Objetivos:

  1. Entender qué significa imitar a Cristo.
  2. Reflexionar sobre la necesidad de tener a Cristo como nuestro modelo.
  3. Saber por qué un ser humano no puede ser nuestro modelo.
  4. Comprender por qué debemos empeñarnos en la obra de nuestra conversión.

Introd.

  1. Uno de los temas más tratados en la Biblia es la imitación de Dios en el Antiguo Testamento y la de Cristo en el Nuevo Testamento.
  2. De hecho, el apóstol Pablo nos dice a todos los cristianos, como un llamado especial: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Efes. 5:1). (LBLA).
  3. Este texto, junto con Mateo 11:29, Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso” (DHH), muestran dos cosas, en primer lugar, que tenemos una obra que cumplir en esta vida: La transformación de nuestro carácter, que se traduce con la imitación de Cristo. Segundo, que Cristo es la ejemplificación de todos los atributos divinos, porque Él es Dios hecho carne.
  4. Notemos que Pablo habla de “imitar a Dios” y Jesús dice: “imítenme a mí”, después de Cristo no encontramos a nadie al que podamos imitar porque Él es al Alfa y la Omega, principio y fin de nuestro periplo espiritual. Es verdad que podemos imitar a nuestros hermanos, en la medida que imitan a Cristo, pero sin olvidar que la imitación por excelencia es la de Cristo, porque Él es perfecto, el único igual a Dios y nosotros somos pecadores y siempre podemos terminar siendo modelos humanos inadecuados.

I. LA OBRA DE IMITAR

  1. El término imitar en la Biblia puede tener varios sentidos, como el de obedecer, hacer lo que se ve, seguir el ejemplo, acatar las órdenes, etc.
  2. Aplicado al cristiano, debemos entender que venimos a este mundo, es decir que llegamos a la existencia por la voluntad de Dios y con el propósito de reflejar su carácter en nuestras vidas.
  3. Dios posee atributos imitables que deben ser reproducidos en nosotros, como la bondad, el amor, la paciencia, la tolerancia, la misericordia y otros. Jamás seremos llamados a imitar la omnisciencia de Dios, o su omnipotencia, o su omnipresencia, etc., porque son atributos exclusivos de la Divinidad.
  4. Jesús vino a esta para ejemplificar el carácter de Dios y dejarnos un ejemplo a seguir: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca…” (1 Ped. 2:21-22).
  5. Nuestra existencia no tiene otro objetivo a este y si tratamos de apartarnos de él, no lograremos realizarnos jamás como seres completos y felices, que conocen el sentido correcto de la vida.
  6. Dios tiene un plan para con todos los humanos y lo sigue para nuestro bien. Su diseño es perfecto y persigue el que hagamos las experiencias necesarias para que crezcamos en conocimiento y en santidad y podamos regresar a estar con Dios, como al principio y esto no se puede lograr si no imitamos o reflejamos el carácter de Cristo en nuestra vida.

