He visto tus lágrimas
Deciembre 2020
Mis queridos jóvenes:
Os saludo en el nombre del Señor Jesucristo y pido que sus bendiciones, amor y dirección sean sobre vosotros en abundancia.
Momentos solemnes
Durante la vida se presentan situaciones especiales que podríamos tildar de “momentos solemnes“; es decir algo muy trascendental que marca nuestro vivir. Son esos momentos en los que dependiendo de la decisión que tomemos, se producirán efectos que nos afectarán para bien o para mal. Cada vez que está por terminar un año, la mayoría nos preguntamos cómo ha ido, qué cosas importantes han sucedido durante esos doce meses que pasaron, en qué nos hemos destacado, qué alegrías hemos vivido, qué problemas hemos tenido que enfrentar y hemos superado o cuáles nos han llevado a estar encadenados al sufrimiento, a la enfermedad, a la angustia, al miedo, al remordimiento. Sea lo que fuere, los “momentos solemnes“, nos llegan a todos en la vida y debemos aprender a desarrollar la capacidad de saber estar en ellos sin perder la compostura espiritual.
¿Qué significa esto? El año 2020 nos ha traído sufrimiento y confusión a toda la humanidad; mucha gente ha muerto por el fatídico virus Corona o por otras enfermedades, catástrofes naturales o accidentes. Sólo Dios sabe lo que es capaz de soportar el corazón humano y el dolor que arrostramos. Él es el único que puede ver el alma humana desnuda, nadie le tiene que explicar o le puede engañar. Él lo sabe todo.
Como decía, en todo tiempo y lugar el enemigo se ha cebado contra los hijos de Dios, para trasmitirles la idea de que poco o nada le importamos a nuestro Crea–dor, de lo contrario nos evitaría todos los golpes. Pero esto no es cierto. Dios permite el sufrimiento con un objetivo benévolo: Para ayudarnos a crecer en santidad. Todos los que profesamos amar a Dios tendremos que pasar por esos “momentos solemnes“ en los que la zaranda divina nos sacudirá para separar la paja del grano. Por eso Pedro nos dice que esta experiencia es universal: “Recuer–den que los hermanos de ustedes en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos“ (1 Ped. 5:9). (NBV).
Instrumentos para formar el carácter
Job tuvo que pasar por ese valle de sombra y de muerte del cual habla el salmo (Sal. 23:4). José también, porque gustó la hiel del odio de sus hermanos, de la perversidad de la esposa de Potifar, la frialdad de la prisión… Daniel fue acusado injustamente por sus colegas de la corte y condenado a morir en un pozo de leones; sus compañeros fueron arrojados a un horno de fuego por defender su fe; David fue odiado a muerte por algunos de sus hijos y perseguido por un rey enloquecido; muchos cristianos de los primeros siglos sirvieron de escarnio y burla para miles de espectadores que veían impasibles cómo estos inocentes eran despedazados por las fieras o quemados vivos en la arena de los circos romanos.
¿Por qué tanto dolor y sufrimiento? Tal vez sea difícil de digerir la respuesta, pero es la que encontramos en la Biblia y además proveniente de un hombre que tuvo que vivir en carne propia los aguijonazos del mal: “Y también nos gozamos de las aflicciones, porque nos enseñan a tener paciencia; y la paciencia nos ayuda a superar las pruebas, y así nuestra esperanza se fortalece“ (Rom. 5:3-4). (NBV). El profeta Isaías también fue un hombre curtido por el sufrimiento y él escribió que las pruebas sirven para educarnos en la vida de fe: “Pues te he purificado, pero no como a plata; Te he probado en el crisol de la aflicción“ (Isa. 48:10). (NBLA). ¿Para qué sirve un crisol? Para purificar el oro. De igual manera Dios nos perfecciona y purifica en el fuego de la aflicción.
