Objetivos:

  1. Recordar en qué posición exaltada estaba Salomón cuando era fiel.
  2. Entender que el apartamiento de Dios nos priva de sus bendiciones.
  3. Saber que el pecado degrada al individuo y cauteriza su conciencia.
  4. Motivar a la iglesia a colocarse en armonía con Dios si se alejó.
  5. Recordar que en Cristo hay perdón y restauración.

Introd.

  1. Salomón fue un hombre muy bendecido por Dios, de hecho, se le dio más sabiduría que a ningún ser humano de todos los tiempos. Dios lo honró hablando con él y guiándolo en su regencia, el esplendor de su reinado no tuvo parangón, así como la obras que él hizo. Pero…
  2. 1Pero el rey Salomón, además de amar a la hija del Faraón, se enamoró de muchas mujeres extranjeras; algunas eran de Moab, otras eran de Edom, de Sidón y de los hititas… Tuvo setecientas mujeres a las que hizo reinas, y trescientas concubinas, y todas ellas lo hicieron extra–viarse. Cuando Salomón envejeció, sus mujeres lo hicieron adorar a dioses ajenos, y a diferencia de David, su padre, su corazón dejó de ser perfecto ante el Señor su Dios. Salomón adoró a Astoret, la diosa de los sidonios; y adoró también a Milcón, el repugnante ídolo de los amonitas. Se apartó del Señor y cometió muchas maldades porque, a diferencia de David, su padre, dejó de seguir fielmente al Señor” (1 Rey. 11:1-6). (RVC).

I. UN ARMA PODEROSA

  1. Una de las armas que usa el enemigo para alejarnos de la fe, son los pecados que cometemos. Salomón cayó en pecados que le fueron llevando a cometer más pecados hasta que se alejó completamente de Dios. Sí, queridos jóvenes, el hombre que habló con el Señor y que fue grandemente honrado por el cielo, terminó olvidándose de quien le dio todo.
  2. El diablo ordena a sus ángeles que elaboren tentaciones de todo tipo para presentárselas a la gente y especialmente, a los hijos de Dios. No son tentaciones estándar, son personalizadas, tienen nombres y apellidos. Son especialmente diseñadas para cada uno de los humanos. No importa el tiempo que cada ángel caído pasa diseñando su estrategia de ataque, lo que importa es que sea eficaz ciento por ciento.
  3. Para eso nos estudian, investigan nuestra familia, la carga genética, nuestra educación, el peso del ambiente, lo que nos gusta más que nada (porque lo saben) y proceden a elaborar un plan que lo presentaran en forma de tentación atractiva y poderosa para hacernos caer en el pecado.
  4. “El adversario de las almas no puede leer los pensamientos de los hombres, pero es un agudo observador y toma nota de las palabras. Registra las acciones y hábilmente adapta sus tentaciones a los casos de quienes se colocan al alcance de su poder” (Mensajes Selectos 1:143 -1887).
  5. Normalmente pocos son los que toman medidas para enfrentar la tentación, porque como no ven al diablo en persona, piensan que no existe o que ellos son lo suficientemente fuertes para no caer en sus trampas. Pero en eso consiste el éxito del diablo: El trabajar desde el anonimato, desde las sombras sin que nadie lo sepa y preparar tentaciones que sabe serán efectivas con cada uno de nosotros.
  6. A mí no puede venir a tentarme con tabaco, droga, alcohol y otras cosas… Pero conoce mis puntos flacos y he ahí dónde dirige sus dardos. Nos asalta cuando estamos solos, cuando vamos a ciertos lugares, en el hogar, en el trabajo, en la iglesia… Sí mis hermanos también aquí donde estamos reunidos. Aprovecha toda oportunidad.
  7. “Está presente allí donde los hombres se reúnen para adorar a Dios. Aunque invisible, trabaja con gran diligencia, tratando de gobernar las mentes de los fieles. Como hábil general que es, fragua sus planes de antemano. Cuando ve al ministro de Dios escudriñar las Escrituras, toma nota del tema que va a ser presentado a la congregación, y hace uso de toda su astucia y pericia para arreglar las cosas de tal modo que el mensaje de vida no llegue a aquellos a quienes está engañando precisamente respecto del punto que se ha de tratar. Hará que la persona que más necesite la admonición se vea apurada por algún negocio que requiera su presencia, o impedida de algún vida para vida” (El Conflicto Inminente, 18).
  8. El apóstol Pedro es un ejemplo de cómo el diablo nos estudia y prepara nuestra ruina. Cuando Jesús le dijo a Pedro que iba a abandonar a su Maestro, Pedro dijo: “¡No! -insistió Pedro-. Aunque tenga que morir contigo, ¡jamás te negaré! Y los demás discípulos juraron lo mismo” (Mat. 26:35). (NTV).

