SEMILLEROS DE ESPERANZA
28. CLAVES PARA EL TRIUNFO (II)
Objetivos:
- Saber que en el mundo espiritual existen leyes establecidas por Dios.
- Ser conscientes que esas leyes deben ser respetadas si deseamos ser felices.
- Entender que si aplicamos los principios bíblicos a nuestra vida, los resultados van a redundar en nuestro bien y en el bien del prójimo.
- Saber que el no hacerlo nos producirá desdicha y dificultades.
Introd.
- Queridos jóvenes: Continuamos con la segunda parte del estudio “Claves para el triunfo“. Miles de seres humanos que basaron su experiencia de vida en estas claves, testimonian de haber obtenido muchos logros importantes que de otra forma no hubiera sido posible.
- Estas claves se encuentran, como ya vimos en la Palabra de Dios y vamos a seguir descubriéndolas.
I. ES INDISPENSABLE CENTRARNOS EN LO BUENO
- Por lo general y debido a nuestra naturaleza pecaminosa, solemos centrarnos más en lo negativo que en lo positivo. Tendemos a fijar nuestra atención en aquellas cosas que nos hicieron daño, que nos hicieron sufrir y esto provoca una tristeza o negatividad inconsciente.
- La Palabra de Dios nos dice que no traigamos a la memoria las cosas pasadas ni las cosas antiguas (Isa. 43:18), pudiéndolo interpretar en el sentido de no centrarse en lo que no fue bien, en lo negativo.
- Claro que podemos recordar las cosas pasadas que nos fueron bien, que nos edificaron y ayudaron a seguir el camino de Dios; pero sin caer en el error de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque el humano comete en general estos errores: O vivir en el pasado o vivir en el futuro. Lo mejor es vivir el hoy y el ahora aprovechando las hermosas experiencias del pasado y desarrollando la esperanza para el futuro, pero no viviendo en ninguno de estos dos tiempos, porque no existen.
- “No digas: «¿Por qué fueron los días pasados mejores que estos?». Pues no es sabio que preguntes sobre esto“ (Ecl. 7:10). (NBLA).
- Cuando pensamos que lo pasado fue mejor creamos una imagen mental que nos lleva a afincarnos en el pasado y excluir lo bueno que tenemos en el presente. Tendemos a magnificar el pasado, aun lo malo y todo, todo lo que vivimos lo consideramos extraordinario, no siendo en realidad así. Es un juego que hace la mente. Por eso dice Salomón que no es sabio hacer esto.
- En cuanto a centrarnos en todas nuestras aflicciones y desgracias vividas, repitiendo una y otra vez lo mismo, nos inmoviliza, nos estanca, nos degrada. Especialmente cuando decidimos contar a la gente estas cosas; porque nos desanimamos nosotros y desanimamos a los que nos escuchan. Además de cargarles anímicamente, impedimos que Dios actúe en nosotros haciendo un cambio en nuestro presente.
- “Puesto que no nos pertenecemos, pues hemos sido comprados por precio, es deber de quien profesa ser cristiano poner sus pensamientos bajo el dominio de la razón y obligarse a sí mismo a ser alegre y feliz. Por amarga que sea la causa de su pena, debe cultivar una actitud de tranquilidad y quietud en Dios. ¡Qué preciosa y sanadora es la influencia de la tranquilidad que hay en Cristo Jesús, de su paz, y cuán sedante es para el alma oprimida! Por oscuras que sean las perspectivas, albergue una actitud de esperanza para bien. Nada se gana con el desaliento, y en cambio se pierde mucho. Si bien es cierto que la alegría, la tranquila resignación y la paz harán mucho en favor de la felicidad y la salud de los demás, nos dará a nosotros el mayor beneficio. La tristeza y el hablar de cosas negativas promueven imágenes mentales desagradables y producen sobre nosotros mismos un efecto negativo. Dios quiere que nos olvidemos de todo esto, ¡que no miremos hacia abajo sino hacia arriba!“ (Mente, Carácter y Personalidad, Tomo 2, 303).
- “El dolor, el ansia, el descontento, el remordimiento, el sentido de culpa y desconfianza, debilitan las fuerzas vitales, llevando al decaimiento y la muerte… El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor favorecen la salud y alargan la vida“ (El Ministerio de Curación, 185).
