SEMILLEROS DE ESPERANZA

ODIO VERSUS AMOR

Objetivos:

  1. Entender que el mundo vive en un estado permanente de negatividad.
  2. Saber que este fenómeno nace de la falta de confianza en Dios.
  3. Comprender que sólo cultivando la firme confianza en Dios venceremos.
  4. Animarnos a vivir reposando en las maravillosas promesas de Dios.

Introd.

  1. Puede ser que creamos que nuestro estado de salud no tiene nada que ver con nuestra actitud mental. Puede ser que pensemos que por el hecho de abrigar tal o cual sentimiento, no va a afectar a nuestra vida. Pero esto es una gran equivocación.
  2. Todo lo que creemos y pensamos nos afecta de manera muy profunda y condiciona nuestra vida, nuestro estado de salud y aún nuestra felicidad. Deseamos, pues, entender qué relación tienen los pensamientos que decidimos albergar con nuestro estado emocional y con la salud física, con nuestro éxito o fracaso en la vida, con nuestra dicha o con nuestra desdicha.
  3. El emperador Marco Aurelio dijo en una ocasión: “Tu mente será como tus pensamientos habituales, pues el alma se tiñe del color de tus pensa–mientos”.

I. LA PRESIÓN DE LA VIDA

  1. Vivimos en un mundo hostil. Todo a nuestro alrededor tiene una carga potencial de agresividad: Guerras, violencia, catástrofes naturales, enferme–dades, contaminación del planeta, de los alimentos, etc.
  2. Pero en medio de toda esa presión del entorno, tal vez lo que más nos afecta y duele como humanos es la agresividad del ser humano para con el ser humano.
  3. La carga de agresividad que albergamos los humanos es grande. Pareciera que la llevamos en la sangre. Todos pasamos durante nuestra vida por alguna o muchas experiencias en las que somos agredidos o agredimos.
  4. Conozco personalmente casos de personas que sus padres les abandonaron cuando eran niños, o los maltrataron; personas que habían sido dañadas por esposos, esposas, amigos, familiares, por situaciones especiales de la vida y asimismo personas que fueron heridas en la iglesia por algún hermano o hermana, etc.
  5. Estas personas no son felices, llevan una carga de odio que va destruyendo poco a poco cada día; tienen un carácter agrio, amargo, el resentimiento las acompaña siempre. Han decidido pintar su mente de un color desagradable. ¿Qué significa esto?

