Compilación de los libros de E. G. de White

El año viejo con su carga de registros, ya pasó a la eternidad. Que cada pensamiento, cada sentimiento, se dedique ahora a recordar el amor de Dios. Rememoremos una a una sus bendiciones…

Las evidencias que tenemos del cuidado y del amor de Dios por nosotros se expresan en las lecciones que Cristo dio a sus discípulos acerca de las cosas de la naturaleza… No debe concentrarse la atención sobre lo deforme, sobre la maldición, sino en las riquezas de la gracia de Cristo que han sido provistas tan abundantemente, de tal manera que podamos vivir en este mundo y realizar nuestra parte en favor de la humanidad y sin embargo, no ser del mundo. Como peregrinos, como extranjeros que anhelamos las cosas brillantes de Dios, el gozo que está por delante, que buscamos una ciudad cuyo artífice y hacedor es Dios, que contemplamos las provisiones hechas en nuestro favor, las mansiones que Jesús ha ido a preparar para nosotros, y que hablamos de ese bendito hogar, nos olvidamos de las molestias y de los incómodos cuidados de esta vida. Nos parece estar respirando la misma atmósfera de ese país mejor, celestial. Nos sentimos aliviados, consolados; pero aun más, nos sentimos gozosos en Dios.

No podríamos conocer los propósitos llenos de gracia de Dios hacia nosotros si no fuera por las promesas, porque solamente a través de ellas podemos saber qué es lo que El ha preparado para aquellos que le aman. Como las flores en el sabio plan de Dios, que están constantemente extrayendo las propiedades de la tierra y del aire para desarrollarlas en los puros y hermosos capullos que exhalan su fragancia para deleitar nuestros sentidos, así debiera ser también con nosotros.

Extraemos de las promesas de Dios toda esa paz, ese consuelo, esa esperanza que desarrollará en nosotros los frutos de la paz, del gozo y de la fe. Y al incorporar estas promesas en nuestra propia vida las introducimos también en las vidas de otros. Por lo tanto, apropiémonos de estas promesas… Ellas son como las preciosas flores del jardín de Dios. Deben despertar nuestra esperanza y expectativa, y conducirnos a una firme fe y confianza en Dios. Deben fortalecernos en la tribulación y enseñamos las preciosas lecciones de la confianza en Dios. En estas preciosas promesas El retrocede a la eternidad y de allí nos da un resplandor de ese mucho más abundante y eterno peso de gloria. Estemos, entonces, quedos en Dios. Confiemos calmadamente en Él y alabémosle porque nos ha mostrado tales revelaciones de su voluntad y propósitos para que no fundamentemos nuestras esperanzas en esta vida sino que mantengamos la mirada hacia arriba, a la herencia de luz, a fin de ver y percibir el asombroso amor de Jesús (Alza Tus Ojos, pág. 13).

Otro año abre hoy sus páginas en blanco frente a Usted. El ángel encargado está listo para escribir. Vuestra conducta decidirá lo que ha de anotar. En vuestras manos está resolver que vuestra vida futura sea buena o mala; y esto determinará si el año que acaba de comenzar será para Usted un feliz año nuevo o no. Está a vuestro alcance lograrlo, para vuestro beneficio y el de quienes os rodean (The Youth Instructor, 5 de enero de 1881).

Permitid que la paciencia y abnegación, bondad y amor se conviertan en una parte de vuestro propio ser; luego, todo lo que sea puro, amable y de buen nombre madurará en vuestra vida (The Signs of the Times, 4 de enero de 1883).

Los ángeles de Dios aguardan para mostrarles el sendero de la vida… Resuelvan ahora, al comienzo de un nuevo año, que elegiréis el camino de justicia, que seráis ferviente y sincero, y que vuestra vida no será un fracaso, Avanzad guiado por los ángeles celestiales; sed valiente y emprendedores; haced brillar vuestra luz. Ojalá se puedan aplicar en vuestro caso las palabras inspiradas: “Os escribo, mancebos, porque sois fuertes y porque habéis vencido al maligno” (The Youth Instructor, 5 de enero de 1881).

