Confía en Dios

Mensaje Abril 2020

Mis queridos jóvenes:

Os saludo en el nombre del Señor Jesucristo y pido que sus bendiciones, amor y dirección sean sobre vosotros en abundancia.

Conceptualización

Reflexionaremos sobre las palabras que aparecen en el Salmo 37:5, “Pon tu vida en las manos del Señor; confía en él, y êl vendrá en tu ayuda» (DHH)

Si hay algo que valoramos profundamente los seres humanos es la confianza que la gente nos tiene y la que depositamos en ella. Cuando se pierde la confianza es difícil fraguar o continuar una relación de amistad sincera y duradera, ya que la base del buen entendimiento es la confianza en el otro. Necesitamos tener confianza en las personas que nos rodean y sobre todo en Dios. ¿Qué significa tener confianza? El término “confianza” viene del latín y quiere decir “con fe”; es un esperar con firmeza y seguridad algo de alguien, lo que supone que nuestra confianza se puede ver fortalecida o debilitada de acuerdo a las reacciones de quien esperamos algo. La confianza es una “hipótesis” sobre la conducta futura del otro.

Depositar la confianza en Dios

Con esta premisa podemos entender que cuando esperamos una bendición de Dios, su ayuda y amor, especialmente en los momentos más delicados por los que nos toca pasar, es porque hemos desarrollado la confianza en Él y en su Palabra. Para confiar en Dios debemos conocerle, este es el secreto. ¿Te relacionas con el Señor cada día? La Biblia dice: “Bendito el hombre que confía en el Señor y pone su confianza en Él” (Jer. 17:7). (NVI), lo que significa que es feliz aquel que decide confiar en el Dios. ¿Por qué es importante confiar en Dios? Porque aunque podemos depositar en los seres humanos nuestra confianza, sabemos que estos son falibles y proclives a equivocarse, especialmente limitados en todas las áreas. Un hombre o una mujer no tienen todo el conocimiento del mundo; tampoco poseen la capacidad de curar toda enfermedad o de librarnos de toda dificultad. Podemos confiar que la persona en la que hemos depositado nuestra confianza, hará lo mejor, pero sabemos que tiene un límite que no puede traspasar. Ahí es donde entra Dios.

En este tiempo que corre, viviendo la laceración de una pandemia vírica a nivel mundial, cuando se escuchan miles de voces anunciadoras de catástrofes futuras y voces clamorosas y sufrientes que se elevan al cielo, cabe preguntarse, ¿en qué me va ayudar confiar en Dios? En mucho, absolutamente. Los humanos hacen todo lo posible por paliar y eliminar los efectos de esta enfermedad y esperamos lo mejor. Cada uno de nosotros debemos convertirnos en instrumentos del bien, hacer de nuestra parte lo mejor para ser parte de la solución de los problemas. Pero… cuando suceden cosas que van más allá de nuestro control y que ponen a prueba nuestra capacidad de soportar, debemos confiar en Dios, porque Él tiene el dominio de “todo”, sí, de “todo” en la vida. No olvidemos que Él dividió el Mar Rojo en dos partes; que resucitó a los muertos, curó a los enfermos, devolvió la vista a los ciegos y a los mudos el habla; caminó sobre las aguas del mar; dominó la tormenta… Y mucho más.

No te dejes abrumar por lo que escuchas y ves, querido joven, sólo confía en Dios y espera en Él. Es muy fácil derrumbarse y dejarse llevar por el pánico cuando las aguas se desbordan. Pero cuando aprendemos a confiar en Dios, la primera cosa que hacemos es dejarlo todo en sus manos y hacer lo mejor de nuestra parte, es decir aquello que como humanos nos es dado el hacer, porque Dios nunca hará por nosotros lo que Él nos ha dado la capacidad para hacer. Si yo puedo evitar una enfermedad adquiriendo hábitos sanos o siguiendo las normas sanitarias, no es que ahora comiendo y bebiendo y haciendo lo que quiera voy a confiar que nada me va a pasar. Eso es presunción, nada de fe. Si hacemos lo mejor de nuestra parte podemos descansar sobre la base de la confianza en Dios.

Ahora bien, si a pesar de mis esfuerzos humanos, buena voluntad y correcta actitud de vida me viene un problema, es imperativo que aprenda a confiar que Dios ha prometido que proveerá y que hará lo mejor por mi. Cuando oramos a Dios debemos hacerlo siguiendo la enseñanza de Jesús. El Maestro siempre oró a su Padre confiando que la respuesta que recibiría sería lo que más le convenía. Tres veces oró así en el Getsemaní: “Padre, si quieres, te pido que quites esta copa de sufrimiento de mí. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía” (Luc. 22:42). (NTV).