II. POR QUÉ CAEMOS

  1. Está claro que Pedro y los otros discípulos, cayeron en el pecado porque llevaban ya tiempo descuidando muchos aspectos de la vida espiritual. Se olvidaron de lo que enseña la Palabra: Porque no estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo de tinieblas que nos rodea” (Efes. 6:12). (DHH).
  2. “Es imposible que nosotros, con nuestra propia fortaleza, sostengamos el conflicto; y todo lo que aleje a nuestra mente de Dios, todo lo que induzca al ensalzamiento o a la dependencia de sí mismo, prepara seguramente nuestra caída. El tenor de la Biblia está destinado a inculcarnos desconfianza en el poder humano y a fomentar nuestra confianza en el poder divino” (Patriarcas y Profetas, 707).
  3. ¿En quién basaba Pedro la obra de no entregar a Jesús? En el yo. “Yo nunca te dejaré”, “yo moriré por ti”, “yo nunca te abandonaré”…
  4. Recordemos el caso de David: “El espíritu de confianza y ensalzamiento de sí mismo fue el que preparó la caída de David. La adulación y las sutiles seduc–ciones del poder y del lujo, no dejaron de tener su efecto sobre él. También las relaciones con las naciones vecinas ejercieron en él una influencia malé–fica… Y en vez de confiar humilde en el poder de Dios, comenzó a confiar en su propia fuerza y sabiduría” (Patriarcas y Profetas, 708).
  5. La obra basada en el yo es el equivalente a construir la casa sobre la arena. Cuando levantamos nuestra casa sobre la arena es fácil que venga la tem–pestad, soplen los vientos y caiga. Mi humanidad y la tuya son tan débiles como la de cualquier ser humano, y nadie puede estar seguro en el terreno donde reina el yo; cualquier ataque del enemigo nos derribará: “Nadie se sienta seguro de que no va a pecar, pues puede ser el primero en ha–cerlo” (1 Cor. 10:12). (TLA).
  6. Cuando dejamos de orar, cuando descuidamos el estudio de las Escrituras, cuando nos alejamos de la comunión fraternal de la iglesia, cuando somos infieles en las cosas pequeñas o cuando no hacemos nada por aquellos que nos rodean, el yo crece de forma desmedida y Cristo deja de reinar en nuestros corazones.
  7. Aquí podríamos hacer algo de matemáticas. Las posibilidades de pecar son directamente proporcionales a nuestro alejamiento de Cristo.

III. ME LEVANTARE E IRE A MI PADRE

  1. Lo mejor, querido joven, es no pecar. Resistir la tentación por el poder divino, evitaremos así, muchos problemas, traumas, remordimientos, angustias, el enfriamiento de la fe y el alejamiento de Cristo.
  2. Pero… “si alguno hubiere pecado…” (Jn. 1 Jn. 2:1), como decía, una de las armas más poderosas del enemigo para alejarnos de Dios es el pecado; por eso tratará de llevarnos a la caída. Una vez hemos pecado viene otro trabajo del diablo: Mantenernos caídos, desanimados, alejados de Cristo y acusados permanentemente.
  3. “El enemigo nos induce a pecar, y luego nos acusa ante el universo celestial como indignos del amor de Dios” (Discurso Maestro de Jesucristo, 99), para que no levantemos cabeza.
  4. “En la experiencia de todos llegan momentos de profundo desánimo y hondo abatimiento. Son días esos en que nos domina la tristeza, y es difícil creer que Dios sigue siendo el bondadoso benefactor de sus hijos terrenales; días en que las tribulaciones atormentan el alma hasta el punto que se desea la muerte. Entonces es cuando muchos se apartan de Dios y caen en la escla–vitud de la duda y el yugo de la incredulidad. Si en ocasiones tales… pudié–ramos discernir el significado de las providencias divinas, veríamos que los ángeles están tratando de salvamos de nosotros mismos, y luchando por afirmar nuestro pie sobre un cimiento más firme que las colinas eternas; entonces surgiría en nuestro ser nueva vida y fe” (Promesas de los Últimos Días, 48).
  5. “Con gratitud Salomón reconoció el poder y la bondad de Aquel que es el más “alto” sobre los altos (Eclesiastés 5:8, VM); y con arrepentimiento comenzó a desandar su camino para volver al exaltado nivel de pureza y santidad del cual había caído. No podía esperar que escaparía a los resultados agostadores del pecado; no podría nunca librar su espíritu de todo recuerdo de la conducta egoísta que había seguido; pero se esforzaría fervientemente por disuadir a otros de entregarse a la insensatez. Confesaría humildemente el error de sus caminos, y alzaría su voz para amonestar a otros, no fuese que se perdiesen irremisiblemente por causa de las malas influencias que él había desencadenado” (Profetas y Reyes, 57).
  6. No debemos permitir, si hemos fallado, que el diablo nos abata, desanime y amargue la vida. Si alguno peca, dice la Palabra, tenemos Abogado. Busquemos el rostro de Dios cuando fallamos y levantémonos, no sigamos caídos lamentando nuestra suerte y menos sigamos pecando, ya que podemos llegar a cauterizar nuestra conciencia.
  7. Cauterizar la conciencia, significa una conciencia “quemada”, incapaz de responder a los llamados divinos. Alguien que repetidamente insiste en pecar, “quema” el sentido de lo correcto e incorrecto, se vuelve insensible. Así no se puede distinguir más entre el bien y el mal.
  8. Para que la conciencia vuelva a cumplir su misión de avisarnos, ponernos en guardia ante el mal, enseñarnos a elegir correctamente, se deben eliminar las acciones que nos alejan de Dios, es decir el pecado. Esto puede afectar a las amistades que tendremos que dejar, al tiempo que pasamos con la red, a la clase de hábitos que tenemos, a aquello que vemos y muchas cosas más.

Conclusión

  1. Cuando buscamos a Dios de corazón, recibimos el perdón y la restauración: “Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Sal. 51:17). (RVR1960).
  2. William James, psicólogo norteamericano, considerado el padre de la psicología estadounidense, dijo: “Eres tú, con tu forma de hablarte cuando te caes, el que determina si te has caído en un bache o en una tumba”.
  3. “Quienquiera que bajo la reprensión de Dios humille su alma con la confesión y el arrepentimiento, tal como lo hizo David, puede estar seguro de que hay esperanza para él. Quienquiera que acepte por la fe las promesas de Dios, hallará perdón. Jamás rechazará el Señor a un alma verdaderamente arrepentida” (Patriarcas y Profetas, 717).
  4. Que el Señor nos ayude a levantarnos y poner nuestra vida en orden con la ayuda de su Santo Espíritu. Amén.

© José Vicente Giner