SEMILLERO DE ESPERANZA
29. LA VOZ DE DIOS EN EL ALMA HUMANA
Objetivos:
- Saber que en el mundo espiritual existen leyes establecidas por Dios.
- Ser conscientes que esas leyes deben ser respetadas si deseamos ser felices.
- Entender que si aplicamos los principios bíblicos a nuestra vida, los resultados van a redundar en nuestro bien y en el bien del prójimo.
- Saber que el no hacerlo nos producirá desdicha y dificultades.
Introd.
- Hace seis mil años que Dios creo al ser humano y le dio un regalo único, maravilloso, extraordinario: La conciencia: “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón“ (Prov. 20:27). (RVR1960).
- La conciencia es el conocimiento moral que Dios nos ha dado; es un proceso interno de pensamiento, en otras palabras, es la facultad interior de la mente que evalúa la rectitud moral de los pensamientos, las palabras y las acciones.
- En un lugar, en un espacio concreto del cerebro, Dios ha colocado la conciencia; quiero decir que un grupo de células nerviosas actúan cuando se ejercita la conciencia. El Espíritu de Profecía dice: “Los nervios del cerebro que relacionan todo el organismo entre sí son el único medio por el cual el cielo puede comunicarse con el hombre, y afectan su vida más íntima“ (Joyas de los Testimonios, Tomo 1, 254).
- Para la pluma inspirada, la conciencia es la voz de Dios: “La conciencia es la voz de Dios que habla en medio del conflicto de las pasiones humanas” (La Fe por la Cual Vivo, 60).
- El apóstol Pablo nos confirma esta definición cuando enseña que Dios ha escrito en el corazón humano su ley y se revela su esencia en la conciencia, por eso podemos saber lo que está bien o mal, aun aquellos que no creen en Dios: “Cuando los paganos que no conocen la ley actúan conforme a la ley, aunque nunca hayan tenido escrita la ley de Dios, son la ley para sí mismos. Ellos muestran que la ley de Dios está escrita dentro de ellos mismos; su conciencia los acusa a veces, y a veces los excusa“ (Rom. 2:14-15). (NBV).
- Sin la conciencia, pues, no podríamos valorar si lo que pensamos está bien o mal, si lo que hemos dicho o hecho es correcto o incorrecto, si nos hace bien o mal. Sin el ejercicio de la conciencia no podríamos saber si hacemos bien o mal a nuestro prójimo o si estamos en armonía con Dios o en rebelión.
I. LA CONCIENCIA DAÑADA
- El problema es que después del pecado la conciencia por sí misma no es una guía segura, porque nuestras percepciones morales se han degradado debido a nuestra naturaleza pecaminosa. Necesitamos La Palabra de Dios. “El pecado entenebrece nuestras mentes y ofusca nuestras percepciones (conciencia)“ (Mente, Carácter y Personalidad, Tomo 1, 343). (El énfasis es nuestro)
- La gente dice que ellos saben lo que hacen, que no necesitan a Dios, que no tienen por qué leer la Biblia, ellos son suficientes. Pero esto es un error, la conciencia después del pecado se ha cauterizado, significa “quemado“, arruinado y no resulta sencillo, humanamente hablando, determinar lo que está bien o mal sólo usando nuestra pobre humanidad.
- La conciencia cauterizada es aquella en la que las convicciones del individuo han sido insensibilizadas. El sentido de lo correcto e incorrecto se vuelve insensible para distinguir entre el bien y el mal. Esto lo podemos ver de forma clara en las palabras del profeta Isaías: “Qué mal les irá a los que a lo malo llaman bueno y a lo bueno llaman malo. Los que tienen por luz la oscu–ridad y por oscuridad la luz. Los que dicen que lo amargo es dulce y que lo dulce es amargo“ (Isa. 5:20). (PDT).
- No quiero decir que todo el mundo tiene corrompida su conciencia, pero mientras no entregamos nuestro corazón a Cristo, la conciencia nos puede señalar una dirección errada con mucha facilidad. Se hace imperativo, pues, que haya una purificación o restauración de la conciencia a fin de que sea dirigida por Dios.