Esta es la parte más difícil y complicada en la vida de fe y es lo que nos toca cultivar más, ya que nuestra tendencia natural es pedir lo que nos gusta o creemos que nos conviene. A veces queremos una cosa y nos obcecamos por conseguirla, pero ¿sabemos si nos conviene? No, sin embargo Dios sí que sabe qué es lo mejor para nosotros y llevado por su gran amor, bondad y misericordia, cuando depositamos nuestra confianza en Él, nos da lo mejor. Puede ser que no sea lo que esperamos, pero de seguro que es lo que más nos conviene. Es lo que enseña el apóstol Pablo: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman…” (Rom. 8:28). (DHH).

El verdadero amor echa fuera el temor

Hay situaciones en la vida que nos cubren como una ola y pareciera que nos van a anegar. Tal y como se dijo ya, lo primero que debemos hacer como cristianos es aprender a confiar en Dios. Él es el único que puede enderezar lo torcido y allanar las montañas de dificultades. Sabemos, por las profecías, que este evento actual que vivimos, así como otros que ya tuvieron lugar, son anuncios precursores de la segunda venida de Jesús. Pero no podemos llenarnos de miedo como si no tuviéramos un Dios poderoso al que pedir y en quien confiar. Tampoco debemos creer y orar motivados porque ocurre esta calamidad. La fe tiene que cultivarse siempre, en cada momento, lugar y circunstancia. ¿Qué sucederá cuando pase esta pandemia? ¿Será que la gente seguirá creyendo, orando y ayunando con el mismo fervor? No sé… ¡Ojalá fuese así! Pero no ocurrirá si la gente se acerca a Dios por miedo (1 Jn. 4:18).

No es por miedo que nos debemos preparar para la segunda venida de Cristo, sino por amor a Jesús; cuando los predicadores basan sus discursos en el miedo, la gente parece motivada a ser más espiritual, pero cuando ven que no pasa nada, pierden su fervor y abandonan. Lo que nos enseña la Palabra es que debemos velar y orar en todo tiempo, sin cesar (1 Tes. 5:17), porque nadie sabe ni el día ni la hora de la segunda venida de Cristo (Mat. 24:36). No buscar a Dios sólo cuando nos vemos con el agua el cuello, sino también cuando todo nos va bien. Quien estudia la Biblia sabe que el regreso de Jesús por segunda vez a esta tierra se anunció desde las primeras páginas de Génesis, durante el Antiguo Testamento se reiteró esta promesa y el mismo Cristo y sus discípulos lo declararon sin ambages. Cientos de generaciones de cristianos han esperado este evento con gozo en sus corazones. No debemos mirar la segunda venida de Cristo como el fin del mundo, sino el fin del sufrimiento, del dolor y de la muerte. ¿No es maravilloso? No es el fin de la vida humana, que es finita, sino el comienzo de la vida eterna, llena de dicha y paz.

Conclusión

Necesitamos aprender a confiar en la Palabra de Dios, revelada en la Biblia, por eso debemos estudiarla cada día, sabiendo que aferrarse de la mano del Señor es lo único que nos sostendrá y confortará en un mundo en constante agitación, lo único que nos dará paz interior y estabilidad emocional. Dios es amor, desea nuestro bien. Que terminemos agitados y perturbados de ánimo no entra dentro de sus planes. Él quiere vernos felices y apoyados en su inmenso

amor que nos manifestó en el Calvario a través del sacrificio del Señor Jesucristo. Su amor es inconmensurable y nunca dejará de ser. Pensar en esto, hacer nuestra esta verdad, es lo que nos dará vitalidad en medio de la crisis, la opresión y la enfermedad. El texto inspirado nos dice: “El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: El cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más

potentes de nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libra el alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: El gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida” (El Ministerio de Curación, pág. 78). Recuerda la promesa: “Pon tu vida en las manos del Señor; confía en él, y él vendrá en tu ayuda”. Que Dios te bendiga ricamente. Amén.

José Vicente Giner

Pastor y director del Departamento de Jóvenes de la Asociación General

 

Para la reflexión:

  1. ¿Qué significa la expresión “confía en Dios”?
  2. ¿En qué situaciones especiales podemos confiar en Dios?
  3. ¿Confiar en Dios significa que siempre nos va a ayudar?

 

Abreviaturas de versión bíblicas

DHH.  Dios Habla Hoy

LBLA. La Biblia de las Américas

NVI Nueva Versión Internacional