Objetivos:

  1. Entender que hay una diferencia entre la paz que ofrece Cristo y la paz que uno puede obtener en el mundo.
  2. Saber que la primera es para siempre, mientras que la segunda es pasajera y decepcionante.
  3. Descubrir cuáles son los medios para experimentar la verdadera paz, esa que inunda el alma de amor y bien.

Introd.

  1. El salmista aseguró que cuando iba a dormir en la noche y durante el sueño, tenía paz en su corazón: ”En paz me acostaré y así también dormiré, porque sólo Tú, SEÑOR, me haces vivir seguro” (Sal. 4:8). (NBLA).
  2. Tener paz en el corazón, no es únicamente la ausencia de conflictos, tanto internos como externos; es experimentar el gozo de la salvación, la comunión con Dios independientemente de cómo sean nuestras circunstancias. Joven: ¿Experimentas esa paz genuina en tu vida?

I. UNA PAZ PASAJERA

  1. Vivimos en un mundo donde no existe la paz. Los gobiernos quieren alcanzarla, pero hasta aquí no ha sido posible. Basta que leamos las noticias de cada día.
  2. En este mundo hay dos clases de paz: La paz del mundo y otra clase de paz. La paz del mundo, la social, la buscan la mayoría de personas. Todos queremos vivir en un lugar donde reine la paz, donde la gente sea respetuosa y no haga daño a los demás. Todos queremos un mundo sin conflictos. Pero vemos que esto no es posible.
  3. La verdadera paz es aquella que da Cristo. Es una paz interior, que no depende de factores externos. Se puede disfrutar en cualquier lugar y circunstancia.

II. UNA PAZ PERDURABLE

  1. Jesús habló de las dos clases de paz: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn. 14:27). (RVR1960).
  2. “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33). (RVR1960). En estos dos textos podemos constatar dos pensamientos principales y claves para nuestra vida.
  3. Jesús dice que en este mundo tendremos aflicción, no vamos a obtener nada de él que nos satisfaga por completo. Siempre tendremos la sensación que le falta algo a nuestra alma o que nunca llega la felicidad perdurable. Siempre hay capítulos que nos agrían la existencia. Preguntad cuántas personas son verdaderamente felices y veréis que la mayoría dice que no lo son.
  4. También hemos visto que el Señor Jesucristo dice que la paz del mundo es diferente a la suya: “No os la doy como el mundo la da” (Jn. 14:27).
  5. Por eso Juan enseña: “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo… Y el mundo se pasa, y sus deseos…” (1 Jn. 2:15, 17). (RVR1960).
  6. Esto nos lleva a la conclusión de que si pensamos que el dinero, el poder, la fama, la salud, el prestigio social, la estabilidad social, los estudios, un buen empleo, mi pareja, las diversiones, las amistades, un buen automóvil, una buena casa… nos pueden dar la paz verdadera, estamos equivocados.

III. LA PAZ DE DAVID

  1. Veamos un ejemplo: David hizo una experiencia amarga en su vida. Pensó que los placeres del mundo le satisfarían: “Cansado estoy de mis gemidos; todas las noches inundo de llanto mi lecho, con mis lágrimas riego mi cama. Se consumen de sufrir mis ojos; han envejecido a causa de todos mis adversarios” (Sal. 6:6-7). (NBLA).
  2. Cuando David cometió los pecados que hizo se apartó de Dios y perdió su paz. Notemos qué gran sufrimiento tuvo que arrostrar el gran David, muestra de que el pecado jamás produce paz en el alma, sino grandes conflictos. Si creemos que las cosas o las buenas circunstancias son estables, estamos equivocados, en este mundo todo pasa.

IV. LA VERDADERA PAZ: LA QUE DA CRISTO

  1. David sólo se restauró cuando decidió vivir en armonía nuevamente con Dios. Sólo así pudo recuperar su paz.
  2. Hablemos de la paz verdadera, aquella que da Cristo. Leímos en los textos   anteriores que Cristo nos dice: “No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn. 14:27). Después de afirmar que en el mundo tendremos aflicciones dice: “Pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33).
  3. Jesús nos propone una paz diferente a la que da el mundo y las cosas que en él están: “la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida (las riquezas), no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Jn. 2:16). (LBLA).
  4. La paz de Cristo no depende de que todo esté perfecto a nuestro alrededor. Los que experimentan esta paz pueden vivir felices en medio de la tormenta. “En el foso de los leones Daniel fue el mismo que cuando actuaba delante del rey como presidente de los ministros de estado y como profeta del Altísimo. Un hombre cuyo corazón se apoya en Dios será en la hora de su prueba el mismo que en la prosperidad, cuando sobre él resplandece la luz y el favor de Dios y de los hombres…” (Profetas y Reyes, 399-400).
  5. El mismo Cristo experimentaba paz en todos los ambientes, circunstancias como lo demuestra que estando en la barca, cuando se desató la tormenta, Él se encontraba tranquilo mientras que sus discípulos tenían miedo. Paz y miedo ¿Qué deseamos experimentar?

Conclusión

  1. Necesitamos la paz de Cristo en nuestro corazón, y esta es el resultado de vivir en armonía con las leyes divinas. Querido joven, no es posible encontrar una paz intermedia o diferente. O tenemos la paz de Cristo y estamos tranquilos y felices o no tenemos paz.
  2. No puede haber paz en el alma cuando se vive pecando, violando la ley de Dios. En Isaías 48:22, dice: “No hay paz para los malos, dijo Jehová”.
  3. Necesitamos esta paz porque es la garantía de que estamos en el pueblo de Dios y en el camino de la salvación. Cada uno de nosotros podemos experimentar la paz que tuvo Pablo en la prisión o que experimentó Daniel en el foso de los leones. Pongámonos en armonía hoy mismo con Dios, querido joven, tomemos la decisión de ser fieles en todo. Ese es mi deseo y oración. Amén.

© José Vicente Giner