SEMILLEROS DE ESPERANZA

ECHA TU PAN SOBRE LAS  AGUAS

Objetivos:

  1. Ser conscientes de que como cristianos tenemos un deber delante de Dios.
  2. Aprender cuál es ese deber.
  3. Conocer el mensaje peculiar que debemos predicar en nuestro tiempo.
  4. Ser instados a llevar este mensaje a la gente que nos rodea.

Introd.

  1. No existe un cristiano o cristiana auténtica si no es misionero, es decir si no trabaja por Dios y por el prójimo.
  2. Jesús calificó a sus seguidores como “luz del mundo“ (Mat. 5:14), lo que nos coloca a cada cristiano o cristiana en el deber de “iluminar“. Notemos que las palabras de Cristo son bien claras y no dicen “tenemos que ser“ sino “somos“ la luz del mundo.

I. ANDAR EN TINIEBLAS

  1. ¿Qué quería decir nuestro Señor Jesús con estas palabras? La luz nos permite distinguir aquello que nos rodea; podemos desenvolvernos más fácilmente, de hecho, cuando no tenemos luz en la noche, no sabemos qué hacer, dónde dirigir nuestros pies, nos sentimos perdidos… Necesitamos aunque sea un pequeña linterna que emita un rayo de luz que nos ilumine.
  2. Seguramente todos hemos hecho la experiencia de encontrarnos en la oscuridad y no es nada agradable. En sentido espiritual vivir sin luz, es no tener el conocimiento salvador, es decir, las enseñanzas de Jesús. Estas están contenidas en la Biblia, por eso el salmista dice: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino“ (Sal. 119:105). (RVR1960).
  3. Sin la luz de Cristo, el alma está perdida, no sabe a dónde va, ni siquiera dónde se encuentra. La luz del Evangelio es la que nos guía a la verdad en términos absolutos. El relativismo cae rendido ante esa luz maravillosa que dimana de los labios de Cristo: “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida“ (Jn. 8:12). (RVR1960).
  4. Imagínate estar circulando con tu vehículo en la noche y de pronto quedar sin luz por un fallo eléctrico del sistema. A mi me ha ocurrido y podría haberme constado la vida. Jesús sabía muy bien lo que hacía cuando nos enseñó el mensaje del Evangelio; en él está contenida la verdad en términos absolutos y sólo la verdad es la que nos puede liberar de las cadenas del pecado (Jn. 8:31-32).

II. LA LUZ QUE NOS LIBERA

  1. En estos textos Jesús nos insta a “permanecer en su palabra“ (Jn. 8:31). Porque es su Palabra la luz que nos guía. El Espíritu Santo se encarga de impresionar nuestra mente con las verdades del Evangelio. Notemos que no trabaja especialmente nuestros sentimientos y emociones porque estos son cambiantes e inestables. Trabaja con nuestra inteligencia.
  2. Nos regala mensajes con fundamento, que vienen del cielo y que, creídos y obedecidos, iluminan nuestro entendimiento, le dan sentido a nuestra existencia. La mayoría de gente todavía vive en la oscuridad, no saben de dónde vienen, ni dónde están ni hacia dónde van.
  3. Es la obra del Espíritu Santo iluminar esas mentes entenebrecidas por el pecado, llevando a la gente a la Palabra de Cristo, es decir a la revelación bíblica. Si estudiamos la vida de Cristo observaremos esta verdad innegable: Jamás enseñó algo que contradijera la revelación que se dio desde el principio. Al contrario, siempre dirigía la mente de las personas hacia el “escrito está“. No inventó ningún mensaje paralelo o halagüeño, que agradara a los oídos humanos. Predicó la verdad eterna, lo que estaba dicho desde el principio, aquello que era, que es y que será siempre.
  4. Por eso aquellos hombres y mujeres que comprendieron esto, fueron alentados a basar su vida sobre estos principios eternos que Cristo nos dejó. Toda la Biblia es una revelación de la luz que nos guía a la verdad y nos hace libres del pecado y de su poder, por la gracia de Jesús.

III. COMPARTIR EL EVANGELIO

  1. En el Apocalipsis encontramos el mensaje de Cristo para nuestro tiempo; es un mensaje de luz, lleno de advertencias, pero también de esperanza. Sólo la verdad bíblica nos guiará por el valle de sombra y de muerte; sólo la Palabra, estudiada e incorporada a nuestra praxis cotidiana, nos llenará de gozo y de esperanza y librará de aquellos engaños que envolverán a las personas en las tinieblas en el tiempo del fin.
  2. Pero a la vez, el Evangelio de Cristo implica una obra hacia fuera de nosotros mismos. El Evangelio eterno que el ángel tiene para predicarlo a toda nación, tribu, lengua y pueblo (Apoc. 14:6), es el mismo Evangelio de siempre, aquel que predicaron los patriarcas y profetas, aquel que predicó el Salvador; pero adaptado al momento histórico que vivimos y ese Evangelio es el que debemos dar a conocer.
  3. El mensaje peculiar para este tiempo se concentra en Apocalipsis 14:1-13; digo peculiar porque nadie lo predica prácticamente a parte de nuestra iglesia. Aquí se condensan los mensajes bíblicos dados desde la antigüedad, pero que cobran más importancia en la medida que su culminación o cumplimiento llega a su clímax.
  4. El sellamiento, la justificación, la santificación, el arrepentimiento, el perdón, el juicio, la marca de la bestia, la vigencia de los mandamientos de Dios, la apostasía generalizada, la segunda venida de Cristo y otros, son aquellas verdades peculiares que deben ser presentadas con poder y a la vez con la humildad de Cristo. No para infundir temor o terror a la gente sino para colocarlas ante verdades irrefutables que nos pueden llevar a la salvación eterna, o de rechazarlas, a la perdición; haciendo mucho más énfasis en el amor de Dios que se ha manifestado en Cristo con toda su potencialidad.
  5. No podemos ignorar a la hora de dar este mensaje amonestatorio, el hecho de presentar la gracia de Cristo como el asunto más importante del juicio investigador. Podemos librarnos de una condena segura, por los méritos expiatorios de Cristo Jesús. Tanto nos ama el Señor que pudiéndonos destruir nos da la posibilidad de reinar con Él en el cielo por los siglos de los siglos.

Conclusión

  1. El Señor Jesús todavía intercede por nosotros ante el Padre, es nuestro Abogado y desea que nos arrepintamos de nuestros pecados para lavarnos con su sangre. ¿Le dejaremos?
  2. El endemoniado gadareno, una vez liberado de las cadenas del pecado por Cristo, pidió ir con Él, pero el Salvador le dijo: “Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él“ (Luc. 8:39). (RVR1960).
  3. “Todos los hombres y mujeres que son cristianos en el pleno sentido de la palabra debieran ser obreros en la viña del Señor. Debieran estar completamente alertas, trabajando celosamente por la salvación de sus semejantes, y tendrían que imitar el ejemplo que el Salvador del mundo les ha dado en su vida de abnegación, sacrificio, y trabajo fiel e intenso“ (Testimonios para la Iglesia, Tomo 3, 225).
  4. Te invito, querido joven, a echar el pan (Evangelio), sobre las aguas (gente) tal y como nos insta a hacer Salomón (Ecles. 11:1). Pidámosle al Señor que nos de ese espíritu misionero. No olvidemos que somos los “Juanes Bautistas“ de este tiempo. Juan era un ejemplo de lo que deben ser los creyentes de los últimos días, los cuales tenemos el deber de preparar el camino del Señor. Amén.

© José Vicente Giner