II. LA CONCIENCIA RESTAURADA
- La conciencia debe ser limpiada, porque la hemos contaminado una y mil veces. Así se puede y sólo así, discernir el bien del mal, oír claramente la voz de Dios hablando al alma humana.
- “Una conciencia libre de ofensas hacia Dios y los hombres es una adquisición maravillosa“ (Nuestra Elevada Vocación, 145).
- La conciencia restaurada es la obra del Espíritu Santo obrando en nuestra mente a través del estudio de las Sagradas Escrituras: “Se me ha mostrado que muchos están en grave peligro. Cuando un hombre hará o dirá cualquier cosa para lograr sus fines, nada sino el poder de Dios puede salvarlo. Su carácter necesita ser transformado antes que pueda tener una buena conciencia, libre de ofensas hacia Dios y los hombres“ (Mente, Carácter y Personalidad, Tomo 1, 327).
- “Solo los que leen las Escrituras considerándolas la voz de Dios que les habla, aprenden realmente“ (Cada Día con Dios, 127) “El Evangelio de Cristo es la voz del deber y la voz de Dios“ (Cada Día con Dios, 287).
- “El Señor requiere de nosotros que obedezcamos la voz del deber, cuando hay otras voces en torno de nosotros que nos instan a seguir un proceder opuesto. Debemos resistir y vencer la inclinación y obedecer la voz de la conciencia sin parlamentar” (Mensajes Selectos, Tomo 1, 31).
- Sólo cuando la conciencia está siendo guiada, orientada y nutrida por la voz de las Escrituras, puede ser considerada como la voz de Dios. De lo contrario es la voz del diablo.
III. HOMBRES DE CONCIENCIA FIRME
- Daniel y sus compañeros fueron leales a su conciencia; José no violó su conciencia…
- Los primeros cristianos ofrendaron sus vidas en los circos romanos antes que violar su conciencia.
- Lutero fue fiel a su conciencia: “Consiento de veras -dijo- en que el emperador, los príncipes y aun los más humildes cristianos, examinen y juzguen mis libros; pero bajo la condición de que tomarán por norma la Sagrada Escritura. Los hombres no tienen más que someterse a ella (la Biblia). Mi conciencia depende de ella, y soy esclavo de su observancia” (El Conflicto de los Siglos, 153).
- Los llamados “padres peregrinos“ arribaron a las costas de América con el objetivo de mantener la libertad de conciencia, ya que en Europa estaba amenazada. Su lucha por la protección de la conciencia dio como resultado la creación de la gran nación de América.
- Martin Luther King fue un defensor a ultranza de la conciencia… El día anterior a su asesinato dijo las siguientes palabras en Memphis, Tennessee: “Bien, yo no se qué va a pasar. Vamos a tener que enfrentar algunos días difíciles en el futuro. Pero no importa lo que pase conmigo ahora. Porque yo he estado en la cima de la montaña. Y ya no me importa. Como cualquiera, me gustaría vivir una larga vida. La longevidad tiene su lugar. Pero no estoy interesado en ella ahora. Sólo quiero hacer la voluntad de Dios. El me permitió subir hasta la cima de la montaña. Y miré desde allí, y pude ver la tierra prometida. Puede ser que no llegue allí con ustedes. Pero esta noche quiero que sepan que nosotros, como pueblo, vamos a llegar a la tierra prometida. Y estoy feliz esta noche. No siento temor por nada. No temo a nadie. Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor”. https://www.elviejotopo.com/topoexpress/he-estado-en-la-cima-de-la-montana/
- “La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hom–bres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos” (La Educación, 57).
Conclusión
- Cada uno de nosotros somos invitados a seguir la voz de Dios en nuestra vida. No nos equivocaremos si así lo hacemos, creceremos a nivel espiritual y seremos mucho más felices.
- Job entendía esta verdad y la consideró un principio en su vida, por eso ejerció la facultad de colocar su conciencia bajo el control divino, cuando en los peores momentos de su vida fue tremendamente sacudido. Él sabía que sólo podía salir de esta situación terrible siendo fiel a su conciencia: “Mi conciencia estará limpia mientras viva“ (Job 27:6). (NBV).
- Dios nos bendiga ricamente a todos, es mi deseo y oración. Amén.
© José Vicente Giner