Mis queridos jóvenes:

Os saludo en el nombre del Señor Jesucristo deseándoos lo mejor. El presente mensaje pretende ser el primero de una serie de reflexiones mensuales que te inspiren y ayuden a crecer a nivel espiritual. Cada mes, con el favor de Dios, recibirás un escrito diferente donde se abordarán distintos temas y enseñanzas. El objetivo es que te sirvan a ti y los compartas con tus contactos.

El Departamento de Jóvenes de la Asociación General tiene otros proyectos que pronto podrás conocer y cuya finalidad es la de mantenernos en contacto estrecho y colaborar en la maravillosa obra de conocer y amar a Aquel que dio su vida para redimirnos.

La reflexión de este mes se basa en el texto Filipenses 3:13-14, “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Algo que alcanzar

En estas palabras, Pablo dice a la hermandad que está anhelando algo; se entiende del contexto que se trata de la semejanza a Cristo, de su amor, justificación y esperanza de la resurrección. Pablo tenía un objetivo espiritual claro en su mente. No hay nada peor en la vida que vivir sin propósito. Muchos se dedican a vegetar o a quemar su tiempo en cosas inútiles, en vez de aprovechar cada día para aprender las hermosas lecciones que Dios nos quiere dar y sacarle el jugo a la existencia.

Alguien dijo que el ser humano perece sin un sueño o una visión. A nivel secular este asunto es de vital importancia, porque las personas sin un sueño o visión, mueren en el lago del despropósito. Tener un objetivo en la vida es prioritario para cada ser humano y especialmente para el cristiano porque de ello depende los resultados de nuestra carrera.

Al estudiar la Biblia nos daremos cuenta que es el mismo Dios el que co-loca objetivos en la mente humana y forma parte de haber sido hechos a imagen y semejanza suya. Dios tiene objetivos y planes para llevarlos a cabo: Decide crear, decide qué va a crear y cómo lo va a hacer y por último lo lleva a la acción. La ejecución del plan de redención es otro objetivo divino. Por eso también coloca en el corazón humano objetivos como imitar a Cristo, ser santos (1 Ped. 1:16; Efes. 1:4); compartir el evangelio (Marc. 16:15); vivir de tal manera que nos salvemos (Hch. 16:31), etc.

Pablo esperaba y creía en la corona de victoria (2 Tim. 4:8); en el poder de Cristo para vencer en la lucha contra el mal (Fil. 413); en la predicación del evangelio al mundo (1 Co. 9:16); en imitar a Cristo y ser un ejemplo para la grey (1 Co. 11:1); en la justificación por la fe (Rom. 5:1); en la resurrección y la vida eterna (1 Tes. 4:16-17).

Olvidar lo que queda atrás

Pablo también presenta el pensamiento de no quedar anclado al pasado. Mirar atrás puede ser positivo, pero si lo hacemos para aprovechar las enseñanzas que nos dejó la experiencia, mas nunca será edificante si lo hacemos para lamentarnos y llorar por los tropiezos y eventos desagradables. Pablo habla de “olvidar” lo que queda atrás, no en el sentido de ser indiferentes a nuestra historia sino de evitar aquello que nos paraliza y carga de negatividad. El recuerdo está ahí, no lo podemos eliminar, pero sí que podemos evitar que nos haga daño.

En Isaías leemos: “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas” (Isa. 43:18), se refiere a no permitir que la experiencia que amargó la existencia en el pasado la continúe amargando en el presente, porque el que está en Cristo es una nueva criatura, las cosas viejas pasaron (2 Co. 5:17).

Lo que fue o no fue, hicimos o dejamos de hacer, está en el pasado. Recuerda joven, ya no eres dueño de tu pasado pero puedes ser el dueño de tu presente. Dios te puede conceder la fuerza para rectificar tus errores y hacer las cosas lo mejor posible a partir de ahora con su ayuda.

Extenderse a lo que está delante

Pablo es eminentemente práctico en la vida de fe, busca siempre la manera de hacer bien su deber pero sin complicar las cosas. Muchos, aún cristianos, pierden de vista el valor y poder de las promesas de Dios. Las promesas nos esperanzan y propulsan hacia delante; de nada vale estar anclado al pasado, tampoco el presente puede ser fructífero si no tenemos una visión de lo eterno.

¿Cómo podemos tener seguridad de la salvación, de que Dios nos ha perdonado en Cristo y que disponemos de su bendición, apoyo y amor para esta vida y la venidera? No podemos basar esto en nuestra pobre percepción humana, sino en las promesas de Dios.