La pluma inspirada confirma esta verdad: “Las pruebas de la vida son los instrumentos de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y tosquedad. Mientras nos labran, escuadran, cincelan, pulen y bruñen, el proceso resulta penoso, y es duro ser oprimido contra la muela de esmeril. Pero la piedra sale preparada para ocupar su lugar en el templo celestial. El Señor no ejecuta trabajo tan consumado y cuidadoso en material inútil. Únicamente sus piedras preciosas se labran a manera de las de un palacio“ (El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 15).
Aferrarse de la promesa
La buena noticia es que no estamos solos en este proceso de refinamiento; la escoria debe desaparecer de nuestro carácter contaminado por el pecado, pero el Orfebre divino dirige todo el proceso de forma minuciosa y considerando de manera particular cada joya que tiene en sus manos. Así es que cuando sufrimos, Él nos ve; cuando nos desesperamos, Él está a nuestro lado para ayudarnos; cuando lloramos contempla nuestras lágrimas y nos consuela: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas…“ (Isa. 38:5). (LBLA).
¡Esta es su maravillosa promesa! ¿La creemos? ¿Por qué anclarse en el dolor siendo que el Señor promete acompañarnos y consolarnos? ¿Por qué vivir alimentando nuestras desgracias y aumentando nuestro dolor? Debemos mirar hacia delante y cultivar la firme convicción de que Dios ve nuestras lágrimas, aun las que no se ven, pero que laceran igualmente el corazón. Dios lo sabe todo acerca de nosotros y nos comprende. Desea restaurarnos a su divina imagen.
Dios no nos prohíbe llorar cuando nos golpea la vida, pero sí nos invita a confiar en que Él ve nuestras lágrimas, significa que comprende nuestro dolor y viene a nosotros a través de su Santo Espíritu para morar en el interior de nuestro ser y para dotarnos con su gracia a fin que venzamos y superemos toda prueba y duro golpe. “Hasta ahora, ninguna prueba os ha sobrevenido que no pueda considerarse humanamente soportable. Dios es fiel y no permitirá que seáis puestos a prueba más allá de vuestras fuerzas; al contrario, junto con la prueba os proporcionará también la manera de superarla con éxito“ (1 Cor. 10:13). (BLP).
Conclusión
Nuestro Señor Jesucristo tuvo sus “momentos solemnes“, en los cuales se decidía el destino de la raza humana: El desierto, Getsemaní, Calvario… lugares todos donde el querido Salvador tuvo que beber el cáliz amargo. Él Señor Jesús, como hombre, también tuvo que enfrentar las pruebas como nosotros y aferrándose a la mano de su Padre, obtuvo la victoria. Jesús también lloró, porque era humano, pero sabía que su Padre velaba sobre Él y lo sostenía.
Sí, querido joven, la seguridad de que no estamos solos en nuestros sufrimientos, de que cada lágrima que derramamos la ve el Señor, nos dará estabilidad emocional y paz, aun en medio de la tormenta más despiadada. “Lleva la cuenta de mis lamentos. Has recogido todas mis lágrimas y las has guardado en un frasco. Has anotado cada una de ellas en tu libro“ (Sal. 56:8). (NBV).
Los que lloran y en su dolor buscan a Dios de todo corazón, están incluidos dentro de esta promesa: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación“ (Mat. 5:4). (RVR1960). Sí, querido joven, cada lágrima que tú versas en la aflicción, Dios la ve y la tiene en cuenta. ¿No es maravilloso?
En este año nuevo que pronto va a comenzar, tengamos en cuenta esta promesa, abracemos con todas nuestras fuerzas la verdad de que tenemos un Salvador que se compadece de nosotros, que tiene en cuenta cada lágrima que derramamos, que desea ayudarnos, restaurarnos y trasformar nuestro corazón. ¿Le dejaremos? Te deseo un feliz y bendecido año nuevo. Así sea.
José Vicente Giner
Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General
Para la reflexión:
- ¿Por qué el Señor permite las pruebas en nuestra vida?
- ¿Qué ha prometido Dios a los que sufren?
- ¿Qué significa que Dios ve nuestras lá?
Abreviaturas de versión bíblicas
BLA Biblia La Palabra
DHH Dios Habla Hoy
NBV Nueva Biblia Viva
LBLA La Biblia de las Américas