Si Dios quiere…

Noviembre 2022

 

Mis queridos jóvenes:

Muy a menudo escuchamos decir: “Mañana iré allí”, “el domingo nos vemos”, “me gradúo el viernes” y frases parecidas, donde se ve el deseo humano de hacer algo concreto. No tiene nada malo, el problema es que se excluye a Dios del proyecto. Dios es soberano, a Él pertenecen los tiempos y nada ocurre sin que lo permita o provoque, aun las cosas más pequeñas. Por eso Santiago aclara este asunto cuando dice: ”!Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias” (Stg. 4:13-16). (RVR1960).

Forzando a Dios

Este mismo asunto rige en muchas de las oraciones que se elevan a Dios. Se pide por tal y cual cosa, pero sin dejar lugar a la voluntad soberana y sabia del Señor. Santiago mismo dice en el mismo contexto del versículo anterior: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal…” (Stg. 4:3). Aunque está hablando de aquellos que piden para gastar en sus deleites, también se aplica a cualquier oración que no contemple la voluntad soberana de Dios. Como, por ejemplo, cuando pedimos a Dios que cure a tal o cual persona o a nosotros mismos. Es como forzarle a la curación, sin entender que Él conoce todo lo que nos rodea o interiorizamos en nuestra mente; todas las circunstancias futuras y pasadas, en realidad aquello que nos conviene y no aquello que queremos. Aceptar aquello que nos conviene en vez de aquello que deseamos, es un reto tremendo para cada creyente, por lo que nos formamos de manera natural a desear o anhelar lo que creemos que es mejor para nosotros, sin tener un conocimiento profundo de todas las variantes, situaciones o circunstancias que pueden ocurrir durante el proceso y que sólo Dios conoce.

Dicho de otra manera, más sencilla. Nosotros pedimos o pensamos según nuestra limitada visión. Un ejemplo. Cuando Samuel fue a casa de Isaí para ungir al futuro rey de Israel y estuvo delante de Eliab, dijo: “Ciertamente el ungido del Señor está delante de Él” (1 Sam. 16:6). (LBLA). Si hubiera dependido de Samuel, Eliab hubiera sido ungido, pero sin el consentimiento de Dios, y esto puede ocurrir en nuestros días. Hacemos o pensamos y decidimos cosas según nuestra visión humana limitada. Pero… ¿qué piensa Dios en realidad? ¿Cuál es su voluntad?

Menos mal que Samuel era un hombre de oración y fe, por eso pudo recibir la evidencia de que aquella idea de que Eliab era el hombre indicado, estaba equivocada. Y Dios le fue guiando hasta que llegó David, el que había sido elegido por el cielo como futuro rey. Un pensamiento, querido joven: ¿Qué hubiera pasado de no haber sido Samuel un hombre de oración y de comunión estrecha con Dios? Ya lo podemos imaginar.

Buscar la voluntad divina

Siguiendo esta línea de pensamientos, podemos introducir otro asunto que está relacionado con lo que hablamos. Cuando un joven o una joven deciden buscar futuro cónyuge para fundar un hogar. De forma natural son dirigidos por criterios humanos. Pero un creyente tiene a su disposición algo mucho más poderoso y acertado que su visión humana, y es la voluntad soberana de Dios, que segura–mente se manifestará cuando uno esté dispuesto a colocarse completamente en las manos del Todopoderoso y tenga un anhelo ferviente de dejarse llevar por su voluntad divina.

Si la persona en cuestión pide a Dios que le guíe en la elección de su futura pareja y le dice al Señor que, aunque le gusta tal o cual persona, no va a elegir sin su aprobación, está sometiendo su voluntad a la divina; está dejando que Dios le ilumine y manifieste su voluntad, que de seguro se revelará de una u otra manera. Esto es lo que enseña la Biblia y los Testimonios: “Porque en ti espero, oh Señor; tú responderás, Señor, Dios mío” (Sal. 38:15). “Ha considerado la oración de los menesterosos, y no ha despreciado su plegaria” (Sal. 102:17). “Y sabemos que Él nos oye {en } cualquier cosa que pidamos…” (1 Jn. 5:15). (Versión usada LBLA). Existen muchos más textos bíblicos que nos muestran que Dios responde a las oraciones sinceras pidiendo luz.

“Estamos viviendo en los postreros días, cuando la locura referente al matrimonio constituye una de las señales de la próxima venida de Cristo. No se consulta a Dios en estos asuntos. La religión, el deber y los principios son sacrificados para seguir los impulsos del corazón no consagrado” (Joyas de los Testimonios, 1, 574). Los jóvenes cristianos tienen la facultad de elegir a su futuro cónyuge de dos modos: Por el impulso del corazón o porque Dios así lo quiere y aprueba. El criado de Abraham fue comisionado por su señor para que fuera a buscar esposa para Isaac. Conocemos bien la historia. Fue por la oración y firme confianza en el poder de Dios para saber qué es lo que más conviene, que el criado encontró la mujer que Dios había preparado para Isaac. No eligió basándose en su experiencia, inteligencia personal, visión humana, sentimientos o emociones, sino por la evidencia espiritual que Dios le mostró.

Cuando oramos o proyectamos algo, la Biblia nos enseña que debemos pedir o desear según la voluntad divina, tal y como lo expresa Santiago con las palabras: “Si el Señor quiere”. Todo lo que edifiquemos sin tener en cuenta la voluntad de Dios, es frágil, inseguro y seguramente decepcionante. Jesús, que es nuestro ejemplo en todo, cuando se halló en los momentos más difíciles de su vida, rogó: “Padre, si quieres, líbrame de este trago amargo; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Luc. 22:42). (DHH). Aquí está la referencia justa para cada joven en cuestiones de deseos. En su humanidad, Jesús, no deseaba pasar por aquella situación terrible, pero sabía qué debía hacer, lo había hecho toda su vida: Que se haga lo que Dios quiera, su santa y divina voluntad, aunque no coincidiera con la suya. Sólo así pudo vencer en cada conflicto con el enemigo y de hecho esto ya estaba profetizado sobre el Salvador: “Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí” (Sal. 40:8). (NVI).

Conclusión

Querido joven, tenemos un reto por delante cada hijo e hija de Dios: Aprender a hacer la voluntad de Dios; ser conscientes de que es sólo aceptando lo que Dios quiere con relación a nuestra vida y cada asunto que la constituye, como podremos realmente llegar a ser felices. Lo que Dios quiere siempre es lo mejor y es evidente que si la decisión que tomamos se basa en la voluntad soberana de Dios, el éxito estará garantizado. Te invito a hacer tuya la oración de David: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Que tu buen Espíritu me guíe por un terreno sin obstáculos” (Sal. 148:10). (NVI). Amén.

© José Vicente Giner

Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General

Para la reflexión personal y en grupo:

  1. ¿Por qué se pasa por alto a Dios normalmente en los asuntos de la vida?
  2. ¿Qué significa hacer la voluntad de Dios?
  3. ¿Cuán interesados estamos en asumir como actitud dejar que se haga lo que Dios quiere?

Versiones bíblicas usadas:

DHH Dios Habla Hoy

LBLA La Biblia de las Américas

RVR1960 Reina-Valera 1960

NVI Nueva Versión Internacional