II. DEFINICIÓN DEL ODIO

  1. Debemos entender lo que significa este sentimiento negativo. Odio viene del latín “odium”, y define la antipatía y aversión que inclina a la persona a desear el mal para el sujeto o objeto odiado.
  2. Nuestra naturaleza humana nos lleva a tratar de evitar o destruir aquello que odiamos. Los crímenes, en alto porcentaje, se dan en personas que tiñeron su mente de un color negativo contra alguien o contra algo.
  3. El odio y todos sus asociados como el rencor, el resentimiento, la enemistad, el aborrecimiento, el desprecio, antipatía, manía, etc., son sentimientos que nos destruyen si los albergamos. El odio es lo opuesto al amor.
  4. El odio también se puede traducir en indiferencia hacia las personas que tratamos de castigar porque nos dañaron. Para muchos expertos, el odio es una intoxicación psíquica, es un envenenamiento del ser interior y somos nosotros los que decidimos tomar o no este veneno.
  5. La neurobiología nos dice que el odio y el amor comparten estructuras cerebrales, lo que explica que exista una línea muy fina entre el odio y el amor. El estudio al que nos referimos, fue realizado por el Laboratorio de Neurobiología del University College de Londres (1).
  6. Utilizando a varios voluntarios que miraban fotografías de alguien a quien odiaban, los científicos descubrieron que se activaban una serie de circuitos en un área del cerebro que comparte ciertas estructuras asociadas al amor.
  7. ¡Qué interesante! Esto explicaría que personas que amaban y admiraban a alguien de forma muy intensa, cuando éste hace o dice algo que les molesta, hiere o simplemente no les gusta, deciden albergar pensamientos negativos, su odio se puede tornar tan intenso como era su amor.
  8. Así es que, si decidimos amar u odiar a alguien, la reacción cerebral se da en la misma área pero las repercusiones en nuestra vida son totalmente diferentes. Y esto depende de la elección que nosotros hacemos.
  9. De hecho, este estudio demuestra que los individuos que odian son mucho más peligrosos de lo que se creía, pues son altamente efectivos a la hora de calcular acciones destinadas a perjudicar a la persona odiada, planificar conductas de agresión, evaluar, predecir, anticipar las reacciones de los demás o encubrirse a sí mismo.
  10. En la antigua Roma, se decidió perseguir y exterminar a los cristianos por el odio que se les tenía. En el año 64 un incendio destruyó 10 de los 14 barrios de Roma. El emperador Nerón, fue acusado de ser el autor del mismo, pero él echó la culpa a los cristianos.
  11. Aquí empezó una gran persecución contra éstos, y durante este tiempo fueron sacrificados miles de cristianos, entre ellos Pedro y Pablo. A los cristianos que iban a morir se les exponía a las burlas, se les cubría de pieles de animales y se le echaba a la arena de los circos romanos, para contemplar cómo eran crucificados o desgarrados por fieras salvajes como leones, tigres, perros, o quemados vivos como si fueran antorchas que servían para iluminar en la noche.
  12. La gente sentía un odio acerbo hacia el cristianismo y quien lo profesaba, porque se había hecho creer a todos que estas personas eran criminales, infanticidas, incestuosos, ladrones, mentirosos, sediciosos, en suma, personas peligrosas en extremo.
  13. En realidad, lo que sucedía es que los cristianos se negaban a adorar a los dioses oficiales del imperio y no reconocían el carácter divino de los emperadores; lo que desestabilizaba el poder político y religioso de su tiempo. Por otro lado, al predicar el amor y la igualdad entre todos los hombres, los cristianos atacaban los intereses crueles del Estado ávido de conquistas.
  14. El Tribunal de la Santa Inquisición, más allá de las explicaciones que se brindan para justificarlo, nació del odio y para el odio. Fueron millones las personas que ajustició este organismo. Llevados al potro, a la garrucha, al cadalso, a la rueda; torturados sin misericordia, terminaban muriendo en el proceso de la tortura o morían en la hoguera, aserrados, ahorcados o descuartizados. ¡Qué paradoja tan grande!
  15. Personas que decían servir al Dios del amor, materializaban su odio hacia otros cristianos matándolos. Hablemos del nazismo. ¿Cómo se pudo generar en la sociedad de aquel tiempo un sentimiento antisemita tan profundo y cruel? El odio destruyó, ante la actitud impasible de la gente, a más de seis millones de judíos, entre quienes se encontraban bebés, niños, jóvenes, madres embarazadas, ancianos, que no habían hecho ningún daño a nadie. Auschwitz, Dachau y otros campos de exterminio, son una prueba inequívoca de las consecuencias de albergar el odio en la mente.
  16. Nada se fragua en nuestra mente sin que nosotros lo hayamos consentido y por ende, lo que determina la calidad de nuestra vida depende de nuestra elección. Esto descarta categóricamente la teoría del destino, en la que se eliminan responsabilidades; en contraposición al libre albedrío que implica que cada persona es capaz de elegir voluntariamente sus pensamientos y actos, los cuales construirán su destino.
  17. Por otro lado, también debemos desmitificar el hecho de que muchos cristianos creen que es por culpa del diablo que ellos pecan. Veamos lo que dice el Espíritu de Profecía: “Nadie, sin su propio consentimiento, puede ser vencido por Satanás. El tentador no tiene el poder de gobernar la voluntad o de obligar al alma a pecar. Puede angustiar, pero no contaminar. Puede causar agonía pero no corrupción” (El Conflicto de los Siglos, pág. 564). Esto es lo que enseña la Biblia: Tanto para hacer el bien como para hacer el mal, tenemos que consentir y dar permiso a Dios o al diablo.

