SEMILLEROS DE ESPERANZA

EN EL CRISOL DEL ETERNO

Objetivos:

  1. Saber que Dios posee un crisol en el que coloca a sus hijos.
  2. Entender que ese crisol son las pruebas de la vida.
  3. Llegar a comprender que en cada prueba y dificultad, si nos aferramos de Cristo, nuestro carácter se va transformando.
  4. Ver ese proceso purificador como una bendición y no como algo malo.

Introd.

  1. Un crisol es un recipiente que se emplea para fundir alguna materia a temperaturas muy elevadas, especialmente metales. Hay metales que tardan más que otros en fundirse dependiendo de su dureza: La plata se funde a los 961º C; el oro a los 1.063º C, el hierro a los 1.535º C, etc.
  2. Existen crisoles muy grandes y también muy pequeños. Cuando el metal se funde, o bien por oxidación o por la adición de algún fundente, se desprende de la escoria purificándose el metal y en su estado líquido se le puede dar nueva forma. Ya Salomón conocía las funciones del crisol: “El crisol prueba la plata y el oro…” (Pr. 27:21).
  3. Dios también tiene un crisol. ¿Qué será? ¿Para qué lo usará? “Te he proba–do en el crisol de la aflicción“ (Is. 48:10). “Dios prueba los corazones” (Pr. 17:3). A través de las dificultades que debemos encarar, Dios nos coloca en su crisol: “Las pruebas de la vida son los instrumentos de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y tosquedad” (El Discurso Maestro de Jesucristo, 15).

I. LA NECESIDAD DE UN PROCESO PURIFICADOR

  1. El carácter del hombre fue deformado después de la caída. La gloria de Dios consiste en que el hombre vuelva a reflejar su imagen y con esa finalidad permite pruebas en nuestra vida. Cuando somos llamados a pasar por el crisol de la prueba ocurre el mismo fenómeno que con el metal: Nos purificamos, vencemos el pecado y Dios nos imprime su carácter.
  2. Para ilustrar este tema veamos un ejemplo bíblico de unos hombres que estuvieron muy cerca de Jesús. Hace muchos años un grupo de hombres se había reunido en un huerto muy hermoso; acababan de cenar juntos con su Maestro. Cada uno de ellos era diferente a los otros: En carácter, tempera–mento, educación, conocimientos, edades, posición social, visión de la vida.
  3. Sólo tenían una cosa en común: Pensaban que su Maestro iba a reinar sobre Israel subyugando así a sus enemigos los romanos. Sus mentes eran un hervidero de ideas, pensamientos contradictorios y equivocados, envidias, rencor y orgullo. Jesús les conocía bien y su objetivo era ayudarles a cambiar los rasgos desagradables de su carácter y transformar sus vidas. Solamente así podrían llegar a ser una luz en el mundo.
  4. Pero a pesar de su enseñanza de tres años, paciente y selecta, parecería al verles que no hubiesen aprendido nada y que todo hubiese sido en vano. Todos ellos iban a ser colocados en el crisol de Dios. Era necesario quemar toda la escoria.

II. EL METAL SE INTRODUCE EN EL CRISOL

Jesús les advierte: “Seré entregado y crucificado” (Mt. 26:2). Ahora en el huerto les comenta: “Esta noche todos vais a perder vuestra confianza en mí” (Mt. 26:31) ¿Cuáles son sus reacciones?

Pedro: “Aunque todos… yo no” (Mt. 26:33) Jesús le contesta: “Me negarás tres veces” (Mt. 26:34). Pedro añadió algo más atrevido: “Nunca… aunque tenga que morir“ (Mt. 26:34). “Todos dijeron lo mismo” (Mt. 26:35).

Ellos tenían que reflejar el carácter de su Salvador en sus vidas. Tenía que encenderse el fuego para empezar a fundir y eliminar la escoria.