II. UN MISTERIO IMPOSIBLE DE ENTENDER

  1. El ángel más exaltado del cielo, Luzbel, fue creado para reflejar la luz de Dios en su vida, significa que a través de este ángel la gente podía ver a Dios reflejado en él. De hecho, su nombre significaba “portador de luz”, de la excelsa y extraordinaria luz de Dios.
  2. Reflejar la luz de Dios, en sentido espiritual, no es solamente una forma literal de irradiar luz. Incluía la forma de ser, su carácter, su mente, todo vibraba para decir a grande voz, “soy de Dios”, “le pertenezco”, “su santidad se revela en mí”.
  3. Luzbel, o Lucifer (ángel de luz) fue creado a imagen y semejanza de Dios pero a un nivel más alto que la de los humanos que también fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. En el caso de Luzbel dice que fue exaltado más que ningún ángel en su creación: “Estabas en el Edén, el jardín de Dios. Tenías la ropa adornada con toda clase de piedras preciosas -cornalina rojiza, peridoto verde pálido, adularia blanca, berilo azul y verde, ónice, jaspe verde, lapislázuli, turquesa y esmeralda-, todas talladas especialmente para ti e incrustadas en el oro más puro. Te las dieron el día en que fuiste creado” (Ez. 28:13). (NTV).
  4. Pero como recibió la capacidad de pensar y actuar autónomamente, Luzbel decidió libremente rebelarse contra Dios y se convirtió en Satanás que significa adversario de Dios, agresor, aquel que se opone.
  5. Este fenómeno es imposible de entender humanamente: “Para muchos el origen del pecado y el por qué de su existencia es causa de gran perplejidad. Ven la obra del mal con sus terribles resultados de dolor y desolación, y se preguntan cómo puede existir todo eso bajo la soberanía de Aquel cuya sabiduría, poder y amor son infinitos. Es esto un misterio que no pueden explicarse” (El Conflicto de los Siglos, 483).

III. UNA TRANSFORMACIÓN DE LA MENTE

  1. La obra de rebelión del enemigo continuó en la tierra y la santa pareja que antes reflejaba la luz de Dios en sus vidas, de pronto siguió el ejemplo de Satanás y se rebelaron contra su Creador.
  2. Desde entonces hasta hoy, los humanos no reflejamos o no imitamos a Dios, sino al enemigo. El apóstol Pablo habla de que los humanos llevamos por naturaleza “los frutos de la carne”: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gál. 5:19-21). (RVR1960).
  3. Pero es el objetivo de Dios recuperarnos, que volvamos a llevar los frutos del Espíritu, que son: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gál. 5:22-23). (RVR1960).
  4. Dios desea que volvamos a vivir según la imagen y semejanza suya, reflejando su luz, imitándole en todos nuestros caminos, tal y como hablábamos al principio. Para eso nos ha dado a su Hijo, movido por un amor inconmensurable, a fin de que sigamos sus pisadas.
  5. “Los cristianos son como portaluces en el camino al cielo. Tienen que reflejar sobre el mundo la luz de Cristo que brilla sobre ellos. Su vida y carácter deben ser tales que por ellos adquieran otros una idea justa de Cristo y de su servicio” (El Camino a Cristo, 115).
  6. Este Testimonio nos muestra cuál es el objetivo de Dios al traernos a este mundo: Que reflejemos su luz, que le imitemos y así que otros puedan conocerle a través de nosotros. Por eso Pablo dice: “Siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por nosotros, no escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo…” (2 Cor. 2:3). (LBLA).
  7. “Los cristianos que llenan su alma de amargura y tristeza, murmuraciones y quejas, están representando ante otros falsamente a Dios y la vida cristiana. Dan la impresión de que Dios no se complace en que sus hijos sean felices; y en esto dan falso testimonio contra nuestro Padre celestial” (El Camino a Cristo, 116).
  8. “Muchos, al recorrer el camino de la vida, se espacian en sus errores, fracasos y desengaños, y sus corazones se llenan de dolor y desaliento” (El Camino a Cristo, 116).
  9. “No es sabio reunir todos los recuerdos desagradables de la vida pasada, sus iniquidades y desengaños, para hablar de esos recuerdos y llorarlos hasta quedar abrumados de desaliento. La persona desalentada se llena de tinieblas, desecha de su alma la luz divina y proyecta sombra en el camino de los demás” (El Camino a Cristo, 117).

Conclusión

  1. Hablemos del amor de Dios, vivamos para imitarle. Que la gente vea en nosotros que somos hijos suyos, tal vez no compartan nuestra fe, pero no podrán negar nuestro ejemplo.
  2. Esa obra de transformación no lo podemos hacer nosotros. Pidámosle a Dios que su Santo Espíritu nos tome y cambie nuestra mente. Que el Señor te bendiga, querido joven, es mi deseo y oración, amén.

© José Vicente Giner