudir a la fuente y esa fuente es Dios. La Biblia nos enseña que “Dios es amor“ (1 Jn. 4:8), y que ese amor se ha mostrado con toda su potencialidad en Jesús. La vida del Salvador fue una expresión auténtica y única del amor genuino. Todo lo que él hizo, pensó y expresó estaba impregnado de amor. En realidad ese amor era una manifesta–ción de su obediencia a la Ley de Dios. Pocos hablan de la Ley de Dios como la ley del amor, más bien colocan el acento sobre la justicia de la ley pero no en el amor que expresa la ley. Si bien nos fijamos veremos que la ley es una invitación a amar a Dios (los cuatro primeros mandamientos) y al prójimo (los seis restantes) y el apóstol Pablo enseña que el cumplimiento de la ley es el amor (Rom. 13:10).

Muchas iglesias enseñan que la ley es un yugo difícil de soportar y que no estamos obligados a someternos a ella, que era parte de la antigua dispensación y que Jesús la anuló en la cruz. ¿Cómo podía el Salvador anular o abrogar la ley del amor en la cruz? ¡Esto sencillamente es imposible! Cristo cumplió la ley porque amó a su Padre por encima de todo y al prójimo como a sí mismo. ¿Qué sentido tenía la anulación de la ley? Ninguno, más bien al contrario. Era necesario que con la muerte de Cristo quedara confirmada la validez de la ley, ya que el Salvador murió porque el humano la había trasgredido y debía hacer expiación por ello. Si se podía anular después de la muerte, hubiera podido anularse antes y evitar la muerte del Señor. De hecho nadie sabría que está en pecado si no existiera la ley, porque el pecado es trasgresión de la ley (1 Jn. 3:4).

Así es que cuando hablamos de amor hablamos de obediencia a nuestro Padre. El amor ágape, el que procede de Dios y se manifiesta en sus hijos, no es una emoción, porque las emociones pasan; no es un sentimiento porque estos también son cambiantes, es una decisión que se mantiene en el tiempo y se respeta con la ayuda de Dios.

Así es que cuando hablamos de amor hablamos de obediencia a nuestro Padre. El amor ágape, el que procede de Dios y se manifiesta en sus hijos, no es una emoción, porque las emociones pasan; no es un sentimiento porque estos también son cambiantes, es una decisión que se mantiene en el tiempo y se respeta con la ayuda de Dios. Uno de los atributos de Dios es la inmutabilidad: Yo, el Señor, no cambio“ (Mal. 3:6). (NVI) y bien haríamos cada cristiano en pedir a Dios que nos ayudara a reproducirlo en nuestra vida, especialmente en lo que tiene que ver con manifestar el amor auténtico a nuestro Salvador y al prójimo.

Conclusión

            Tomemos el caso de nuestro Señor Jesús, queridos jóvenes. El Salvador tanto nos amaba que decidió venir a este mundo a entregar su vida por cada uno de nosotros. “Decidió“, no fue un arrebato, una inspiración emotiva del momento, no, fue una decisión que tomó en su mente divina y que respetó siempre. Tanto en su encarnación, su ascensión a los cielos y su obra intercesora, el amor de Jesús es incuestionable, inalterable, inconmensurable. Él nos ama siempre a pesar que no lo merecemos, a pesar que a veces le damos la espalda. Su amor es una decisión divina, tomada en su corazón de Dios que nunca será modificada ni alterada, ni cambiada. Nos ama porque esa es su decisión.

Una cosa más para resumir, cada sentimiento y emoción debe ser pasado por el tamiz de la Palabra de Dios, si resiste la prueba no hay nada malo en albergarlos. Yo me puedo emocionar profundamente cada vez que pienso en mi esposa, mis hijos, mis nietos, mis amigos, mis hermanos, etc. Me puedo emocionar ante una puesta de sol o una majestuosa cascada. Esto no tiene nada malo. Especialmente me debo emocionar cuando pienso en la grandeza, profundidad y amor de Jesús que dio su vida por mi. Esto es algo noble y edificante.

Queridos jóvenes, la capacidad de respetar una decisión debe ser cultivada a través de la oración, del estudio de la Palabra, de la reflexión, de la entrega hacia los demás. Si has decidido amar a Dios, mantente sin fluctuar (Heb. 10:23). Si has decidido amar a alguien y fundáis un hogar, amaos siempre y aún en las situaciones más complejas. No debemos olvidar que el verdadero amor “Nunca deja de ser“. Amén.

 

José Vicente Giner
Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General

Para la reflexión:

  1. ¿Qué diferencia existe entre sentimientos y principios?
  2. ¿Los sentimientos y las emociones son buenos o malos?
  3. ¿Por qué no pueden servir de guías los sentimientos y las emociones?
  4. ¿Qué significa mantener una palabra toda la vida y que relación tiene con el verdadero amor?

 

Abreviaturas de versión bíblicas

 

RVR1960            Reina-Valera 1960