II. ES INDISPENSABLE NO CENTRAR LA ATENCION EN NOSOTROS MISMOS
- La mayoría de gente les encanta contar lo bueno que tienen o que hacen o lo que han logrado.
- Esto no es bueno porque los que escuchan van a buscar, aun de forma inconsciente, el cargarte, o vas a despertar en ellos la envidia o la animad–versión. Si se enteran por otros canales que no seas tú, es otra cosa. Lo otro es vanidad y vas a incomodar a los que te escuchan.
- Esto se ve mucho en las redes sociales. Esa es una de las tendencias más equivocadas que existen. La gente padece la enfermedad de colocar fotos y videos de todo lo que hace. La actitud más negativa es la de ensalzarse a uno mismo, hacer del “yo“ el centro de la atención.
- “El egoísmo es la falta de humildad como la de Cristo, y su existencia es la ruina de la felicidad humana, la causa de la culpabilidad humana, y conduce a los que la abrigan al naufragio de la fe“ (Mente, Carácter y Personalidad, Tomo 1, 277).
- Cuando hablamos siempre de nosotros, centramos nuestra atención en lo que hacemos, lo que decimos, lo que pensamos, lo que nos gusta, aquello que percibimos, etc., no damos lugar a que el otro se exprese y le hacemos sentirse incómodo, porque normalmente los humanos tendemos a exagerar lo que decimos. Agrandamos nuestros logros o empequeñecemos nuestros errores. A veces nos afincamos en lo triste de las cosas.
- Lo mejor es hablar de Cristo y menos de nosotros mismos. Si nos concen–tramos en el yo, enfermaremos a nivel espiritual y físico, mientras si nos pro–yectamos hacia los otros, lograremos tener mejor estado de salud físico y es–piritual y alegraremos la vida de nuestro prójimo. “Deja que sean otros los que te alaben; no está bien que te alabes tú mismo“ (Prov. 27:2). (DHH).
III. ES INDISPENSABLE NO CONTAR NUESTROS SECRETOS
- No es necesario contar nuestra vida personal a los demás: Qué hacemos, qué no hacemos, qué hace mi cónyuge, cuáles son sus defectos, qué hacen mis hijos, cómo me encuentro, qué cosa me ofendió del hermano o de la hermana, lo que hice hace veinte años o nuestros secretos más íntimos.
- Esta actitud puede traer muchos inconvenientes y aun maldiciones, a menos que el Espíritu Santo no lo haya colocado en el corazón y tengamos la seguridad que esa persona entenderá perfectamente nuestro problema y podrá darnos un consejo apropiado y espiritual. Pero siempre teniendo en cuenta que el que escucha es un ser humano como nosotros, sujetos a las mismas tentaciones y lleno de dificultades como nosotros. No podemos esperar que esa persona sea la que nos va a quitar todas nuestras cargas. Puede darnos un buen consejo, pero el trabajo luego lo tenemos que hacer nosotros con Dios.
- En realidad, son pocos los que saben escuchar como Cristo escuchaba y guardar el secreto como Cristo lo guardaba; lo que nos lleva a la conclusión que lo mejor es seguir el consejo bíblico de llevar nuestras cuitas y pesares, por definición, a Dios que conoce cada rincón y secreto de nuestras vidas. Esta sería la mejor manera de hacer, porque Jesús nos invita a llevar a Él y sólo a Él nuestras cargas y pecados (Mat. 11:28).
- Si contamos algún secreto de nuestra vida a alguien, el otro lo puede revelar cuando pierde su amistad con nosotros, o por envidia, o por falta de espiritualidad, y puede hacernos mucho daño. Y el otro caso es que si alguien nos cuenta un secreto, debemos mantenerlo para nosotros: “El chismoso revela los secretos, pero el hombre confiable los guarda“ (Prov. 11:13). (NBV).
- Aquí te comparto algunos testimonios para la reflexión: “Nunca estimuléis a los hombres a ir a vosotros en busca de sabiduría. Cuando los hombres acudan a vosotros en procura de consejo, señaladles a Aquel que lee los motivos de cada corazón“ (Mensajes Selectos, Tomo 2, 193).
- “Cada uno necesita una experiencia práctica respecto de confiar en Dios por sí mismo. Que ningún hombre llegue a ser vuestro confesor; abrid vuestro corazón a Dios; contadle todo secreto de vuestra alma. Presentadle vuestras dificultades, grandes y pequeñas, y él os mostrará cómo salir de todas. Sólo él puede saber cómo daros precisamente la ayuda que necesitáis“ (Obreros Evangélicos, 432).
