SEMILLEROS DE ESPERANZA

¿QUÉ HARÉ CON JESÚS?

Objetivos:

  1. Recordar que Cristo vino al mundo y el mundo lo rechazó.
  2. Ver los testimonios de ese rechazo general.
  3. Entender que sólo aceptando a Cristo como Salvador personal, tenemos vida
  4. Animar a los oyentes a tomar la decisión de aceptar a Cristo como Salvador.

Introd.

  1. Allá por el año 31 de nuestra era, en una plaza atestada de gente, el procurador romano Poncio Pilato, juez que instruía la causa de Jesús de Nazaret, preguntaba a la multitud que allí se había congregado: “¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?“ (Mat. 27:22). La respuesta fue: “¡Sea crucificado!“ (Mat. 27:22).
  2. Juan, al recordar este evento, dirá en su relato: “Vino a lo que era suyo, y los suyos no le recibieron“ (Jn. 1:11). Esteban, el primer mártir cristiano, antes de morir les recordó este triste suceso a los que le juzgaban, y que poco después también le matarían (Hech. 7:51, 52). El apóstol Pedro, valientemente, hizo esta misma declaración (Hch. 3:14-15).
  3. A través de la historia la pregunta de Pilato a seguido repercutiendo en todos los oídos de la humanidad… “¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?“.
  4. Esta misma pregunta es la que se nos hace a nosotros hoy. A ti y a mi. ¿Qué harás con Jesús? ¿Con las palabras dirás que es el rey de tu vida y con los hechos lo negarás y crucificarás? ¿Le aceptarás y le seguirás? ¿Le amarás o le despreciarás? ¿Le ignorarás? ¿Oirás su llamado? ¿Qué harás con Jesús, querido joven?

