El bien y el mal
Febrero 2023
Mis queridos jóvenes:
Siempre se ha hablado del bien y del mal, dos situaciones o estados contrapuestos, tan alejados como lo está el oriente del occidente, con resultados tan distintos y diferentes que hacen que ambas condiciones sean eternamente antagónicas. El bien está relacionado con todo lo que es bueno en sí mismo, que produce placer y nunca daña a la persona. Mientras que el mal es la ausencia de bondad, perjudica, degrada, consume, destruye y provoca dolor en el alma humana.
Muchos, tratando de desdibujar la línea que separa a ambos términos, argumentan que el mal y el bien son dos conceptos abstractos cuya comprensión depende de la cultura de la persona, su educación, visión de la vida, creencias religiosas, etc. Lo relativizan y tratan de convencernos de que el bien y el mal es algo que no existe y que depende del punto de vista de cada uno.
La visión judeocristiana
Para los mundos hebreo y cristiano, el bien y el mal, estaría relacionado con la fidelidad o infidelidad a los diez mandamientos. Dios rige y gobierna el universo entero. Él es el autor de la vida y por tanto el dueño absoluto de todo. A Dios nadie lo ha visto jamás, pero ha dado a conocer su carácter, es decir sus atributos. Uno de los más importantes es la bondad: “Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios” (Mar. 10:18). (LBLA). Esto significa que del corazón de Dios no puede salir nada malo, nada que nos dañe, que nos perjudique, nada que altere negativamente la marcha del universo en sus parámetros de normalidad.
Asimismo, Dios es amor (1 Jn. 4:7). Lo que nos da la seguridad que bondad y amor combinados producirán solamente notas armoniosas que deleiten a las criaturas que Él ha creado. De parte de Dios no se puede esperar, pues, ninguna acción que contribuya a dañar la felicidad de todos los habitantes que pueblan el universo.
Es imposible que Dios destruya su obra, que altere la órbita de los planetas de las galaxias y que provoque un cataclismo. Es imposible que nos acostemos a dormir y nos levantemos sin oxígeno en nuestro planeta, que el sol deje de iluminarnos o que desaparezca el agua de la faz de la tierra. Podría suceder si Dios lo desease, pero decide mantenerlo todo de tal modo que provoqué sus efectos positivos de siempre, porque Dios es bueno y está lleno de amor. Sólo si de Él surgiera el mal podríamos esperar lo peor. Pero esto es imposible.
Y esa naturaleza divina, de donde dimana sólo el bien, es la misma que Dios quiere implantar en aquellos que le amamos y seguimos: “Tengan cuidado de que ninguno pague a otro mal por mal. Al contrario, procuren hacer siempre el bien, tanto entre ustedes mismos como a todo el mundo” (1 Tes. 5:15). (DHH).
Todo gobierno se inspira en leyes bajo las cuales se administra y preserva la justicia. Podemos entender que el gobierno divino es el más importante de todos, y que asimismo se inspira en la Santa Ley de Dios, ya que esta es un reflejo del carácter de su Legislador.
Las limitaciones de la Ley de Dios, marcan la línea entre el bien y el mal. Por ejemplo, cuando José, hijo de Jacob, el hebreo, fue tentado por una mujer, él se negó a ceder y dijo: “¿Cómo puedo yo hacerle a él algo tan malo y cometer un pecado ante Dios?” (Gén. 39:9). (PDT). José estaba haciendo alusión al sexto mandamiento de la ley de Dios que dice: “No cometerás adulterio” (Éx. 20:14). El joven se mantuvo en el bien, respetó lo bueno, es decir aquello que la Ley prohíbe realizar. El apóstol Pablo insta a los cristianos a abrazar el bien: “No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien” (Rom. 12:21). (NVI).
Pablo entendía el bien de la misma manera que José, mil seiscientos años antes que éste dijera “no puedo hacer el mal contra Dios”. Por eso, el gran apóstol dijo: “Así que la ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno” (Rom. 712). (LBLA). Tal como su Legislador, su Ley es santa, justa y buena. Está basada en la santidad, la justicia y la bondad. Practicarla, observarla, jamás hará a una persona infeliz, jamás la degradará, jamás la perjudicará. Obedecerla es la garantía de la preservación y potenciación del bien en todo el universo.
