Objetivos:

  1. Entender el peso que debe tener el pasado en nuestro presente.
  2. Analizar cuál debe ser la mejor actitud con relación al futuro.
  3. Saber lo que significa “no pensar en el pasado”.
  4. Aprender a vivir el hoy y el ahora.

Introd.

  1. Según expertos en psicología, una excesiva preocupación puede terminar en depresión y trastornos de ansiedad. 
  2. Si llegaré a final de mes, si me casaré, si tendré esta o la otra enfermedad, si me querrá, si me graduaré, si ella me abandonará, si vendrá una nueva pan–demia, si tendré un accidente con mi auto, si me moriré, si aprobaré el examen, etc., etc.
  3. Los “si” pueden ser infinitos y al dejar entrar las preocupaciones en nuestra mente nos pueden colapsar y arruinar, paralizándonos sin poder hacer nada. El asunto es, que la mayoría de todo aquello que nos abruma no ocurrirá jamás. Sin embargo, nos está esclavizando y llenando de tinieblas, cuando podríamos vivir en la luz.

I. EL PESO DEL PASADO

  1. Parece ser que el pasado puede llegar a ocupar un lugar destacado en nuestra mente en forma de recuerdos que, pueden ser malos o buenos. Tan malo es remorar el pasado constantemente para zambullirnos en las cosas malas que nos pasaron, como estar siempre pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor.
  2. Algunos investigadores afirman que las cosas malas que nos ocurrieron en el pasado, están dañando a muchas personas que no han logrado superar sus traumas o dificultades que vivieron. Están como sumergidos todavía en ellas, aunque ya pasaron muchos años. Siguen lacerándoles y amargándoles la existencia, aunque ya no existen.
  3. ¿No es algo ilógico? El pasado no podemos recuperarlo, pasó y dejó de ser. ¿Por qué permitir que condicione nuestro presente? Es muy interesante comprobar lo que la Biblia nos enseña al respecto: “Ya no recuerdes el ayer, no pienses más en cosas del pasado” (Isa. 43:18). (DHH).
  4. Este texto no significa que debemos olvidar todo lo que nos pasó, es imposi–ble, tendríamos que sufrir algún trastorno mental para que esto fuera así. Más bien se está refiriendo a que no traigamos a nuestra mente todo aquello que nos hizo sufrir, que nos fracturó emocionalmente, que nos amargó la vida o que nos dejó heridas profundas. 
  5. Es normal que lleguen a nuestra puerta todas estas cosas y que llamen para entrar, pero una cosa es dejar que entren y se “instalen” en nosotros, y otra cosa es impedir que entren. Todos sabemos por experiencia personal que la mente evoca recuerdos, el problema es cómo gestionarlos, la actitud que manifestamos ante ellos. 
  6. Los recuerdos, por sí mismos, no pueden obligarnos a hundirnos bajo su peso, a menos que se lo permitamos. Es, pues, una decisión nuestra. El texto citado de Isaías, es una invitación a no permitir que los malos recuerdos nos angustien o condicionen. Lo mejor que podemos hacer con relación al pasa–do, es cerrar capítulos. ¿Qué significa esto?
  7. Si una puerta no se cierra queda abierta y posibilita que sigan entrando por ella cosas malas. Cuando se cierra, el control de quién entra por ella lo tiene quién está dentro. Un episodio malo que nos hirió profundamente, si dejamos la puerta de la mente abierta al mismo, seguirá viniendo y entrando hasta que se instale dentro de nosotros; será, pues, muy difícil echarlo. 
  8. Para confirmar este pensamiento citamos la frase que se atribuye a Martín Lutero: “No puedes evitar que los pájaros vuelen sobre su cabeza, pero sí puedes evitar que aniden en ella”.  
  9. Conozco una persona a quien le murió un hijo y después de veinte años to–davía no ha permitido que nadie de la familia entre en la habitación de aquel joven. Sin embargo, la madre entra y al ver todas las cosas de su hijo, cómo estaban el día que él murió, se hunde en un profundo dolor que azuza su depresión.
  10. Ella piensa que continuar con la vida y ser feliz está en pugna con el recuerdo de la ausencia de su hijo, es como si lo traicionase. Así es que concluye que siendo desgraciada e infeliz logra que su hijo sea también más feliz, es como si de alguna forma su intenso dolor y angustia mitigara la muerte de su hijo.
  11. Pero se olvida que su hijo ya no está sobre la tierra y que en el mundo de los muertos nadie sabe nada, no se existe, se está esperando el día de la resurrección. El que vive sabe que ha de morir, pero el muerto nada sabe (Ecl. 9:5).     
  12. Debemos dejar ir el pasado para que no nos siga perjudicando, es como el agua que mueve un molino, cuando pasa ya no puede seguir moviendo esa rueda, de ahí el refrán español: “Agua pasada no mueve molino”. Este refrán se aplica en dos modos. Uno, las oportunidades que no se aprovechan, se pierden. Dos, de nada sirve lamentarse por los golpes recibidos, porque dañamos nuestra experiencia presente y nos bloqueamos para seguir creciendo.
  13. No sigamos, pues, querido joven, torturándonos con los “por qué”: “¿Por qué Dios permitió esto o lo otro?; ¿por qué tuve que vivir ese capítulo terrible en mi vida? El Señor sabe, y si lo permitió es por algo bueno para nosotros.
  14. “Dios no conduce nunca a sus hijos de otra manera que la que ellos elegirían si pudiesen ver el fin desde el principio, y discernir la gloria del propósito que están cumpliendo como colaboradores suyos…” (El Deseado de Todas las Gentes, 197).
  15. Cuando nuestros pensamientos divaguen por el pasado y encallen o se hundan en la duda, creyendo que Dios nos abandonó, pensemos en estas palabras: ”Nuestro Padre celestial mide y pesa toda prueba antes de permitir que la experimente el creyente. Considera las circunstancias y las fuerzas de aquel que ha de soportar la prueba de Dios, y nunca permite que las tentaciones sean mayores que la capacidad de resistencia. Si el alma es vencida, si la persona es subyugada, esto nunca podrá imputarse a Dios, … sino que el que fué tentado no estuvo velando, ni en oración, y no se apoderó por fe de las provisiones que Dios tiene en abundante reserva para él. Cristo nunca abandonó a un creyente en su hora de combate. El creyente debe reclamar la promesa y enfrentar al enemigo en el nombre del Señor” (Nuestra Elevada Vocación, 325).
  16. No olvidarse de este pensamiento, aferrémonos a esta promesa: “Cristo siente los males de todo doliente… Nunca hubo otro cuya simpatía fuese tan abarcante y tierna” (Promesas para los Últimos Días, 130).