I. RECHAZAR A CRISTO ES MUERTE

  1. El pueblo judío respondió con un rechazo tajante. ¿Cuáles fueron las consecuencias?. “Espantosas fueron las calamidades que sufrió Jerusalén cuando el sitio se reanudó bajo el mando de Tito.La ciudad fue sitiada en el momento de la Pascua, cuando millones de judíos se hallaban reunidos dentro de sus muros. Los depósitos de provisiones que, de haber sido conservados, hubieran podido abastecer a toda la población por varios años, habían sido destruídos a consecuencia de la rivalidad y de las represalias de las facciones en lucha, y pronto los vecinos de Jerusalén empezaron a sucumbir a los horrores del hambre… Tan atroz era el hambre, que los hombres roían el cuero de sus cintos, sus sandalias y las cubiertas de sus escudos. Muchos salían durante la noche para recoger las plantas silvestres que crecían fuera de los muros, a pesar de que muchos de ellos eran aprehendidos y muertos por crueles torturas, y a menudo los que lograban escapar eran despojados de aquello que habían conseguido aun con riesgo de la vida… Millares murieron a consecuencia del hambre y la pestilencia. Los afectos naturales parecían haber desaparecido: los esposos se arrebataban unos a otros los alimentos; los hijos quitaban a sus ancianos padres la comida que se llevaban a la boca, y la pregunta del profeta: «¿Se olvidará acaso la mujer de su niño mamante?» recibió respuesta en el interior de los muros de la desgraciada ciudad, tal como la diera la Santa Escritura: «Las misericordiosas manos de las mujeres cuecen a sus mismos hijos! ¡éstos les sirven de comida en el quebranto de la hija de mi pueblo!» (Isaías 49:15; Lamentaciones 4:10)… Los jefes romanos procuraron aterrorizar a los judíos para que se rindiesen. A los que eran apresados resistiendo, los azotaban, los atormentaban y los crucificaban frente a los muros de la ciudad. Centenares de ellos eran así ejecutados cada día, y el horrendo proceder continuó hasta que a lo largo del valle de Josafat y en el Calvario se erigieron tantas cruces que apenas dejaban espacio para pasar entre ellas… Los judíos habían rechazado las súplicas del Hijo de Dios, y ahora cualquier otra instancia o amonestación no podía obtener otro resultado que inducirlos a resistir hasta el fin. Vanos fueron los esfuerzos de Tito para salvar el templo. Uno mayor que él había declarado que no quedaría piedra sobre piedra que no fuese derribada… La ciudad y el templo fueron arrasados hasta sus cimientos. El solar sobre el cual se irguiera el santuario fue arado «como campo.» (Jeremías 26:18.) En el sitio y en la mortandad que le siguió perecieron más de un millón de judíos; los que sobrevivieron fueron llevados cautivos, vendidos como esclavos, conducidos a Roma para enaltecer el triunfo del conquistador, arrojados a las fieras del circo o desterrados y esparcidos por toda la tierra“ (El Conflicto de los Siglos, 34-37).
  2. El mismo Pilato también sufrió posteriormente al juicio de Jesús. “Pilato anhelaba librar a Jesús. Pero vio que no podría hacerlo y conservar su puesto y sus honores. Antes que perder su poder mundanal, prefirió sacrificar una vida inocente… Pilato cedió a las exigencias de la turba. Antes que arriesgarse a perder su puesto entregó a Jesús para que fuese crucificado, pero a pesar de sus precauciones aquello mismo que temía le aconteció después. Fue despojado de sus honores, fue derribado de su alto cargo y, atormentado por el remordimiento y el orgullo herido, poco después de la crucifixión se quitó la vida“ (El Deseado de Todas las Gentes, 687-688).
  3. Francia se rebeló contra el Autor de la vida. Por decreto de su asamblea legislativa declaró que no hay Dios. “Francia es la única nación en la historia del mundo, que por decreto de su asamblea legislativa, declaró que no hay Dios, cosa que regocijó a todos los habitantes de la capital, y entre una gran mayoría de otros pueblos, cantaron y bailaron hombres y mujeres al aceptar el manifiesto“ (El Conflicto de los Siglos, 313). Jesucristo fue declarado impostor. “Jesucristo fue declarado impostor, y el grito de unión de los incrédulos franceses era: «Aplastad al infame,» lo cual decían refiriéndose a Cristo. Las blasfemias contra el cielo y las iniquidades más abominables se daban la mano, y eran exaltados a los mejores puestos los hombres más degradados y los más entregados al vicio y a la crueldad. En todo esto no se hacía más que tributar homenaje supremo a Satanás, mientras que se crucificaba a Cristo en sus rasgos característicos de verdad, pureza y amor abnegado“ (Ibid. 316). El reinado del terror. “La desdichada Francia recogió con sangre lo que había sembrado. Terribles fueron las consecuencias de su sumisión al poder avasallador de Roma. Allí donde Francia, impulsada por el papismo, prendiera la primera hoguera en los comienzos de la Reforma, allí también la Revolución levantó su primera guillotina. En el mismo sitio en que murieron quemados los primeros mártires del protestantismo en el siglo XVI, fueron precisamente decapitadas las primeras víctimas en el siglo XVIII. Al rechazar Francia el Evangelio que le brindaba bienestar, franqueó las puertas a la incredulidad y a la ruina. Una vez desechadas las restricciones de la ley de Dios, se echó de ver que las leyes humanas no tenían fuerza alguna para contener las pasiones, y la nación fue arrastrada a la rebeldía y a la anarquía. La guerra contra la Biblia inició una era conocida en la historia como «el reinado del terror.» La paz y la dicha fueron desterradas de todos los hogares y de todos los corazones. Nadie tenía la vida segura… La violencia y la lujuria dominaban sin disputa.El rey, el clero y la nobleza, tuvieron que someterse a las atrocidades de un pueblo excitado y frenético. Su sed de venganza subió de punto cuando el rey fue ejecutado, y los mismos que decretaron su muerte le siguieron bien pronto al cadalso. Se resolvió matar a cuantos resultasen sospechosos de ser hostiles a la Revolución. Las cárceles se llenaron y hubo en cierta ocasión dentro de sus muros más de doscientos mil presos. En las ciudades del reino se registraron crímenes horrorosos. Se levantaba un partido revolucionario contra otro, y Francia quedó convertida en inmenso campo de batalla donde las luchas eran inspiradas y dirigidas por las violencias y las pasiones…“ (Ibid, 326).
  4. En nuestros días, el mundo en general, ha contestado a la pregunta de Pilato: “¡Sea crucificado!“. Aunque vivimos en países democráticos, donde hay libertad de credo, el cristianismo ha sido desvirtuado. La mayoría de las religiones hablan de Cristo como el Señor y Salvador pero con sus hechos le niegan. Esto es algo profético. (Isa. 4:1). Veamos una inscripción que existe en la catedral de Lübec (Alemania):

Me llamáis Maestro y no me obedecéis.
Me llamáis Luz y no me veis.
Me llamáis Vida y no me deseais.
Me llamáis Sabio y no me seguís.
Me llamáis Bueno y no me amáis.
Me llamáis Rico y no me pedís.
Me llamáis Eterno y no me buscáis.
Me llamáis Virtuoso y no confiáis en mí.
Me llamáis Noble y no me servís.
Me llamáis Poderoso y no me honráis.
Me llamáis Justo y no me teméis.
Si yo os condeno, no me culpéis.

