Objetivos:
- Entender qué significa imitar a Cristo.
- Reflexionar sobre la necesidad de tener a Cristo como nuestro modelo.
- Saber por qué un ser humano no puede ser nuestro modelo.
- Comprender por qué debemos empeñarnos en la obra de nuestra conversión.
Introd.
- Uno de los temas más tratados en la Biblia es la imitación de Dios en el Antiguo Testamento y la de Cristo en el Nuevo Testamento.
- De hecho, el apóstol Pablo nos dice a todos los cristianos, como un llamado especial: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Efes. 5:1). (LBLA).
- Este texto, junto con Mateo 11:29, “Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso” (DHH), muestran dos cosas, en primer lugar, que tenemos una obra que cumplir en esta vida: La transformación de nuestro carácter, que se traduce con la imitación de Cristo. Segundo, que Cristo es la ejemplificación de todos los atributos divinos, porque Él es Dios hecho carne.
- Notemos que Pablo habla de “imitar a Dios” y Jesús dice: “imítenme a mí”, después de Cristo no encontramos a nadie al que podamos imitar porque Él es al Alfa y la Omega, principio y fin de nuestro periplo espiritual. Es verdad que podemos imitar a nuestros hermanos, en la medida que imitan a Cristo, pero sin olvidar que la imitación por excelencia es la de Cristo, porque Él es perfecto, el único igual a Dios y nosotros somos pecadores y siempre podemos terminar siendo modelos humanos inadecuados.
I. LA OBRA DE IMITAR
- El término imitar en la Biblia puede tener varios sentidos, como el de obedecer, hacer lo que se ve, seguir el ejemplo, acatar las órdenes, etc.
- Aplicado al cristiano, debemos entender que venimos a este mundo, es decir que llegamos a la existencia por la voluntad de Dios y con el propósito de reflejar su carácter en nuestras vidas.
- Dios posee atributos imitables que deben ser reproducidos en nosotros, como la bondad, el amor, la paciencia, la tolerancia, la misericordia y otros. Jamás seremos llamados a imitar la omnisciencia de Dios, o su omnipotencia, o su omnipresencia, etc., porque son atributos exclusivos de la Divinidad.
- Jesús vino a esta para ejemplificar el carácter de Dios y dejarnos un ejemplo a seguir: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca…” (1 Ped. 2:21-22).
- Nuestra existencia no tiene otro objetivo a este y si tratamos de apartarnos de él, no lograremos realizarnos jamás como seres completos y felices, que conocen el sentido correcto de la vida.
- Dios tiene un plan para con todos los humanos y lo sigue para nuestro bien. Su diseño es perfecto y persigue el que hagamos las experiencias necesarias para que crezcamos en conocimiento y en santidad y podamos regresar a estar con Dios, como al principio y esto no se puede lograr si no imitamos o reflejamos el carácter de Cristo en nuestra vida.
II. UN MISTERIO IMPOSIBLE DE ENTENDER
- El ángel más exaltado del cielo, Luzbel, fue creado para reflejar la luz de Dios en su vida, significa que a través de este ángel la gente podía ver a Dios reflejado en él. De hecho, su nombre significaba “portador de luz”, de la excelsa y extraordinaria luz de Dios.
- Reflejar la luz de Dios, en sentido espiritual, no es solamente una forma literal de irradiar luz. Incluía la forma de ser, su carácter, su mente, todo vibraba para decir a grande voz, “soy de Dios”, “le pertenezco”, “su santidad se revela en mí”.
- Luzbel, o Lucifer (ángel de luz) fue creado a imagen y semejanza de Dios pero a un nivel más alto que la de los humanos que también fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. En el caso de Luzbel dice que fue exaltado más que ningún ángel en su creación: “Estabas en el Edén, el jardín de Dios. Tenías la ropa adornada con toda clase de piedras preciosas -cornalina rojiza, peridoto verde pálido, adularia blanca, berilo azul y verde, ónice, jaspe verde, lapislázuli, turquesa y esmeralda-, todas talladas especialmente para ti e incrustadas en el oro más puro. Te las dieron el día en que fuiste creado” (Ez. 28:13). (NTV).
- Pero como recibió la capacidad de pensar y actuar autónomamente, Luzbel decidió libremente rebelarse contra Dios y se convirtió en Satanás que significa adversario de Dios, agresor, aquel que se opone.
- Este fenómeno es imposible de entender humanamente: “Para muchos el origen del pecado y el por qué de su existencia es causa de gran perplejidad. Ven la obra del mal con sus terribles resultados de dolor y desolación, y se preguntan cómo puede existir todo eso bajo la soberanía de Aquel cuya sabiduría, poder y amor son infinitos. Es esto un misterio que no pueden explicarse” (El Conflicto de los Siglos, 483).
III. UNA TRANSFORMACIÓN DE LA MENTE
- La obra de rebelión del enemigo continuó en la tierra y la santa pareja que antes reflejaba la luz de Dios en sus vidas, de pronto siguió el ejemplo de Satanás y se rebelaron contra su Creador.
- Desde entonces hasta hoy, los humanos no reflejamos o no imitamos a Dios, sino al enemigo. El apóstol Pablo habla de que los humanos llevamos por naturaleza “los frutos de la carne”: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gál. 5:19-21). (RVR1960).
- Pero es el objetivo de Dios recuperarnos, que volvamos a llevar los frutos del Espíritu, que son: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gál. 5:22-23). (RVR1960).
- Dios desea que volvamos a vivir según la imagen y semejanza suya, reflejando su luz, imitándole en todos nuestros caminos, tal y como hablábamos al principio. Para eso nos ha dado a su Hijo, movido por un amor inconmensurable, a fin de que sigamos sus pisadas.
- “Los cristianos son como portaluces en el camino al cielo. Tienen que reflejar sobre el mundo la luz de Cristo que brilla sobre ellos. Su vida y carácter deben ser tales que por ellos adquieran otros una idea justa de Cristo y de su servicio” (El Camino a Cristo, 115).
- Este Testimonio nos muestra cuál es el objetivo de Dios al traernos a este mundo: Que reflejemos su luz, que le imitemos y así que otros puedan conocerle a través de nosotros. Por eso Pablo dice: “Siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por nosotros, no escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo…” (2 Cor. 2:3). (LBLA).
- “Los cristianos que llenan su alma de amargura y tristeza, murmuraciones y quejas, están representando ante otros falsamente a Dios y la vida cristiana. Dan la impresión de que Dios no se complace en que sus hijos sean felices; y en esto dan falso testimonio contra nuestro Padre celestial” (El Camino a Cristo, 116).
- “Muchos, al recorrer el camino de la vida, se espacian en sus errores, fracasos y desengaños, y sus corazones se llenan de dolor y desaliento” (El Camino a Cristo, 116).
- “No es sabio reunir todos los recuerdos desagradables de la vida pasada, sus iniquidades y desengaños, para hablar de esos recuerdos y llorarlos hasta quedar abrumados de desaliento. La persona desalentada se llena de tinieblas, desecha de su alma la luz divina y proyecta sombra en el camino de los demás” (El Camino a Cristo, 117).
Conclusión
- Hablemos del amor de Dios, vivamos para imitarle. Que la gente vea en nosotros que somos hijos suyos, tal vez no compartan nuestra fe, pero no podrán negar nuestro ejemplo.
- Esa obra de transformación no lo podemos hacer nosotros. Pidámosle a Dios que su Santo Espíritu nos tome y cambie nuestra mente. Que el Señor te bendiga, querido joven, es mi deseo y oración, amén.
© José Vicente Giner