II. LA INQUIETUD POR EL FUTURO

  1. Las preocupaciones basadas en lo que pasará en el futuro son muy comunes entre los humanos. Muchos sufren indeciblemente por cosas que creen van a ocurrir y se angustian cada día pensando en ello.
  2. En la web del periódico El País, España, encontré un artículo muy interesan–te sobre este asunto: “Un estudio de la Universidad Estatal de Pensilvania (Estados Unidos) refleja que, de media, el 91% de las preocupaciones de las personas no se hacen realidad. La investigación se ha realizado con una treintena de personas que sufren trastorno de ansiedad generalizada, quienes escribieron en un papel todo lo que les preocupaba durante un mes. Algunos sujetos del estudio no vieron que se hiciera realidad ni una de sus preocupaciones” . https://elpais.com/elpais/2019/10/11/buenavida/1570783181_341611.html
  3. Lo que suele preocupar más a las personas es ti tendrán cubiertas sus necesidades vitales en el futuro, como comer, beber, disponer de una casa que les cobije, trabajo, salud, etc. Muchos se angustian pensando que alguna de estas cosas les pueda fallar. Pero Jesús enseña a los que le amamos lo siguiente:
  4. ”No se preocupen por la comida ni por la bebida que necesitan para vivir, ni tampoco por la ropa que se van a poner… Miren a las aves del cielo, ellas no siembran ni cosechan ni tampoco guardan nada en graneros. Sin embargo, su Padre que está en el cielo les da alimento. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? 27 ¿Quién de ustedes, por más que se preocupe, va a añadir una hora a su vida? ¡No sean gente de poca fe! 31 Así que no se preocupen ni digan: “¿Qué vamos a comer?” o “¿Qué vamos a beber?” o “¿Qué ropa vamos a usar?” La gente que no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas, pero ustedes tienen a su Padre en el cielo que sabe que necesitan todo esto. Así que, primero busquen el reino de Dios y su justicia, y Dios les dará todo lo que necesitan. No se preocupen por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene ya sus propios problemas” (Mat. 6:25-34).
  5. “No nos incumbe amoldar lo futuro en nuestra existencia… Cristo, en su vida terrenal, no se trazó planes personales. Aceptó los planes de Dios para él, y día tras día el Padre se los revelaba. Así deberíamos nosotros también depender de Dios, para que nuestras vidas fueran sencillamente el desenvolvimiento de su voluntad. A medida que le encomendemos nuestros caminos, él dirigirá nuestros pasos” (El Ministerio de Curación, 380).

III. LA INQUIETUD DEL PRESENTE

  1. Realmente es hoy lo que importa, el ayer ya no existe, no podemos modifi–carlo; todo el tiempo que perdemos pensando en él, es inútil. El mañana está en las manos de Dios, ¿por qué no confiar en Él ya que sabe lo que hace y tiene el control de todas las cosas?
  2. El hoy y el ahora es lo que disponemos como tiempo real para vivir. Así que lo que hagamos ahora es lo que determinará nuestro destino final. Notemos que el llamado centra todo en el hoy: ”Si oyereis hoy su voz, no endurez–cáis vuestros corazones…” (Heb. 3:15). (RVR1960). 
  3. Querido joven, verás que no dice: “Si el año pasado hubieras escuchado su voz…” o “Si ayer hubieras escuchado su llamado”. No. Dice: “Si hoy”. Si estamos vivos, si aún llega a nuestro oído la vocecita del Espíritu, hoy, ahora, no nos endurezcamos, no le dejemos para mañana. Puede ser que nuestro tiempo de vida se acabe y no haya más tiempo. Es hoy, es ahora el momento de entregar nuestra vida a Cristo y te invito a que lo hagas.

Conclusión

  1. “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis… aprovechando bien el tiempo” (Efes. 5:15-16). (RVR1960).
  2. En cuanto a las preocupaciones que nos asaltan hoy, sigamos el consejo bíblico: “Mi amigo, te aconsejo que pongas en manos de Dios todo lo que te preocupa; ¡él te dará su apoyo!” (Sal. 55:22). (TLA).
  3. Que el Señor tenga misericordia de cada uno de nosotros y que podamos aprender a depender totalmente de Él. Amén.

© José Vicente Giner