5. ¿Qué haremos con Jesús? Nuestra sociedad ha contestado con el rechazo de Cristo y los resultados han sido nefastos… Miles y miles de muertes cada día en el mundo, asesinatos, guerras, desastres nucleares, robos, violaciones, abortos, inmoralidad, contaminación ambiental…

6. “Vivimos en medio de una «epidemia de crímenes,» frente a la cual, en todas partes, los hombres pensadores y temerosos de Dios se sienten horrori–zados. Es indescriptible la corrupción prevaleciente. Cada día nos trae nue–vas revelaciones de luchas políticas, cohechos y fraudes.Cada día trae su porción de aflicciones para el corazón en lo que se refiere a violencias, anar–quía, indiferencia para con los padecimientos humanos, brutalidades y muer–tes alevosas.Cada día confirma el aumento de la locura, los asesinatos y los suicidios. ¿Quién puede dudar de que los agentes de Satanás están obrando entre los hombres con creciente actividad, para perturbar y corromper la mente, manchar y destruir el cuerpo?“ (El Ministerio de Curación, 101-102).

7. No cabe duda que el hombre moderno ha contestado a la pregunta de Pilato de la misma manera que lo hicieran los judíos y que el grito unánime de la mayoría es: “¡Crucifícale!“.

II. ACEPTAR A CRISTO ES VIDA

  1. No dobstante, podemos cambiar el rumbo de las cosas. No tenemos por qué repetir la historia, podemos aceptar a Jesús en nuestros corazones como rey de la gloria, como nuestro Salvador.
  2. La historia acontecida en Israel, cuando vagaba por el desierto, es una ilustración poderosa de cómo el Señor Jesucristo puede curar el alma humana y transformarnos, a pesar de tener una naturaleza contaminada por el pecado.
  3. Ver la historia de la serpiente de bronce (Núm. 21:4-9). El desierto es el mundo; las serpientes, Satanás y sus ángeles; la d representa a Jesús.
  4. La mirada de fe salvaba al que había sido mordido. Jesús fue levantado en la cruz del Calvario a fin de darnos vida a nosotros. Los que eleven, por la fe, su mirada a Cristo, vivirán. “Jesús vivió, sufrió y murió para redimir. El se hizo «varón de dolores» de modo que nosotros fuésemos hechos participantes del gozo eterno“ (El Camino a Cristo, 4).
  5. “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida“ (1 Jn. 5:11-12).
  6. “Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí“ (Jn. 14:6).
  7. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar“ (Mat. 11:28).
  8. Las grandes celebridades del pasado han quedado relegados al olvido; pero el nombre de Cristo sigue siendo el más glorioso y sublime: “Alejandro, César, Carlomagno y yo hemos fundado imperios, pero ¿en qué se basaban las creaciones de nuestro imperio?: sobre la fuerza. Pero Jesucristo fundó su imperio sobre el amor y después de tantos siglos aún hay millones de hombres que morirían por él“ (Napoleón Bonaparte).

III. NUESTRA DECISION

  1. Querido joven, ¿qué harás con respecto a Cristo? Como iglesia, como familias, como individuos… ¿Qué haremos con Aquel que se encarnó en María la virgen y si hizo ser humano, no obstante ser Dios, para alcanzarnos en nuestra humanidad?
  2. Es una pregunta que debemos contestar hoy, mañana puede ser tarde. La puerta de la gracia todavía está abierta, pero igual que se cerró la puerta del arca de Noé, terminándose el tiempo de gracia para los antediluvianos, también se cerrará la puerta de la gracia que nos lleva al cielo, terminándose nuestro tiempo de gracia.
  3. “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones“ (Heb. 3:7-8).
  4. Cristo dio su vida por nosotros, impelido por un amor que no podemos comprender, ¿cuál será nuestra respuesta a ese amor inconmensurable? ¿Es la de los judíos de antaño? ¿Es la de Pilato? ¿Es la que diera Francia? ¿Es la que está dando el mundo que no le interesa nada la fe? ¿O tal vez queremos dar la respuesta que dieron aquellos cristianos que por su fe inamovible en el Salvador Jesucristo, enfrentaron toda clase de pruebas y vencieron?

CONCLUSIÓN

  1. El aceptar a Cristo es ganancia. Decirle “sí“ a Cristo es lo más positivo, maravilloso, fructífero, acertado y sublime que podamos hacer en nuestra vida.
  2. “Tanto los redimidos como los seres que nunca cayeron hallarán en la cruz de Cristo su ciencia y su canción“ (El Deseado de Todas las Gentes, 11).
  3. Poema de Calderón de la Barca (1600-1681).

¿Qué quiero, mi Jesús?
Quiero quererte,
quiero cuanto hay en mí, del todo darte,
sin tener más placer que el agradarte,
sin tener más temor que el ofenderte.
Quiero olvidarlo todo por hallarte,
quiero ignorarlo todo por saberte.
Quiero, amable Jesús, abismare
en ese dulce hueco de tu herida,
y en sus divinas llamas abrasarme.
Quiero, por fin, en Ti transfigurarme,
morir a mí, para vivir tu vida,
perderme en Ti, Jesús, y no encontrarme.

4. Que podamos haceptar la gracia que Jesús nos ofrece hoy, es mi deseo y oración. Amén.

© José Vicente Giner