III. ORIGEN DEL ODIO

  1. En vista de todas estas cosas cabe preguntarse: ¿Por qué odiamos? La respuesta está en la Biblia: Debido al pecado. Nuestra naturaleza, después de la caída, cambió y se tornó pecaminosa. El corazón humano no es bueno por naturaleza, como nos quieren hacer creer, sino tendente al mal. Eso no quiere decir que debamos hacer lo malo por obligación; pero necesitamos comprender que nuestra tendencia natural nos lleva a hacer el mal y no el bien: “Por el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud” (Gn. 8:21).
  2. David, abrumado por el peso del pecado que cometió con la esposa de Urías, exclamó: “En maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5).
  3. Él estaba reconociendo que los niños nacen heredando la propensión al mal. No era una excusa, sino un grito que se alzaba al cielo pidiendo ayuda, misericordia y perdón. El profeta Jeremías presenta así la naturaleza humana: “¿Podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?” (Jer. 13:23).
  4. Nuestro Señor Jesucristo enseñó la misma verdad: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia (ojo maligno –versión Reina Valera Gómez), la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Mr. 7:21-23).
  5. Al caer en el pecado, Adán y Eva adquirieron la naturaleza caída de Satanás. Jesús, refiriéndose a esta naturaleza, les dirá a los judíos que le odiaban: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio…” (Jn. 8:44). Juan enseñará lo mismo: “Todo aquel que aborrece (odia) a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él” (1 Jn. 3:15).
  6. Satanás odia a Dios, lo odia hasta el punto de haber crucificado a Jesús. Odia la iglesia de Cristo, por eso la ha perseguido siempre; odia a los ministros de Cristo y hace todo lo posible por dañarlos y neutralizarlos; odia la doctrina de Cristo, por eso centra sus esfuerzos en desvirtuarla y destruirla.
  7. Odia los mandamientos de Dios, de ahí que haga todo lo posible para hacerlos aparecer como abolidos e innecesarios para los cristianos. Odia a los que se entregan al servicio de Dios, por eso no es de extrañar que los creyentes sinceros sean tan probados.
  8. La profecía nos dice que Satanás dirigirá sus ataques finales hacia el remanente pueblo de Dios y tratará de destruirlo (Ap. 12:17), pero el Señor será nuestro escudo y fortaleza. Al comparar a los judíos que le odiaban con el diablo, Jesús estaba asentando una verdad innegable: El que odia decide imitar a Satanás.

IV. CASOS BÍBLICOS

  1. En la historia de la humanidad podemos encontrar pruebas contundentes de lo letal que es el odio, como ya hemos visto. Está la raíz de muchas guerras y conflictos, crímenes atroces, genocidios, enemistades y pleitos. El odio divide a los amigos, a las familias, a los matrimonios, a los gobiernos, a la sociedad y aún a la iglesia.
  2. Un caso bíblico muy conocido es el de Saúl y David. El rey Saúl entabló al principio una buena relación con David. Éste había tocado su arpa para el rey y traído la victoria a los ejércitos de Israel cuando se enfrentó con el filisteo Goliat.
  3. El rey previamente le trató de una manera muy deferente: “Y viniendo David a Saúl, estuvo delante de él; y él le amó mucho, y le hizo su paje de armas. Y Saúl envió a decir a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo, pues ha hallado gracia en mis ojos” (1 Sam. 16:22).
  4. Cuando David iba a pelear con el gigante filisteo: “Saúl… hizo que su propia armadura real le fuera colocada a David” (Patriarcas y Profetas, pág. 698). Le deseó al joven David el éxito en su empresa y le expresó su anhelo de que fuera bendecido por Dios: “Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo” (1 Sam. 17:37).
  5. Después de la victoria, Saúl “lo puso sobre gente de guerra y era acepto a los ojos de todo el pueblo, y a los ojos de los siervos de Saúl” (1 Sam. 18:5).
  6. Pero el diablo tenía un plan para instalar el odio en el corazón del rey. Recordemos lo que se ha dicho al principio, que el odio es autodestructivo, una de los tóxicos más potentes que existen para destruir a la persona. Debemos estar en guardia, pues, porque el enemigo tiene planes específicos para destruir el amor entre los hermanos, esposos, amigos… Desea introducir el odio en la iglesia y no debemos permitírselo.
  7. Cuando regresaban de aquella batalla en la que David había vencido a Goliat, “salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel cantando y danzando, para recibir al rey Saúl, con panderos, con cánticos de alegría y con instrumentos de música. Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían: “Saúl hirió a sus miles. Y David a sus diez miles” (1 Sam. 18:6-7).
  8. ¿Cuál fue el resultado de esta imprudente acción por parte de aquellas mujeres? “Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David” (1 Sam. 18:9). En los siguientes dos versículos se nos informa que un día, el rey Saúl, trató de matar a David, mientras este tocaba el arpa para el rey. ¡Qué terrible!
  9. Deseaba matarlo, qué cambio tan brutal experimentó en sus relaciones hacia el joven David. ¿Estaba justificado el odio del rey Saúl hacia David? ¡En absoluto! Fue una decisión que el rey tomó en su mente. Decidió odiar al joven que antes amara.
  10. En realidad, el odio de Saúl nace como un resultado de la envidia; de haber estado consagrado a Dios, el monarca no hubiera tomado a mal aquel canto. El rey Saúl hizo todo lo posible por destruir a David, decidió albergar el odio en su corazón y esto tiñó el resto de su vida del color de la derrota. Llegó a cometer actos muy execrables.
  11. Cuando la persona decide albergar odio en su corazón, hará todo lo posible por dañar al odiado: Comentarios mordaces, burlones, irónicos… La crítica hacia el individuo odiado estará siempre en su mente y en su boca. Buscará la manera de desprestigiar, de atacar, de hundir, de desfigurar su carácter.
  12. ¿No hemos sido testigos o protagonistas de este asunto alguna vez? ¿No lo hemos observado asimismo en la iglesia? ¿Haremos todo lo posible para distanciarnos de este espíritu maligno?

