SEMILLEROS DE ESPERANZA

EL REINO DE LOS CIELOS

Objetivos:

  • Comprender que el cielo es una realidad que nos espera.
  • Ensenar que los ángeles fieles están en el cielo y son muy felices.
  • Saber que el cielo es un regalo que Dios nos hace.
  • Tener la seguridad que un día iremos al cielo porque Cristo lo prometió.

Introd.

  1. El Señor Jesús habló mucho del reino de los cielos, es el lugar de dónde él procedía, por tanto, sabía muy bien cómo es. Él podía hablar perfectamente de todo lo que tiene que ver con la vida eterna.
  2. Por eso presentó diversas enseñanzas que nos ayudan a entender el valor tan grande que tiene ese lugar y el esfuerzo que debemos realizar los hijos de Dios para poder estar ahí un día.
  3. Pero especialmente para poder gozar el amor de Dios, contemplarle cara a cara y descansar eternamente del sufrimiento y dolor que tenemos en esta tierra por causa del pecado y agradecerle su redención en Cristo por toda la eternidad.

I. EL VALOR DEL REINO DE LOS CIELOS

  1. El valor, pues, del reino de los cielos, no se mide por las riquezas que allí se encuentran, sino por el hecho de estar con Dios y alabarle.
  2. Los ángeles, esos seres majestuosos y perfectos, llenos de luz y poder, viven felices en el cielo, junto al Rey de la gloria. No anhelan otra cosa que estar con Dios.
  3. Ellos alaban a Dios y le adoran, le sirven y le bendicen. Hallan su deleite en amar a su Creador: “Los ejércitos de los cielos te adoran“ (Neh. 9:6). (RVR1960).
  4. Viven para obedecerle: “Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, obedeciendo a la voz de su precepto“ (Sal. 103:20). (RVR1960).
  5. Ellos, que nunca cayeron en el pecado, son conscientes del valor indescripti–ble que tiene servir a Dios en santidad y estar con Él en las mansiones celestiales.

II. LA COMPRENSION HUMANA

  1. Pero a nosotros los humanos nos resulta muy difícil entender las cosas que pertenecen a la Divinidad y no las valoramos como debiéramos. Y es por eso que los ángeles se admiran y entristecen.
  2. “El universo celestial está pasmado de la apatía, la frialdad y la indiferencia de los que profesan ser hijos e hijas de Dios“ (Servicio Cristiano, 112).
  3. En este Testimonio no se habla de las personas incrédulas, indiferentes a las promesas divinas, sino que está hablando de los hijos e hijas de Dios, de aquellos que aseveramos servir a Cristo.
  4. ¡Qué triste es que por un poco de placer terrenal, estemos dispuestos a perder el cielo! ¡Qué incomprensible resulta entender que tan fácilmente dejemos de ejercer la fe en Dios para centrarnos en cosas que perecen, como casas, dinero, placeres mundanales, fama, poder!
  5. El gran Salomón era rey, tuvo el privilegio de que Dios se le apareciera y le invitara a pedirle lo que quisiera. El joven monarca pidió sabiduría, saber servir a Dios, vivir en fidelidad y rectitud de corazón. Por un tiempo fue así, pero Salomón tomó decisiones en su vida que lo fueron alejando de Dios y de su servicio.
  6. En la siguiente declaración, el sabio expresa su experiencia en el mal: “Nunca me negué ningún deseo; jamás me negué ninguna diversión. Gocé de corazón con todos mis trabajos, y ese gozo fue mi recompensa“ (Ecl. 2:10). (DHH).
  7. Dejó que los placeres de la carne y toda la gloria pasajera de este mundo invadieran y tomaran el control de su vida. Si alguien está pensando en aventurarse por la senda del pecado, tome en cuenta las palabras de Salomón, después de haber experimentado todo lo que el mundo podía ofrecerle: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad“ (Ecl. 1:2). (RVR1960).
  8. La palabra “vanidad“, en este contexto hace referencia a aquello que perece, lo banal de este mundo, lo que es efímero, especialmente a lo que no sirve de nada al creyente, a lo inútil, aquello que no produce ninguna satisfacción duradera y sí nos roba la vitalidad, la salud, el fervor espiritual, la comunión con Dios, la vida eterna.
  9. La gente que se centra en sí misma olvidándose que tiene un compromiso con Dios, es como Narciso. El relato mitológico habla de un joven que era muy bello, tanto que se enamoró de su propia belleza mientras se contem–plaba en el reflejo de su imagen en el agua de un estanque. Tanto se admiraba que terminó lanzándose al agua para buscarse a sí mismo, muriendo ahogado.
  10. “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto“ (Jn. 12:24). (RVR1960). Se ha dicho que la ley del servicio propio, es la ley de la autodestrucción.