- “Pero quien se arrodilla delante de un hombre caído y expone en confesión los pensamientos y las imaginaciones secretas del corazón, se deshonra a sí mismo al rebajar su humanidad y degradar toda noble tendencia del alma… Esta degradante confesión de un hombre ante otro hombre caído es responsable de mucho de la creciente marea de mal que está contaminando el mundo y preparándolo para la destrucción final“ (Mente, Carácter y Personalidad, Tomo 2, 809).
- “Se me ha mostrado que muchísimas confesiones nunca deberían haber sido pronunciadas ante oídos mortales; porque el resultado no lo puede anticipar el juicio limitado de los seres finitos. Las semillas del mal se siembran en las mentes y los corazones de los que oyen, y cuando se encuentran frente a la tentación, esas semillas germinan y llevan fruto, y se repiten las mismas penosas experiencias. Porque, piensan los tentados, estos pecados no deben de ser tan graves. ¿Acaso los que se confesaron antes, cristianos de larga data, no han hecho estas mismas cosas? De este modo la confesión abierta de estos secretos en la iglesia será un sabor para muerte en lugar de serlo para vida“ (Idem.).
- “Algunas veces derramamos nuestras dificultades en oídos humanos; les contamos nuestras aflicciones a aquellos que no pueden ayudarnos, y nos olvidamos de confiárselo todo a Jesús, quien puede cambiar nuestra pena en gozo“ (Nuestra Elavada Vocación, 99).
- “La verdadera confesión es siempre de un carácter específico y reconoce pecados particulares. Pueden ser de tal naturaleza que sólo puedan presentarse delante de Dios. Pueden ser males que deban confesarse individualmente a los que hayan sufrido daño por ellos; pueden ser de un carácter público, y en ese caso deberán confesarse públicamente. Pero toda confesión debe hacerse definida y directa, para reconocer en forma definida los pecados de los que uno sea culpable“ (El Camino a Cristo, 38).
IV. ES INDISPENSABLE NO HABLAR MAL DE LOS DEMAS
- No necesitamos hablar mal de los demás para ser felices, al hablar mal nos metemos en muchos líos y situaciones que hasta pueden ser muy dañinas.
- Si queremos decir algo de una persona digámoselo a ella y evitaremos muchos problemas. El que habla mal de los demás, falta a la ley de Dios y por tanto, comete pecado. Amar al prójimo sobre todas las cosas implica defenderlo, proteger su intimidad, buscar lo mejor para esa persona y como mínimo no dañarla con comentarios que pueden arruinar su reputación.
- Si tú, querido joven, hablas mal de los demás, no esperes que los demás vayan a hablar bien de ti, porque existe en el mundo espiritual la ley de la correspondencia, que cosechamos lo que sembramos (Gál. 6:7).
- El pronunciar buenas palabras, el buscar bendecir a los que nos rodean, ejerce una influencia muy benéfica sobre nosotros, en doble sentido: Espiritual y físico. La conciencia tranquila es el mejor remedio para que nuestro sistema inmunitario esté en buenas condiciones y eso no se puede lograr cuando esparcimos las semillas de la crítica.
- “Quien toma sobre sí el trabajo de juzgar y criticar a otros, se expone a sí mismo para que lo juzguen y critiquen en la misma medida. Los que están listos para condenar a sus hermanos, harían bien en examinaran sus propias obras y carácter. Hecho honestamente, un examen de esta clase revelará que ellos también tienen defectos de carácter, y que han cometido graves desatinos en su trabajo. Si el gran Juez los tratara como ellos tratan a sus compañeros, lo considerarían falto de bondad y misericordia“ (Liderazgo Cristiano, 86).
- “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, cuando tienes la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano“ (Mat. 7:3-5). (RVR1960).
Conclusión
- Mis queridos jóvenes: Si deseamos cosechar éxitos en nuestra vida de fe, respetar estos sencillos y a la vez profundos consejos, que nos da la Palabra de Dios, será una gran bendición para nuestra vida. Lo presentado no es algo subjetivo o que dependa de sentimientos y emociones. Son claves que nos da Dios para obtener el triunfo. Que seas bendecido grandemente. Amén.
© José Vicente Giner