SEMILLEROS DE ESPERANZA

PADRE NUESTRO

Objetivos:

  1. Entender lo que significa ser padre.
  2. Entender lo que significa ser hijo.
  3. Saber por qué Dios desea que le llamemos “Padre“.
  4. Profundizar sobre el significado del nombre y del carácter.

Introd.

  1. Dios recibe en la Biblia varios nombres que reflejan su carácter. El nombre de una persona, al menos en la antigüedad, reflejaba su carácter y de hecho cada nombre tenía una etimología, un significado.
  2. Jacob, según la etimología popular, significa “el que agarra el talón“ y “el suplantador“. Dios le cambió por “Israel“ que significa “el que lucha con Dios“ o “Príncipe de Dios“.

I. NUESTRA SEÑA DE IDENTIDAD

  1. Desde que el ser humano existe, existen los nombres. Esta idea de colocar a las personas nombres, proviene de Dios. El primer ser humano recibió un nombre: Adán, que según algunos expertos significa “hombre“, “ser humano“ o “rojo“, probablemente una mención a la arcilla con la cual fue formado.
  2. Su esposa, recibió el nombre de “Eva“, que significa “vida“, la primera mujer y madre de toda la raza humana. Adán también puso nombre a todos los animales.
  3. De forma natural, los humanos colocamos nombres a nuestros hijos y nuestros padres nos los colocaron a nosotros. Es inconcebible que una persona no tenga nombre y el nombre es lo primero que se suele decir en un encuentro entre humanos que no se conocen. Es como nuestra seña de identidad, aquello que nos identifica.
  4. Las primeras personas que colocaron un nombre a sus hijos, tenían en su mente el deseo de ver reflejado en el carácter de su descendiente, unas características concretas que lo ligaran a Dios para siempre.

II. NUESTRO DIOS Y EL NOMBRE

  1. Como hemos visto es muy importante el nombre para una persona, de hecho, los ángeles tienen nombre. El ángel Gabriel entregó varios mensajes relevantes en nombre de Dios. Recordemos cuando se le apareció a Daniel y a María, la madre de Jesús. La importancia del nombre abarca hasta la vida venidera donde Dios nos dará un nombre nuevo a cada uno de nosotros (Apoc. 2:17).
  2. Dios también tiene sus nombres, y los tiene para trasmitir a sus criaturas lo que él es y hace por nosotros, en realidad reflejan su carácter, su esencia. Algunos argumentan que Dios tiene el nombre de “Jehová“ y sólo nos podemos dirigir a Dios con este nombre, lo demás es como un pecado.
  3. Pero esto es un error de interpretación del nombre hebreo, porque en el original bíblico no aparece esta palabra sino las consonantes JHVH, conocido por Tetragrámaton (griego antiguo que significa palabra compuesta por cuatro letras) porque la Biblia en hebreo se escribió sin vocales.
  4. Un grupo de masoretas, eruditos judíos, inventaron el sistema para poner vocales, tomaron el nombre de Adonay, uno de los nombres con que los judíos designan a Dios y significa “mi Señor“. Por el tiempo tomaron las vocales de Adonay, la A, la O y la A y las colocaron al Tetragrámaton sonando como “Jehová“, la A la cambiaron por la E por cuestiones fonéticas. Otros pusieron “Javé“ o “Yaue“.
  5. Como vemos, el nombre en sí se puede diversificar, lo más importante no era la forma estructural de la palabra sino su semántica, el sentido que tiene la palabra, para qué se dice lo que se dice.

III. LO QUE ES DIOS PARA NOSOTROS

  1. Para el Señor Jesucristo en su forma humana, estaba claro que a Dios podía llamarle “Padre“, así se dirige a él cuando oraba (Jn. 11:41; 17:1). Jesús hizo énfasis en que nos dirigiéramos a Dios con este nombre, si hubiera querido que fuera “Jehová“ lo hubiera dicho cuando enseñó la oración del Padrenuestro.
  2. En la oración modelo Jesús nos indica con toda simplicidad y claridad cómo debemos dirigirnos a Dios cuando oremos a Él: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre“ (Mat. 6:9). (RVR1960).
  3. Padre es el que provee, el que se preocupa por ti, el que te cuida constantemente, el que busca soluciones para ti, el que te educa, el que te alimenta, el que te saca de los problemas, el que se esfuerza para que seas feliz, el que te cuida si estas enfermo, el que te perdona y tiene misericordia de ti cuando te equivocas, el que te ama siempre, el que te defiende, etc.
  4. Así debemos ver a Dios, como un padre que cuida fielmente de cada uno de nosotros. Cada vez que decimos Padre con todo nuestro corazón, invocamos su cuidado, su bendición, su amor, su providencia, su perdón, su bene–volencia, su enseñanza, su guía y aun su disciplina.
  5. Deducimos, pues, que el tratamiento de Padre es una representación del carácter de Dios, igual que “Buen Pastor“, “Roca Eterna“, “Refugio contra el turbión“, “la perla de gran precio“, etc., son representaciones del carácter y obra de nuestro Salvador.
  6. El mismo Jesús (del hebreo Yeshu´a), significa Salvador; Cristo significa Ungido o Mesías. Jesús es el Ungido, suave como el aceite, de esa forma se representa con estos nombres el carácter del Redentor, y podemos entender los que le amamos, que Cristo es Aquel que nos suaviza, el que sana nuestras heridas y golpes, como lo hace el aceite y esto es muy alentador.
  7. Por eso Jesús curó a la gente, la perdonó, la animó, la redimió. La mujer del pozo de Jacob era culpable de pecado, pero Jesús la perdonó. María Magdalena también era de mala reputación y Jesús la redimió. Jesús suavizó las heridas de quienes se acercaban a El.
  8. Otro nombre, que se aplica tanto al Padre como al Hijo, es “YHVH-Rapha“ significa “el Señor que Sana“ o “el Señor tu Sanador“ (Ex. 15:26).
  9. Jesús curaba toda clase de enfermedades (Hch. 10:38). Sanar, en este contexto, tiene un amplio significado porque abarca tanto lo físico como lo mental y todos nosotros tenemos necesidad de ello.

CONCLUSION

  1. El pecado nos enferma espiritualmente y degrada físicamente. El pecado nos separa de Dios y para eso vino Cristo al mundo para volvernos a unir con el Padre, para redimirnos y sanarnos, por eso dice Isaías que por su llaga fuimos curados (Isa. 53:5).
  2. Cristo nos invita a dirigirnos a Dios como nuestro Padre; el Padre nos espera y por los méritos de Cristo nos acepta como sus hijos, como si nunca hubiéramos pecado.
  3. “Jesús nos enseña a llamar a su Padre, nuestro Padre. No se avergüenza de llamarnos hermanos. Tan dispuesto, y ansioso, está el corazón del Salvador a recibirnos como miembros de la familia de Dios, que desde las primeras palabras que debemos emplear para acercarnos a Dios él expresa la seguridad de nuestra relación divina: “Padre nuestro”“ (El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 89).
  4. Que el Señor nos bendiga y guarde en su nombre, este es mi deseo y oración. Amén.

© José Vicente Giner