”Por medio de estas promesas, Cristo nos comunica su gracia y su poder. Son hojas de aquel árbol que es “para la sanidad de las naciones” (Apocalipsis 22:2). Recibidas y asimiladas, serán la fuerza del carácter, la inspiración y el sostén de la vida. Nada tiene tal virtud curativa. Ninguna otra cosa puede infundirnos el valor y la fe que dan vital energía a todo el ser” (El Ministerio de Curación, 85).

Para conocer estas promesas debes estudiar tu Biblia y guardar sus tesoros en tu corazón. Apréndelas de memoria, repítelas una y otra vez, hazlas tuyas. Somos lo que pensamos y pensamos aquello que decidimos contemplar, estudiar, escuchar y asimilar. Un ejemplo, si decides pasar un tiempo cada día viendo o hablando de futbol u otra cosa intrascendental, serás un experto en ello. La contemplación de lo eterno, zambullirte en la Palabra de Dios, aprender sus promesas, te mantendrá sereno, te dará fortaleza, valor, esperanza, fe, amor. Jesús hallaba su fuerza en la oración y en el poder de la Palabra: “Escrito está” fue siempre su lema (Mat. 4:4) y nos dejó una tarea a realizar cada día de nuestra vida: ”Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5:39).

Proseguir hacia la meta

Pablo tenía un lema en su vida, según se desprende del texto de introducción: “Prosigo a la meta”. Este es un eslogan de la gente emprendedora y de éxito de nuestros días. A nivel secular se necesita mucho esfuerzo, decisión, tesón, para llevar adelante cualquier proyecto, especialmente cuando son de envergadura. Las empresas saben que un buen eslogan puede marcar la diferencia entre el fracaso y el éxito de sus productos o actividades. “Proseguir”

significa no dejar de perseguir el objetivo o la meta propuesta. Los que se rinden fracasan en el camino, pero aquel que prosigue tiene muchas posibilidades de lograr sus sueños.

En la senda de la vida que te toca recorrer vas a encontrar muchos obstáculos y dificultades que probarán tu fe hasta lo sumo; tendrás momentos difíciles y muy difíciles también, como los tenemos todos; en estas situaciones deberás continuar, proseguir hacia la meta sin desfallecer, aquí es donde falla la mayoría. Todos los cristianos estamos en el camino hacia el cielo, pero no todos vamos a llegar. En los grandes maratones son miles los que participan, pero no todos llegan a la meta. Los ganadores comentan que es fundamental para el éxito no desmayar, tener la idea fija de llegar a la meta y en el reconocimiento que obtendrás, no pensar en las dificultades, distancia, competidores y otros factores; proseguir y proseguir hasta alcanzar el premio.

En las epístolas de Juan a las siete iglesias del Apocalipsis, aparece un común denominador en todas ellas para alcanzar el premio final: “El que venza o venciere”. El que venza en la carrera Cristiana ganará el premio celestial que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús (Fil. 3:14). El plan de Dios es que tú, yo, todos sus hijos, vivamos una vida en la que odiemos el pecado, resistamos al mal y venzamos cada tentación. Para esto tenemos a nuestra disposición el poder que ofrece el Espíritu Santo (Hch. 1:8). No es una guerra en la que estás solo, querido joven, Jesús está a tu lado y no te abandonará, lo ha prometido (Deut. 31:8). El mismo Pablo nos insta a correr la carrera de la vida poniendo nuestros ojos en Jesús (Heb. 12:1-2); en las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (Col. 3:1-4).

Palabras finales

Está por terminar otro año más. Esto significa que todavía la puerta de la gracia está abierta y que el Señor ha tenido misericordia de esta humanidad hasta aquí. Aprovecha para hacer nuevos planes en tu vida para este año que va a comenzar.

Querido joven te animo a no desmayar, a seguir adelante. Si te enredaste, si te desanimaste, si cometiste errores, no importa, levántate y regresa al Padre. Deja que pase esa agua y ahora reescribe tu vida, continúa, prosigue, prosigue. Ponte en orden con Dios, hay abundante gracia y misericordia en Él para que la desprecies. No te centres en lo que no alcanzaste, en tus fracasos, en tus limitaciones; mira lo que está delante y prosigue en el nombre del Señor, es mucho lo que Dios te quiere dar; no lo desprecies.

“Quienes confían en Cristo no han de ser esclavos de tendencias y hábitos hereditarios o adquiridos… Cualesquiera que sean las tendencias al mal, que hayamos heredado o cultivado, podemos vencerlas mediante la fuerza que Dios está pronto a darnos” (El Ministerio de Curación, 131).

Que el Señor te bendiga ricamente y conceda su paz y amor. Amén. Prosigo hacia la meta | 5

José Vicente Giner

Pastor y director del Departamento de Jóvenes de la Asociación General