Objetivos:

  1. Entender lo importante que es la virtud de la diligencia en la vida.
  2. Tomar el ejemplo de José para ilustrar este tema.
  3. Saber que la diligencia, junto a la fe, el amor, la disciplina y otras virtudes, es poderosa para ayudarnos a obtener el éxito en nuestras tareas de la vida.
  4. Ver de qué forma influyó la diligencia en la vida de José.
  5. Terminar analizando la diligencia en el ámbito de la divinidad.

Introd.

  1. Es muy edificante y confortante escuchar historias como la de José, que, gracias a su fe en su Dios, tomó decisiones que lo honraron e hicieron una persona muy especial, hasta el punto de llegar a ocupar el segundo puesto en importancia en el país de Egipto.
  2. Pero antes de esto, José, tuvo que pasar por experiencias que no fueron nada agradables, no obstante, lo curtieron y prepararon para su alta misión en uno de los imperios más importantes de aquel tiempo.
  3. En la vida de José encontramos un ingrediente que también está presente en la vida de otros jóvenes de éxito y es que era una persona diligente.

I. LA DILIGENCIA COMO VIRTUD

  1. Ser diligentes es, según la definición del diccionario, cuidado y actividad en ejercer algo o esmero cuidado en ejecutar algo. Sería contrario a la pereza o a la indolencia.
  2. Un joven, pues, diligente, es aquel que lo que emprende lo hace bien y con prontitud. Podríamos decir que “no se duerme en los laureles”, ni posterga todo para mañana. Esto sería indolencia y pereza y nunca estas actitudes han formado a hombres y mujeres de éxito.
  3. Si estudiamos la vida de José, observaremos que tenía el hábito de ser diligente, porque cuando su padre le pide u ordena que vaya a ver cómo le va a sus hermanos, él obedece y va.
  4. Veamos el diálogo que se genera con su padre: 12 Poco tiempo después, los hermanos de José fueron hasta Siquem para apacentar los rebaños de su padre. 13 Cuando ya llevaban un buen tiempo allí, Jacob le dijo a José: —Tus hermanos están en Siquem apacentando las ovejas. Prepárate, porque te enviaré a verlos. —Estoy listo para ir—respondió José” (Gén. 37:12-13). (NTV).
  5. Notemos, queridos jóvenes, cómo reacciona José cuando su padre le pide que vaya a ver a sus hermanos y le traiga noticias de ellos: ”Estoy listo para ir”. Su respuesta denota obediencia al padre, sumisión, respeto y especialmente esmero y cuidado en ejecutar la orden.
  6. Podría haber respondido de otra manera: “¿Por qué debo ir yo? Ese lugar está muy lejos… Mejor voy otro día…” No fueron estas sus respuestas, sino “Estoy listo para ir” y fue.
  7. Cuando le damos un vistazo al mundo actual, nos percatamos que los jóvenes en gran medida, no poseen esta cualidad o virtud que tenía José. De hecho, Pablo predice: “Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, irreverentes…” (2 Tim. 3:2). (LBLA).
  8. José había adquirido el hábito de hacer lo que tenía que hacer cuando debía hacerlo y esto fue la base de su éxito futuro. Joven de principios inamovibles, cuando fue vendido por sus hermanos a aquellos ismaelitas, se hizo el propósito de ser fiel a Dios en cualquier circunstancia en la que se viera envuelto, ya fuera buena o mala.