V. VENCIENDO CON EL BIEN EL MAL

  1. Pero David nunca perdió su Norte espiritual, él se mantuvo siempre humilde, remitió su causa a Dios y decidió no albergar odio en su corazón hacia el rey.
  2. Practicó lo que el apóstol Pablo enseñaría muchos siglos después: “No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien el mal” (Ro. 12:21).
    David tuvo varias oportunidades áureas para desquitarse con el rey; podría haber satisfecho su odio matándolo, haciéndolo prisionero o perjudicándole de alguna manera, pero la historia bíblica nos dice que David, en estas ocasiones ventajosas, siempre decidió no perjudicar al rey (1 Sam. 24:6).
  3. Él tomó la decisión de no vengarse: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Ro. 12:21).
  4. En este caso, David representa al Señor Jesús, nuestro ejemplo en todas las cosas. Jesús enseñó durante su vida que el amor es más poderoso que el odio y que el odio de por sí es un sentimiento homicida.
  5. Mientras que el amor transforma, ennoblece, alegra la vida, el odio destruye, deforma el carácter, acorta la vida, genera infelicidad. Jesús dejó establecido en el Evangelio que sus seguidores deben devolver bien por mal (1 P. 3:9); y que deben amar a sus enemigos, bendecir a los que les maldicen, hacer bien a los que les aborrecen y orar por aquellos que les persiguen (Mt. 5:45). El mismo Señor Jesús, cuando estaba en la cruz, oró por sus enemigos: “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que se hacen” (Lc. 23:34).
  6. Esta no fue una oración formal, algo que se hace para demostrar piedad fin–gida. Nació de lo más íntimo de su corazón. Jesús vino para salvar a las al–mas no para destruirlas (Lc. 9:56). Su objetivo fue restaurar el corazón hu–mano. ¿Es fácil esto? ¡No! Más bien es imposible sin la ayuda de Dios.
  7. Si bien nuestra naturaleza pecaminosa nos lleva fácilmente al terreno del odio, los que hemos renacido en Cristo, debemos rogar que el Espíritu Santo nos de sus frutos, entre ellos: Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, mansedumbre… (Gál. 5:22-23). Un cristiano unido a la vid, es decir a Cristo, no manifestará las obras de la carne, como el odio, porque el Espíritu de Dios lo controla.
  8. ¡Qué bendición más grande tiene un cristiano que ha decidido amar y no odiar! Se goza en el Evangelio, es feliz en esta tierra, se ve liberado de las cadenas largas y pesadas del resentimiento, favorece su salud física y lleva alegría allí donde va. No olvidemos que el odio provoca estrés, factor de gran riesgo para la salud.

Conclusión

  1. Cuando perdonamos manifestamos el espíritu de Jesús, “que cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 P. 2:22-23).
  2. Creo que es de suma importancia que como seguidores de Cristo aprendamos a manifestar su carácter en nuestra vida; los rasgos que le hicieron nuestro sustituto, garante y salvador, que ha puesto a nuestra disposición el poder necesario para vencer el mal con el bien. Dios te bendiga. Amén.

(1) http://www.intramed.net/actualidad/not_1.asp?contenidoID=56681

© José V. Giner