III. SE CALIENTA EL METAL

  1. Están tristes por las palabras de Jesús e incómodos con Pedro y unos con otros. El Maestro desea que oren para que tomen el último aliento que les capacite para superar la prueba que les espera. El metal humano se está calentando en el crisol del Eterno; la escoria del carácter debe eliminarse. Se duermen. Jesús les dice: “Ni una hora…” (Mt. 26:40).
  2. Judas entrega a su Maestro con un beso. “¡Salve Maestro! Y le besó” (Mt. 26:48-49). Vienen a detener a Jesús. Pedro actúa mal. Usa una espada y corta la oreja a Malco (Jn. 18:10). El Maestro es arrestado como vil criminal, con palos y con espadas han ido a por él y no ha puesto resistencia. Sus expectativas de un reino terrenal, han quedado truncadas (Mt. 26:55).
  3. Los discípulos huyen (Mt. 26:56). La temperatura cada vez es más alta y el metal comienza a fundirse. Jesús es llevado ante el sumo sacerdote Caifás, allí estaban también los escribas y los ancianos. Pedro está de espectador silencioso (Mt. 26:57-58). Todos estaban contra él y buscaban falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte; muchos testigos falsos se presentaban (Mt. 26:59).
  4. Por presentar Jesús su filiación divina de carácter indubitable, el sumo sacerdote se rasga las vestiduras y dice “¡ha blasfemado!“ (Mt. 26:65). Se dicta la sentencia contra Cristo: Reo de muerte (Mt. 26:66). Le escupen en el rostro, le dan puñetazos y otros le abofetean (Mt. 26:67-68).
  5. La hora del crisol de Pedro llega. Pedro estaba muy aturdido, confundido, lleno de miedo y decepcionado… Sentado en el patio sólo pensaba en lo humillante que había sido la escena que contempló. Ahora se enfrenta de lleno con la prueba. Alguien le dice: “Tú también estabas con Jesús el galileo“ (Mt. 26:69).
  6. La primera vez: “No sé lo que dices“ (vr. 70). La segunda vez con juramento dijo: “No conozco al hombre“ (vr. 72). Y la tercera vez con maldiciones y juramentos dijo: “No conozco al hombre“ (vr. 74). El gallo cantó y Pedro se acuerda de las palabras de Jesús. Sale fuera y llora amargamente (Mt. 26:75).
  7. Podéis imaginar el sufrimiento de nuestro Señor Jesucristo y por otro lado la prueba tan terrible que estaban atravesando sus discípulos. No se daban cuenta que habían sido puestos en el taller del Eterno. Tenían que ser salvados de su maldad para que a su vez pudieran ayudar a otros.
  8. Ahora llevan a Jesús atado a Poncio Pilato, el gobernador (Mt. 27:2), pero éste no hace nada por libertarlo a pesar de todas las evidencias que tenía de que era inocente. Sabía que le habían entregado por envidia (Mat. 27:18). Su esposa le advirtió: “No tengas nada que ver con ese justo“ (Mt. 27:19).
  9. Los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud para que en el día de pascua soltase a Barrabás y que Jesús fuese muerto (Mt. 27:20). La multitud gritó: “¡Sea crucificado! ¡Sea crucificado!“ (Mt. 27:23). Aunque Cristo no tenía ningún pecado, por amor, dejó que su Padre lo colocase en el crisol también a él (Mt. 27:27-31). Le desnudaron los soldados. Le echaron encima un manto de escarlata. Pusieron sobre su cabeza una corona de espinas y una caña en su mano derecha. Se arrodillaban delante de él y se burlaban, escupiéndole y golpeándole en la cabeza. Pusieron la cruz sobre sus hombros y lo encaminaron hacia el Calvario.

IV. SE FUNDE EL METAL

  1. Cristo es levantado en la cruz del Calvario. El no se defiende, no hace nada para liberarse de sus enemigos; en la cruz habla de perdón y de amor. Promete a uno de los que con él han sido crucificados que estará un día con en él en la gloria. Nada sabe a presente glorioso; las perspectivas ahora son peores que hacía unos días. Cristo no reinará sobre Jerusalén. Las miserias humanas de sus discípulos están a punto de fundirse.
  2. Después de haber clamado “Elí, Elí, ¿lama sabactani?” entrega su espíritu y muere. Pero este proceso, aparentemente penoso e inútil, tiene una finalidad, Cristo mismo se la expuso a Nicodemo: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:14-15). La pasión y muerte de Jesucristo probó la fe de sus discípulos en grado sumo. La mayoría superó la prueba, Judas no.