II. LA DILIGENCIA COMO FACTOR DE ÉXITO

  1. Y así fue. Como era diligente, servicial, amable y fiel a Dios, todo lo que hacía en la casa de Potifar prosperaba. Su hermosura y demás virtudes atrajeron a la esposa de Potifar quien lo deseó y buscó la forma de seducirlo. Pero sin éxito.
  2. Aquí está un joven de Dios. Para José no era lo más fabuloso estar como esclavo en la casa de aquel egipcio, pero era lo que le había tocado vivir y se esforzó con diligencia para atender los asuntos de aquel hombre prominente. Sin diligencia y fidelidad a Dios habría sido imposible hacer lo que hizo. La Biblia informa: “Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano” (Gén. 39:2-3). (RVR1960).   
  3. Una persona consagrada a Dios será diligente en los asuntos que deba realizar. La indolencia en la vida es un pecado y un gran obstáculo para alcanzar el éxito, porque todo lo que emprende el joven no lo termina. Un joven diligente no se acobarda, sino que sigue adelante hasta que lo hayan acabado todo. La misma Biblia confirma este pensamiento: “La mano negligente empobrece; mas la mano de los diligentes enriquece” (Prov. 10:4). (RVR1960).
  4. “El Señor no se agrada cuando su obra se realiza en forma defectuosa y chapucera, o cuando se posterga su realización como si fuera una tarea tediosa. No tenemos tiempo que desperdiciar en movimientos dilatorios y desganados. El interés que debiéramos poner en todo lo que hacemos hará que nuestra obra resulte interesante y educativa” (Evangelismo, 468). “Cuando hay una falta de energía perseverante y de intensa aplicación en relación con los asuntos temporales y las transacciones comerciales, esa misma deficiencia se manifestará en las cosas espirituales” (Idem. 469).
  5. Si tú eres un joven que terminas lo que empiezas y que haces todo teniendo en cuenta la voluntad divina, seguramente cosecharas buenos resultados. Pero el que se niega a trabajar con diligencia sufre consecuencias negativas.
  6. Así lo confirma el sabio Salomón: “El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será prosperada” (Prov. 13:4). (RVR1960).
  7. “La montaña del progreso no se puede trepar sin esfuerzo. Nadie necesita esperar ser llevado al premio en los asuntos religiosos ni en los seculares, independientemente de sus propios esfuerzos. La carrera no es siempre para los veloces, ni la batalla para los fuertes; sin embargo, el que trabaja con mano perezosa empobrecerá. Los perseverantes y laboriosos no son siempre felices, pero contribuyen grandemente a la felicidad ajena. La competencia y la comodidad no se alcanzan generalmente sino por ardoroso trabajo. Faraón demostró su aprecio por este rasgo de carácter cuando dijo a José: “Si entiendes que hay entre ellos hombres eficaces, ponlos por mayorales del ganado mío.”” (Testimonios Selectos, Tomo 4, 28).
  8. José combinó estrechamente la fidelidad a Dios con la diligencia y así pudo cosechar grandes bendiciones. Un joven fiel y diligente es un poderoso instrumento en las manos de Dios. Tú puedes serlo si quieres, pero hay que esforzarse en crear hábitos de disciplina y esfuerzo.
  9. José no sólo fue diligente en la casa de Potifar haciendo lo que debía hacer, sino que aún en la cárcel mostró sus rasgos nobles de carácter, llevando a cabo su deber con diligencia y constancia y por eso se dice de él: “El jefe de la cárcel no supervisaba nada que estuviera bajo la responsabilidad de José, porque el Señor estaba con él, y todo lo que él emprendía, el Señor lo hacía prosperar” (Gén. 39:23). (LBLA).
  10. La prosperidad, la bendición, no es un hecho casual y aleatorio. En el mundo secular esto se conoce bien. Los hombres y mujeres de éxito, poseen cualidades que cultivaron a fuerza de disciplina, trabajo constante, permanente y diligente.
  11. Si piensas de ser fiel a Dios, pero no eres diligente en tu vida, seguramente no te irá bien, y no podrás echarle la culpa a Dios. Recuerda, querido joven, que existen leyes espirituales que funcionan siempre igual, como las leyes físicas. Es impensable que algún día podamos lanzar una piedra al aire y que quede flotando; en esta tierra no se puede dar este fenómeno. En el mundo espiritual es imposible dejarse llevar por el desánimo, la pereza, la indolencia y esperar tener una gran cosecha como la obtuvo José.
  12. Y cuando hubo alcanzado el segundo puesto de importancia en el país de Egipto, José siguió aplicando los mismos métodos. Su diligencia en acumular grano para la nación, su visión aguda del asunto, su fidelidad a Dios, etc., lo hicieron uno de los más grandes de la historia.
  13. A él se aplican las palabras de Proverbios: “¿Has visto a un hombre diligente en su obra? Delate de los reyes estará; no estará delante de los hombres impíos” (Prov. 22:29). (RV)

Conclusión

  1. Como observarás, querido joven, aquí tenemos un binomio perfecto: Fidelidad-diligencia. Es perfecta esta combinación porque la fidelidad en el servicio, combinada con el tesón, la diligencia, la disciplina… producen resultados buenos, a veces extraordinarios.
  2. ¿No desearías probar, si no lo eres aún, a ser más disciplinado y diligente en tu vida? No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. El procrastinar nunca produce satisfacciones permanentes y reales. Es una forma de evadir la responsabilidad que debes encarar. Posponer o aplazar trabajos, por otras cosas o actividades que, aunque nos resultan más gratas, no son relevantes, lo único que producirá será una gran falta de propósito en la vida.
  3. Lo que hay que hacer, hazlo ya, querido joven, y hazlo con amor, dedicación, celo, diligencia… Huye de la mediocridad. Y deja todo en las manos de Dios y Él hará. Especialmente en la vida de fe se necesita la diligencia: “Los intereses del reino de Cristo exigen diligencia y fidelidad en un grado mucho más grande debido a que las cosas espirituales y eternas son de más importancia que las cosas temporales. No debe haber un trabajo débil ni una acción perezosa y lenta, porque esto pondría en peligro nuestras propias almas y las de los demás” (Evangelismo, 470).
  4. En este tema debemos traer a colación la vida de nuestro amado Salvador, el ejemplo por antonomasia de todos los humanos. Él desde que era niño, encaró con responsabilidad los trabajos humildes del hogar y ayudó a su padre adoptivo de forma diligente y concienzuda. Todo lo que hacía nuestro Señor tenía el objetivo de glorificar a su Padre celestial y al realizar las cosas comunes de la vida lo mejor que podía hacer, demostraba tener una excelencia superior.
  5. Nuestro Cristo hace que salga el sol para buenos y malos cada día, que se lleven a cabo los procesos naturales de nuestro mundo para que la vida se perpetúe y continúe. ¿Qué sería de cada uno de nosotros si Dios no fuera diligente en el cuidarnos y atender las necesidades de este planeta? Ya nadie existiría. Sigamos, pues su ejemplo en nuestra esfera, al nivel que nos toca vivir. Dios te bendiga. Amén.

© José Vicente Giner