Si … nos hemos entregado a Cristo, somos miembros de la familia de Dios, y todo cuanto hay en la casa del Padre es nuestro. Se nos ofrecen todos los tesoros de Dios, tanto en el mundo actual como en el venidero. El ministerio de los ángeles, el don del Espíritu, las labores de los siervos, todas estas cosas son para nosotros. El mundo, con cuanto contiene, es nuestro en la medida en que pueda beneficiarnos. Aun la enemistad de los malos resultará una bendición, porque nos disciplinará para entrar en los cielos. Si somos “de Cristo”, “todo” es nuestro (La Oración, pág. 351).

Cristo vino y dejó un ejemplo de sacrificio y, si somos de Cristo, haremos sus obras. En vez de agradarnos a nosotros mismos, buscaremos hacer el bien a otros e impartir beneficios a la humanidad sufriente. A menos que lo hagamos, no podemos esperar tener parte con Cristo.

Hay almas que salvar en todo nuestro derredor. Cada uno debe hacer una obra de reconciliación con Cristo. Esta es la obra que debemos emprender en el nuevo año. Estamos viviendo para el tiempo y la eternidad. Deseamos que la luz brille sobre nuestro sendero, y deseamos extender sus bendiciones a otros (Alza Tus Ojos, pág. 372).

Hay muchas personas que han perdido la esperanza. Devolvedles la luz del sol. Muchos han perdido su valor. Habladles alegres palabras de aliento. Orad por ellos. Hay personas que necesitan el pan de vida. Leedles de la Palabra de Dios. Muchos están afectados de una enfermedad del alma que ningún bálsamo humano puede alcanzar y que ningún médico puede curar. Orad por esas almas. Llevadlas a Jesús. Decidles que hay bálsamo en Galaad y que también hay allí Médico.

La luz es una bendición, una bendición universal que derrama sus tesoros sobre un mundo ingrato, impío, corrompido. Tal ocurre con la luz del Sol de Justicia. Toda la tierra, envuelta como está en las tinieblas del pecado, del dolor y el sufrimiento, ha de ser iluminada con el conocimiento del amor de Dios. Ninguna secta, categoría o clase de gente ha de ser privada de la luz que irradia del trono celestial.

El mensaje de esperanza y misericordia ha de ser llevado a los confines de la tierra (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 344).

Por causa de Cristo, hermanos y hermanas, aprovechen hasta el máximo las horas del nuevo año para hacer brillar ante la gente la preciosa luz de la verdad presente. El Ángel del pacto está dotando a sus siervos de poder para que lleven la verdad a todas partes del mundo. Ha enviado a sus ángeles con el mensaje de misericordia; pero, como si no se

apresuraran lo suficiente para satisfacer el amoroso anhelo de su corazón, coloca sobre cada miembro de su iglesia la responsabilidad de proclamar este mensaje. “El que oye, diga: ¡‘Ven!’” Todo miembro de iglesia ha de mostrar su lealtad invitando a los sedientos a beber del agua de la vida. Una cadena de testigos vivientes ha de llevar la invitación al mundo. ¿Realizarás tu parte en esta gran obra? (El Colportor Evangélico, pág. 19).

Continuad, jóvenes, conociendo al Señor, y sabréis que “como el alba está aparejada su salida.” Tratad de progresar constantemente. Luchad con fervor para identificaros con el Redentor. Vivid por la fe en Cristo. Haced la obra que él hizo. Vivid para la salvación de las almas por las cuales él depuso su vida. Tratad en toda forma de ayudar a aquellos con quienes os relacionáis. … Hablad con vuestro Hermano Mayor quien completará vuestra educación, línea sobre línea, precepto tras precepto, un poco aquí y otro poco allá. Una estrecha relación con Aquel que se ofreció como sacrificio para salvar al mundo perdido, os hará obreros aceptables (Servicio Cristiano, pág. 43)

Que el comienzo de este año sea una ocasión que nunca se olvide, una ocasión cuando Cristo descienda entre nosotros, y diga: “Paz a vosotros”. Juan 20:19. Deseo a todos vosotros un feliz Año Nuevo (Nuestra Elevada Vocación, pág. 9)