¿Por qué no vengarse?

Octubre 2022

Mis queridos jóvenes:

Cuando era joven aprendí ciertas cosas que no me hicieron bien y que por el tiempo tuve que desaprender. Y es que normalmente creemos que lo que cree la mayoría es lo correcto o mejor, pero esto no es así. La mayoría no siempre tiene la razón, como lo demuestra el hecho de que la mayoría rechazó a Cristo o que la ma–yoría estaba a favor de la denuncia y exterminio de la incipiente iglesia cristiana o que la mayoría de países civilizados han participado en guerras y abusos sociales, como la esclavitud y así, mucho más. Era normal para mí escuchar frases como éstas: “El que la hace la paga”, “perdono, pero no olvido”, “ojo por ojo, diente por diente”, “la venganza es muy dulce”, etc. Como se ve era una exaltación de la justificación de la venganza. La última frase se refiere a la satisfacción que el vengador experimenta cuando el que hace el daño recibe su merecido. ¿Será que la venganza está justificada para un cristiano?    

Errores de interpretación 

El asunto de la guerra, como el de la venganza, han hallado un apoyo bastante débil en la Palabra de Dios. Muchos justifican la acción bélica y la vengan–za en historias que ocurrieron en el pasado y que aparecen en la Biblia. Por ejem–plo cuando Israel entró en guerra con otras naciones o cuando algún personaje conocido tomó venganza por sus propias manos. En realidad, al estudiar la Biblia, debemos tener en cuenta lo que esta enseña en su conjunto y no en un deter–minado hecho o pasaje.

Desde las primeras páginas de la Palabra de Dios, se ve claramente la línea que deber seguir todo creyente sobre el asunto. Lo primero que debemos establecer es la base de este concepto de la venganza, que la Biblia enseña que es sinónimo de castigo y que Dios es el único que tiene derecho pleno a vengarse o castigar: “Mía es la venganza y la retribución…” (Deut. 32:35). (RVR1960). No obstante, se ve claramente que para Dios la obra de castigar no es algo que le guste: “Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis” (Ez. 18:32). (RVR1960). El salmista presenta el carácter de nuestro Dios cuando dice: “El Señor es tierno y compasivo, es paciente y todo amor” (Sal. 103:8). (DHH) y en el Nuevo Testamento Pablo enseña lo mismo, a pesar de los muchos años que habían trascurrido desde la era antigua verotestamentaria: ”No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Rom. 12:19). (RVR1960). 

Vencer el mal con el bien

Se ve, pues, que si bien es cierto que Dios es el único que puede tomar la resolución de darle a cada uno lo que merece, le enseña a sus hijos a no ocupar su lugar: “No juzguéis para que no seáis juzgados” (Mat. 7:1). (LBLA), ya que nosotros no poseemos el amor natural que dimana de Dios y tendemos siempre a condenar y a perjudicar a nuestro prójimo. Poseemos a flor de piel las emociones y rápidamente, ante la ofensa, tendemos a desquitarnos. 

Pero como nuestro Padre es misericordioso y tardo para la ira, nos pide que imitemos el carácter de Cristo, que enseñó: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen…” (Mat. 5:44). (RVR1960). ¿Es esto fácil? En ninguna manera, porque estamos acostumbrados a la lógica del mundo que se basa a ultranza en la defensa de la venganza.

Si damos un vistazo a los medios de comunicación observamos que abunda en ellos la idea de que a través de la venganza se vence el mal porque cada uno de los perjudicados recibe la reparación que merece. En nuestra sociedad, viviendo el día a día, nos vamos a encontrar con esta ideología, que está más arraigada de lo que creemos. Pero es un error. Nunca la venganza ha generado una mejor sitúa–ción, sino que ha venido a agravarla. Cristo no defendió la ley del talión (ojo por ojo, diente por diente), sino que estableció la norma del amor aplicada desde el principio en la Biblia. Recordemos el caso de Caín, que cuando peca matando a su hermano Abel, Dios le da una segunda oportunidad y que, a Satanás, aunque se rebeló en el cielo, le otorgó miles de años de misericordia, hasta que llevó a la cruz del Calvario al Hijo de Dios. 

Nadie debería tomar la revancha por su mano. Sólo Dios tiene esta prerrogativa porque está en condiciones de conocer el corazón humano y saber en qué situación se encuentra el individuo, ya que nos ha creado y porque se ha entregado en Cristo para salvarnos. La venganza es autoagresiva y el que vive con odio y deseando devolver mal por mal (aunque pareciera muy lógico), se está arruinando la vida y alejando del modelo divino: “Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Rom. 12:21). (RVR1960).

Conclusión

Si Dios nos hubiera pagado como merecemos, no quedaría un solo ser humano sobre este planeta. Sin embargo, en su amor infinito, y aún después que le ofendieron nuestros primeros padres, ideó formas y maneras de restaurarnos, de devolvernos el Edén perdido y de tenernos nuevamente a su lado. Sólo el amor de Cristo albergado en el corazón, es el único camino posible para que se verifique el deseo de Dios en nosotros. “Poner la otra mejilla”, “orar por nuestros enemigos”, “perdonar al que nos ofende”, “dejar a Dios la venganza”, etc., en el mundo es visto como una gran debilidad humana, pero en realidad es un signo de grandeza y dignidad. Jesús hubiera podido destruir a todos los que deseaban su mal, sin embargo, en su humanidad, “no respondía cuando lo insultaban ni amenazaba con vengarse cuando sufría. Dejaba su causa en manos de Dios, quien siempre juzga con justicia” (1 Ped. 2:23). (NTV).

Tal vez sea este ejercicio del alma el más difícil para nosotros, querido joven, pero esto es lo que enseña la Palabra. No debemos vengarnos porque esta obra le corresponde exclusivamente a Dios quién pagará “a cada uno conforme a lo que haya hecho” (Rom. 2:6). (DHH). Así evitamos el enfermarnos y llevar cargas innecesarias en la vida. Podemos tener la seguridad que, si alguien nos está perjudicando o haciendo daño de alguna manera, remitir la causa a Dios, nos producirá gran alivio y protegerá de la autodestrucción de la ira, del odio, del rencor y de la sed de venganza. Tengamos por seguro que el que siembra vientos cosecha tempestades o lo que es lo mismo: “No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará” (Gál. 6:7). (NBLA). Nadie puede robar la felicidad a alguien que actúa como Cristo y por otro lado, al no vengarnos se le da la oportunidad para que se arrepienta el que hizo el mal. Dios te bendiga abundantemente. Amén.

© José Vicente Giner

Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General

Para la reflexión personal y en grupo:

  1. ¿Cómo podríamos definir la venganza? 
  2. ¿Podemos justificar la venganza humana en alguna ocasión?
  3. ¿Qué enseña la Biblia sobre la venganza humana?

Versiones bíblicas usadas:

DHH Dios Habla Hoy

LBLA La Biblia de las Américas

RVR1960 Reina-Valera 1960

NTV Nueva Traducción Viviente