Imita lo bueno
Mensaje de Mayo 2019
Mis queridos jóvenes:
Os saludo en el nombre del Señor Jesucristo y pido que sus bendiciones, amor y dirección sean sobre vosotros en abundancia.
La tendencia a imitar
Hoy os invito a reflexionar sobre el texto de 3 Juan 1:11, “Amado, no imites lo malo sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; el que hace lo malo no ha visto a Dios” (LBLA).
A los seres humanos por naturaleza nos gusta el mal, queramos admitirlo o no, la historia lo demuestra. Por eso no es de extrañar que tendamos a imitar lo malo. El mal se propaga como un virus y es muy difícil contenerlo. Esta es la consecuencia del pecado. En el mundo natural existen ejemplos que lo confirman. Si en un cajón hay varios kilos de manzanas en buenas condiciones y entre todas ellas se encuentra una en fase de descomposición, todo el resto de manzanas, por muchos kilos que sean, nunca podrán detener la pudrición de esa sola manzana, sucederá al contrario: la manzana en malas condiciones pudrirá las otras. Así ocurre con las personas, una persona que está infectada por un virus contagiará a miles, pero miles de personas sanas no podrán hacer sana a la enferma.
En el ámbito espiritual sucede lo mismo, por eso Dios siempre advirtió a sus hijos: ”No imites la maldad de las mayorías” (Éx. 23:2). (NVI). La razón es porque las naciones paganas vivían alejadas de Dios y tenían costumbres degradantes y como es más fácil imitar el mal que el bien, debían abstenerse de relacionarse con esas naciones.
El pueblo de Israel tenía que expulsar a las tribus que vivían en la tierra de Canaán, para poder tomar posesión de ella; esta era la orden divina: “Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo” (Deut. 7:3). (RVR1960). La base para esta decisión divina la vemos en el versículo siguiente: “Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto” (Deut. 7:4). (RVR1960).
Pero vemos que no cumplieron el deseo de Dios e hicieron a muchas de estas naciones tributarias. Les permitieron morar con ellos y los israelitas se contaminaron, el proceso de degradación o pudrición espiritual les afectó rápidamente, como la manzana podrida afecta a las sanas.
La degradación del humano
Cuando los reyes de Israel hicieron alianza con las naciones paganas, a través de matrimonios, rápidamente se dejó de ver los resultados nefastos para la nación israelita. Salomón fue un caso claro. Sus matrimonios con mujeres incrédulas, de hábitos contrarios a la fe del pueblo de Dios, alejaron su corazón de la verdad y terminó construyendo templos a divinidades paganas, dándole así la oportunidad a su gente de adorarlos, algo contrario a la ley de Dios. ¡Qué terrible influencia ejerció el rey más sabio de la tierra por imitar el mal! Muchos israelitas se desviaron de la fe por culpa de Salomón, ese joven rey que al principio de su reinado fue honrado de manera especial: “Dios dio a Salomón sabiduría, gran discernimiento y amplitud de corazón como la arena que está a la orilla del mar” (1 Rey. 4:29). (LBLA).
Qué grandeza espiritual podría haber desarrollado el rey, Dios le había dado el potencial para alcanzar una gran altura, sin embargo decidió imitar el mal. El Espíritu de Profecía dice: “Salomón se desvió del goce de la comunión divina para hallar satisfacción en los placeres de los sentidos… Por su propia amaga experiencia, Salomón aprendió cuán vacía es una vida dedicada a buscar las cosas terrenales como el bien más elevado. Erigió altares a los dioses paganos, pero fue tan sólo para comprobar cuán vana es su promesa de dar descanso al espíritu… Para él ya no había gozo en la vida ni paz espiritual, y el futuro se le anunciaba sombrío y desesperado” (Profetas y Reyes, pág. 55). Sabemos que por el tiempo, este rey se arrepintió de sus pecados y cambió de rumbo para deshacer lo malo que había hecho. Pero siempre quedaron las huellas de sus pecados.
Una decisión que hay que tomar
Hoy no ha cambiado mucho el panorama en nuestras sociedades moder-nas. Abunda el pecado y la gente que lo practica. Por esa ley natural que gobierna el corazón es muy difícil para los cristianos mantenerse firmes en la fe y fieles a los principios eternos. Sólo por la gracia de Dios podemos ser preser-vados del mal.
Pero cada servidor de Cristo debe tomar una decisión en su mente de no imitar lo malo y de abstenerse de toda clase de mal. La pluma inspirada nos dice: “Muchas de las diversiones que son populares en el mundo hoy, aun entre aquellos que se llaman cristianos, tienden al mismo fin que perseguían las de los paganos. Son, en verdad, pocas las diversiones que Satanás no aprovecha para destruir las almas. Por medio de las representaciones dramáticas ha obrado durante siglos para excitar las pasiones y glorificar el vicio. La ópera con sus exhibiciones fascinadoras y su música embelesadora, las mascaradas, los bailes y los juegos de naipes, son cosas que usa Satanás para quebrantar las vallas de los principios sanos y abrir la puerta a la sensualidad. En toda reunión de placer donde se fomente el orgullo o se de rienda suelta al apetito, donde se le induzca a uno a olvidarse de Dios y a perder de vista los intereses eternos, allí está Satanás rodeando las almas con sus cadenas” (Patriarcas y Profetas, pág. 491).
Debemos aprender a imitar lo bueno y la mejor forma es tomando un ejem-plo irreprochable y perfecto: Nuestro Señor Jesús. Las personas nos defraudan y también nosotros defraudamos a los demás. Pero el Señor Jesús es puro, santo, perfecto, lleno de vida y amor, maravilloso, bondadoso, misericordioso, eterno. No había en Él nada que manchase su carácter; el diablo no pudo encontrar absolutamente nada para acusarle, porque fue perfecto. Todo humano necesita el ejemplo de Jesús: “Acepten mi enseñanza y aprendan de mí que soy paciente y humilde. Conmigo encontrarán descanso” (Mat. 11:29). (PDT).
Conclusión
Imitar a Jesús nos da la garantía de que hemos aceptado al mejor modelo del Universo. “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Jn. 13:15). (RVR1960).
El problema es que sin ayuda divina no podemos hacerlo, porque nuestra naturaleza está corrompida por el pecado. Lo mejor de todo, querido joven, es que Jesús, no sólo desea que le imitemos, sino que nos da la fuerza, la capacidad, el poder de su Santo Espíritu para que este ejercicio de fe podamos llevarlo a buen término. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu” (Zac. 4:6). (RVR1960). Que el Señor te bendiga y guarde, querido joven. Amén.
José Vicente Giner
Pastor y director del Departamento de Jóvenes de la Asociación General
Para la reflexión:
1. ¿A quién te ha gustado siempre imitar?
2. ¿Ha sido un modelo bueno para ti?
3. ¿Te ha defraudado alguien a quién has decidido imitar?
4. ¿Desde cuándo decidiste imitar a Cristo?
5. ¿Qué clase de obstáculos encuentras en esta empresa espiritual? 6. ¿Qué crees tú que te puede ayudar para ser como Jesús?
Abreviaturas de versión bíblicas
LBLA La Biblia de las Américas
NVI Nueva Versión Internacional
PDT Palabra de Dios para Todos
RVR1960 Reina-Valera 1960