V. LA RECEPCION DEL ESPIRITU

  1. Después de la resurrección de Jesucristo y de su ascensión a los cielos, recibieron los discípulos el Espíritu Santo y fueron llenos de sus dones para realizar la obra de Dios. Ahora sus vidas reflejaban el amor de Dios. Ahora nadie pensaba en ocupar los mejores puestos; se amaban y buscaban la gloria del Señor.
  2. Habían llegado a un estado de unidad. Antes de la lluvia temprana Lucas dice que ellos: “Estaban todos unánimes juntos”. El diccionario define «unanimidad» como «adj. Dícese del conjunto de las personas que convienen en un mismo parecer, dictamen, voluntad o sentimiento».
  3. Juan, de ambicioso e hijo del trueno, se convirtió en el discípulo del amor: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios… Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros” (1 Jn. 4:7,11).
  4. Por causa del mensaje de Jesús, fue detenido y exiliado en la Isla de Patmos; pero él lo sufrió todo con humildad por amor de su Maestro; la escoria de su carácter había sido quemada.
  5. Pedro, de egoísta y orgulloso pasó a ser un discípulo abnegado y esforzado. Recordad que antes de que Cristo fuese entregado les había dicho a sus discípulos que todos se escandalizarían de él (Mc.14:27) pero Pedro, en su suficiencia propia contestó: “Aunque todos se escandalicen, yo no“ (Mc. 14:29). Mateo lo registra de esta manera: “Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré” (Mt. 26:35). Ya conocéis la historia posterior.
  6. Pero ahora Cristo le formula una pregunta muy interesante después de su resurrección: “¿Me amas más que éstos?” (Jn. 21:15). Su respuesta fue: “Sí, Señor tú sabes que te amo“. Jesús le formuló la pregunta de esta manera para probarle, pero en las palabras de Pedro no había nada que supiese a orgullo. “No más que los otros, te amo y tú lo sabes”. Pedro dio su vida por su Maestro y su causa, ya que murió crucificado boca a bajo.
  7. Los discípulos de Cristo tuvieron que enfrentar pruebas hasta la muerte, y cada prueba les iba acercando más y más a Jesús, hasta que llegaron a reflejar su carácter en sus vidas. No estaban solos en esta tarea, Cristo les dio el Espíritu Santo para que la obra de la conversión fuese completa.
  • Guía a la verdad (Jn. 16:13).
    Recuerda las palabras de Cristo (Jn. 15:26).
    Nos convence de pecado (Jn. 16:7-8).
    Nos da el poder para cambiar (Ez. 36:27).

CONCLUSION

  1. Todos los cristianos somos puestos en el crisol de Dios porque tenemos mucha escoria en nuestros caracteres. Y es en la prueba donde se revela qué somos. Adoptemos una actitud de confianza plena en Dios, que sabe más que nosotros lo que nos conviene.
  2. Cuando viene la prueba, ante la impotencia, somos llevados a buscar a Dios, a relacionarnos más con él. “La necesidad del hombre es la oportunidad de Dios”. Si superamos la prueba salimos purificados de ella: Más pacientes, más tolerantes, más comprensivos. A veces no entendemos por qué ocurren ciertas cosas, pero todo lo que nos pasa tengamos por cierto que es para nuestro bien (Ro. 8:28).
  3. No estamos solos en la obra de la transformación de nuestros caracteres, Dios nos da su Espíritu para obrar en nosotros la santificación. Si habéis sido llamados a enfrentar alguna prueba difícil, buscad a Dios de todo corazón, confiad en él y él hará. Digamos con el apóstol Pablo “¿Quién nos separará del amor de Cristo…?” (Ro. 8:35-39). Dios os bendiga. Amén.

© José Vicente Giner