Amad a los hermanos

Enero 2022

Mis queridos jóvenes:

Odiar y rechazar a los otros es algo normal en nuestros días, especialmente cuando nos hacen daño o nos perjudican de cualquier manera. Vivimos, por otro lado, en una sociedad cada vez más competitiva que invita a la deslealtad con tal de hacer prevalecer nuestra razón o conseguir el puesto más alto. Por eso, son pocas las personas que pueden decir de tienen amigos verdaderos y leales.

Y es que para conseguir y conservar una amistad es necesario cuidar esa relación, nutrirla con tiempo de calidad pasado con los otros, mostrar aprecio con atenciones y comprensión, y no como se ha enfocado hoy día a través de las redes sociales, que si bien es cierto permiten tener miles de contactos, son frías y mantienen a las personas en realidades virtuales que no son más que islas donde cada uno vive como náufrago eterno. Hay personas que tienen más de 3.000 contactos en Facebook y cuando se encuentran con los demás a nivel personal, son incapaces de mantener una relación de amistad sincera.

Por otro lado, existe una realidad paralela a la mencionada y es el hecho de vivir en una sociedad tan permisiva y corrupta, donde los valores cristianos no tienen cabida y han sido reemplazados por una filosofía humanista en la que el humano debe ser su propio amo, aquel que cree su propia felicidad fuera de Dios, como lo intentaron hacer Adán y Eva. Cuando surgió la “Edad de la Razón“, hubo exponentes como Voltaire y Descartes, que declararon: “Si llegó a existir un dios que hubiera creado el mundo, éste ya no tenía ningún contacto con él y que los hombres debían descubrir la verdad por su propia cuenta“. Eliminada la Ley Moral, el camino quedaba expedito para practicar toda clase de pecados.

Tendencia actual

¿En qué medida esta situación afecta a la iglesia? Una de las luchas más antiguas de los creyentes siempre fue la influencia del mundo. En Israel, esta in–fluencia externa, siempre fue un factor de decadencia, porque pocas veces se man–tuvieron como una nación separada del mal. Las costumbres degradantes que hun–dían a las demás naciones en el pecado, sus filosofías engañosas, se introdujeron sutilmente en las filas del pueblo de Dios y produjeron sus frutos de destrucción.

En la época de la incipiente iglesia de Cristo, hubo comunidades donde reinaba la desunión y practicas mundanas que provocaban mucha debilidad y decadencia espiritual. Es como un ciclo maldito: Los creyentes se mundanalizan, pierden o no alcanzan su conversión y provocan con su conducta disensiones y polémicas en el seno de la iglesia. Toda la marea de mal que inunda el mundo, sus falacias y enseñanzas diabólicas terminan entrando por la puerta de la iglesia para afectar a sus miembros. El fanatismo y el formalismo, son otra herramienta diabólica que el enemigo usa para suscitar divisiones.

Es interesante lo que el Espíritu de Profecía nos dice con relación a este tema: “Si Satanás ve que el Señor está bendiciendo a su pueblo y preparándolo para que discierna sus engaños, trabajará con su poder maestro para introducir fanatismo por un lado y frío formalismo por el otro, a fin de asegurarse una cosecha de almas“ (Mensajes Selectos, Tomo 2, 21).

Objetivo primordial

El diablo está muy interesado en que todas estas cosas ocurran, por eso debemos tener muy en cuenta lo que la Palabra nos enseña con relación a la mun–danalidad, a la desleal competición, al egoísmo, a las enemistades, al fanatismo y al formalismo, ya que el crecimiento sano de la iglesia depende de seguir estricta–mente el consejo divino.

El apóstol Juan nos dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo“ (1 Jn. 2:15-16). (RVR1960). Y en otro lugar Juan hará un llamado a los miembros de iglesia para, que no solamente se conviertan, como vimos, sino que se mantengan unidos a sus hermanos: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo nos limpia de todo pecado“ (1 Jn 1:7). (RVR1960). “Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros“ (1 Jn 4:11). (LBLA).

Pablo también nos insta a evitar toda polémica: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer“ (1 Cor. 1:10-12). (LBLA).

Mantener la unidad en la iglesia es tarea de todos y corresponde a cada miembro el deber de esforzarse todo lo posible, con la ayuda de Dios, para evitar todo conflicto y actitud que ponga en peligro la estabilidad del cuerpo de Cristo, a menos que se comprometan los principios. “Soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro… como Cristo os perdonó, así también a vosotros“ (Col. 3:13). (LBLA).

El título de la presente carta pastoral se basa en el texto de 1 Pedro 2:17. Es un mandato que el apóstol ordena para mantener la estabilidad en la iglesia y ser una luz en el mundo; porque la gente juzga nuestro mensaje a través del prisma de nuestro comportamiento. Lo primero que ven las personas es lo que hacemos y luego escuchan lo que decimos, pero esto ya esta condicionado por lo primero. Si no les gusta nuestra forma de ser difícilmente aceptaran el mensaje. Uno de los polos de atracción más poderosos para la ganancia de almas es la unidad en la iglesia. Cuando las personas nos visitan y encuentran un ambiente distendido, donde es evidente el amor sincero y la unidad entre los miembros, como mínimo quedan impactadas y muy a menudo terminan quedándose.

Para terminar, mis queridos jóvenes, si bien es cierto que la doctrina es la que nos tiene que empujar a aceptar la fe, no es menos cierto que la falta de unidad y coherencia de los miembros, eclipsa el mensaje y lo neutraliza. No podemos pasar la vida diciéndole a la gente que no se fije en la gente que mire el mensaje. Pero si poseemos el mensaje auténtico de Jesús, también poseeremos sus atributos porque el Espíritu Santo los genera en los creyentes sinceros y consagrados. La gente no se iba con Jesús porque era desconsiderado, huraño, duro, criticón y frío como a veces lo somos muchos de nosotros a pesar de estar en la iglesia. Si Cristo hubiera mostrado este carácter su mensaje se hubiera muerto en el tiempo.

Que el Señor nos ayude a estar unidos entre los que profesamos ser seguidores del Maestro, a buscar el bien del otro, a luchar por mantener la paz y la armonía en la casa de Dios, a ser pacificadores en vez de guerreros, porque sólo así podremos ser llamados hijos de Dios (Mat. 5:9). Amén.

José Vicente Giner

Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General

Para la reflexión personal y en grupo:

  1. Haciendo una apreciación lo más objetiva posible ¿Cómo está nuestro mundo?
  2. ¿Crees que la condición de la sociedad puede influir en la iglesia?
  3. Si la respuesta es positiva di en qué manera.
  4. ¿Cómo podemos colaborar unos con otros para mantener la unidad en la iglesia, es decir entre los miembros?
  5. ¿Cuál, a tu modo de ver, es el factor de desunión más grande entre los hermanos?

Versiones bíblicas usadas:

LBLA La Biblia de las Américas

RVR1960 Reina Valera 1960