III. NUESTRA DECISION PERSONAL

  1. Cuando el apóstol Pablo trata de hablar del cielo, como humano tiene limitaciones, y lo expresa así: “Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado y nadie ha imaginado lo que Dios tiene preparado para aquellos que lo aman“ (1 Cor. 2:9). (PDT).
  2. Venimos a este mundo para prepararnos para vivir un día con Dios y sus ángeles. El cielo será por un tiempo nuestra morada y después vendremos a esta tierra para vivir eternamente. Dios la recreará y colocará aquí su trono.
  3. Tenemos que entender, pues, varias cosas. Este mundo no es el cielo: “Este mundo no es el cielo del cristiano, sino meramente el taller de Dios, donde hemos de adquirir la capacidad de unirnos con los ángeles inmaculados en un cielo santo“ (Servicio Cristiano, 129).
  4. Debemos trabajar para extender el reino de Dios y ganar almas: “Cada uno tiene su lugar en el plan eterno del cielo. Cada uno ha de trabajar en cooperación con Cristo para la salvación de las almas. Tan ciertamente como hay un lugar preparado para nosotros en las mansiones celestiales, hay un lugar designado en la tierra donde hemos de trabajar para Dios“ (Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 297).
  5. Dios no evalúa a sus hijos por la cantidad de trabajo que hacen: “No es la cantidad de trabajo que se realiza o los resultados visibles, sino el espíritu con el cual la obra se efectúa lo que le da valor ante Dios“ (Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 365).
  6. Dios premia la fidelidad: “El premia la bondad y la fidelidad más que la magnitud del trabajo realizado“ (Servicio Cristiano, 130).
  7. Los ángeles nos están esperando: “Los ángeles del cielo han esperado por mucho tiempo la colaboración de los agentes humanos -de los miembros de la iglesia- en la gran obra que debe hacerse. Ellos os están esperando“ (Joyas de los Testimonios, Tomo 3, pág. 308).

IV. LA PERLA DE GRAN PRECIO

  1. Jesús habló del reino de los cielos en parábolas y una de ellas nos habla de la perla en Mateo 13:45-46. Este comerciante buscaba perlas preciosas, cuando halló una de gran valor, vendió todas las cosas que tenía y la compró.
  2. Las perlas se forman en las profundidades del mar. Se dice que cuando entra en una concha de molusco algún objeto, como un grano de arena, el molusco segrega una sustancia que se llama nácar para proteger su interior. Este proceso termina produciendo una maravillosa perla después de varios años. Las perlas se han considerado siempre como algo de gran valor.
  3. El Maestro hizo una comparación del amor inconmensurable de Dios con una perla preciosa. En realidad, la perla representa a Cristo, porque posee la plenitud de la Divinidad. Jesús tiene los mismos atributos que el Padre y brilla con luz propia, como la perla. Quien recibe a Cristo en su corazón, recibe la perla más valiosa que existe; y en Cristo, cada ser humano, puede encontrar todo aquello que necesita para llenar el vacío de su corazón en esta vida y posteriormente en la futura.
  4. Notemos que en la parábola el mercader busca la perla. Los que buscan con sinceridad y amor la perla de gran precio, la encontrarán, porque Dios lo ha prometido: “Amo al que me ama, y los que me buscan, sin duda me hallarán. Tengo riquezas, honra, bienes y prosperidad para repartir“ (Prov. 8:17-18). (Nueva Biblia Viva).

CONCLUSION

  1. No obstante que la salvación es un don gratuito, debemos luchar para obtenerla, como el mercader que vendió lo que poseía para comprarla, se esforzó para adquirirla. El vender todo lo que uno posee, significa estar dispuestos a hacer cualquier cosa por poseer la perla de gran precio, es decir abrazar a Cristo como Salvador personal.
  2. Ir al cielo es un don de Dios que nos regala en Cristo, pero de nuestra parte debemos estar dispuestos a llegar a ese lugar. “No podemos ganar la salvación, pero debemos buscarla con tanto interés y perseverancia como si abandonáramos todas las cosas del mundo por ella“ (Palabras de Vida del Gran Maestro, 89).
  3. Que el Señor nos ayude a no perder de vista que tenemos un cielo que ganar y una destrucción que evitar. Dios quiere regalarnos la vida eterna, aceptemos ese regalo. Amén.

© José Vicente Giner