El pecado y nacimiento del mal
Cuando Dios creó este planeta y puso sobre él a Adán y Eva, los primeros humanos, el concepto del bien estaba grabado en sus corazones. Se movían, respiraban, pensaban y hablaban en el ambiente del bien, llamado también santidad. Ellos eran perfectos y vivían siendo buenos, haciendo el bien, sin dar cabida en lo más mínimo al mal, aunque ya existía por causa de la rebelión en el cielo de Satanás. Sabemos que eran santos y buenos porque fueron creados a imagen y semejanza de Dios (Gén. 1:26) y tal y como su Creador, reflejaban estos atributos divinos.
Su perfecto estado, el bien de ellos y de su hogar edénico, dependía de la observancia de los mandamientos de Dios, ellos regulaban su existencia y garantizaban la prevalencia absoluta del bien. Notemos que Dios les dijo que no debía tocar el árbol del conocimiento del bien y del mal, que no debía tomar su fruto y comerlo, que no debían desearlo y que, si llegaban a hacerlo, entonces el mal, con toda su carga, entraría en sus corazones y en el mundo (Gén. 2:17).
Lamentablemente, y de forma que no podemos entender claramente, la feliz pareja, que vivía en el bien y que poseía todo lo necesario para su felicidad eterna, dieron oído a las palabras engañosas de la serpiente, médium de Satanás. Argumentando con Eva, la serpiente contradijo la aseveración de Dios de que morirían si probaban del fruto prohibido y basó su engaño en el razonamiento siguiente: “Pues Dios sabe que el día que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal” (Gén. 3:5). (LBLA).
Notemos que el diablo introduce el conocimiento del mal como un incentivo poderosísimo para comer del fruto prohibido. Conocer el mal les iba a traer a Adán y Eva, un estado de felicidad desconocido. Y esto era precisamente todo lo contrario. El mal les iba a aplastar, perderían todo lo que habían recibido de Dios, sufrirían lo indecible ellos y sus hijos, pero no se dieron cuenta de lo sutil que era este engaño. Su pureza, su bienestar, su estabilidad emocional y física, dependía de conocer y acatar sólo el bien, es decir de la obediencia a la Ley divina.
“Dios hizo al hombre recto; le dio nobles rasgos de carácter, sin inclinación hacia lo malo. Le dotó de elevadas cualidades intelectuales, y le presentó los más fuertes atractivos posibles para inducirle a ser constante en su lealtad. La obediencia, perfecta y perpetua, era la condición para la felicidad eterna. Cumpliendo esta condición, tendría acceso al árbol de la vida…” (Conflicto y Valor, 13).
Al desobedecer, la raza humana se colocó en el sendero del mal. Pero Dios es tan extraordinario y maravilloso, que previó esta situación y a través de Cristo nos ha dado una puerta de salida, a fin de que podamos elegir el bien y seguirlo con la ayuda del Espíritu Santo. Hoy el Señor nos hace esta invitación: “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos y les sirvieres, yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para entrar en posesión de ella. A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deut. 30:15-19). (RVR1960).
Conclusión
Queridos jóvenes, como vemos, el bien y el mal están presentes en nuestro medio y mientras Dios busca que elijamos el bien para que podamos ser felices y plenos en Él, el enemigo se afana por llevarnos a la ruina induciéndonos a elegir el mal. Todo se reduce a un vivir según la voluntad de Dios expresadas en su Ley o a transgredirla constantemente. Quiera el Señor ayudarnos a elegir siempre el bien, porque vivir en esta forma es lo único que nos santificará y hará felices: “Y si no os parece bien servir al SEÑOR, escoged hoy a quién habéis de servir: si a los dioses que sirvieron vuestros padres, que {estaban} al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa, serviremos al SEÑOR” (Jos. 24:15). (LBLA). Que Dios os bendiga. Amén.
© José Vicente Giner
Pastor y director del Departamento de Jóvenes
de la Asociación General
Para la reflexión personal y en grupo:
- ¿Cómo definirías al bien?
- ¿Cómo definirías el mal?
- ¿Por qué existe el mal?
- ¿Es posible vivir haciendo el bien o es imposible para nosotros?
Versiones bíblicas usadas:
DHH Dios Habla Hoy
LBLA La Biblia de las Américas
NVI Nueva Versión Internacional
PDT Palabra de Dios para Todos
RVD1960 Reina Valera 1960