Objetivos:

  1. Comprender que cada uno de nosotros podemos desarrollar las cualidades que hemos recibido de parte de Dios.
  2. Estudiar el ejemplo de la vida de Samuel, que en su niñez y juventud tomó la decisión de ser fiel a Dios, no obstante que otros no lo eran.
  3. Ayudar y animar a cada joven a que se consagre al Señor y que cumple sus deberes conocidos con fidelidad y alegría de corazón.

Introd.

  1. Cuando se trata con los jóvenes con el objetivo de entenderles y ayudarles, se puede aprender mucho también de ellos. El joven tiene mucho que ofrecer a su prójimo y al mundo. Jóvenes como José y Daniel, dejaron una impronta en la historia que llegó hasta nuestros días.
  2. Un joven no está obligado a ser mediocre, vulgar o superficial; puede alcanzar la excelencia como un adulto también en su juventud. No es obligatorio que deba esperar a cumplir años para refinarse, ennoblecerse, vencer el pecado, tomar interés por las cosas divinas, ser una persona responsable, con un carácter simétrico y lleno de fe y esperanza.
  3. La vulgaridad, la banalidad, una vida pecaminosa, no tiene por qué atrapar a ningún joven, dependerá de la decisión que cada uno tome en su vida. Quisiera invitarte joven a no resignarte a pensar que los jóvenes son de una forma concreta y que no pueden cambiar… Eso no es verdad y lo vamos a ver en la Palabra de Dios.

I. DECISIONES QUE CURTEN

  1. Lo que decimos lo podemos sustentar haciendo referencia a la vida de personajes bíblicos, que eran jóvenes y no obstante su juventud, llegaron a realizar gestas, que los distinguen como grandes de la historia.
  2. Samuel se destacó como uno de esos extraordinarios líderes. Se nos informa en el registro sagrado: “Mientras tanto, el joven Samuel seguía creciendo, y su conducta agradaba tanto al Señor como a los hombres” (1 Sam. 2:26). (DHH).
  3. ¿Por qué resignarse a encajar en la imagen negativa que la sociedad tiene de los jóvenes actualmente? El joven es irreflexivo -dicen-, impetuoso, superficial, banal, sin corazón, irresponsable, etc., etc. Y es verdad que así son muchos jóvenes, pero no es algo ineludible, como si se tratara de una etapa de la vida por la que hay que pasar. El joven puede decidir qué ser en la vida, qué hacer y qué no hacer.
  4. Samuel era joven y sin embargo logró con su conducta sana agradar tanto a Dios como a los hombres. ¿No es esto maravilloso querido joven? ¿Qué marcó la diferencia con otros jóvenes que pasan sin dejar ninguna aportación importante para esta humanidad? Samuel tomó la decisión de comprome–terse con Dios y de hacer algo bueno por quienes le rodeaban.
  5. “Decidir” significa tomar una determinación definitiva sobre un asunto, según el diccionario. Samuel decidió buscar las cosas de arriba, como prioridad en su vida. No se entretuvo dando vueltas sobre las cosas que degradan al ser humano, jugando con el pecado.
  6. Lo podría haber hecho, era joven y poseía las mismas hormonas que tienen los jóvenes de todos los tiempos, pero tomó partido por lo elevado, por aquello que ennoblece al joven y lo hizo de forma determinante, sin mediocridades, sin doblez de corazón. Se puede con la ayuda de Dios, querido joven.
  7. La vida de Samuel no está idealizada en la Biblia, no es ficticia y por tanto inalcanzable como ejemplo. Así fue y así se registró y de él se dice en los Testimonios:
  8. “Aunque Samuel pasaba su juventud en el tabernáculo dedicado al culto de Dios, no estaba libre de influencias perversas ni de ejemplo pecaminoso. Los hijos de Elí no temían a Dios ni honraban a su padre; pero Samuel no buscaba la compañía de ellos, ni tampoco seguía sus malos caminos. Se esforzaba constantemente por llegar a ser lo que Dios deseaba que fuese. Este es un privilegio que tiene todo joven” (Patriarcas y Profetas, 618).
  9. El primer punto, pues, nos lleva a la conclusión de que cada joven es arquitecto de su propio destino y que, ejerciendo su voluntad en la dirección correcta, todo joven puede alcanzar grandes alturas espirituales. Los limitantes los coloca cada joven, no la sociedad, ni el mundo, ni los amigos… Cada joven tiene la posibilidad, si lo desea, de escalar grandes alturas.

II. CULTIVAR LAS VIRTUDES CRISTIANAS

  1. El apóstol Pablo habla de los frutos del Espíritu y nos dice que todo hijo e hija de Dios debe cultivar estas virtudes cristianas: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gál. 5:22-23). (RVR1960).
  2. Notemos que Pablo no habla de que estos frutos se circunscriben a los cristianos adultos, sino que habla en forma general y nos dice que los frutos que especifica son los que debemos llevar aquellos que aseveramos seguir a Cristo, entre los que se encuentran también los creyentes jóvenes.
  3. Cada uno decide qué desarrollar en la vida, en qué destacarse, qué hacer o qué no hacer. Somos arquitectos de nuestro propio destino. Poseemos potenciales que Dios nos ha dado, en forma de dones, para que los cultivemos.
  4. No todos los propietarios de tierras, poseen cultivos fructíferos. Muchos campos son como eriales porque nadie los cuida y aprovecha. Tengo un amigo que posee unos campos de naranjos, pero están casi todos los árboles muertos, porque él, dice, no tiene tiempo para ocuparse de ellos.
  5. El joven Samuel se propuso ser un servidor fiel y amable, contrariamente a lo que habían escogido ser los hijos de Elí. Cada uno elige el camino que desea seguir. Un joven servicial y fiel a Dios es el testimonio más poderoso que existe a favor de la verdad y no hay nada más efectivo que esto para poder alcanzar la felicidad en esta tierra.
  6. “Samuel había sido puesto bajo el cuidado de Elí, y la amabilidad de su carácter le granjeó el cálido afecto del anciano sacerdote. Era bondadoso, generoso, obediente y respetuoso. Elí, apenado por los extravíos de sus hijos, encontraba reposo, consuelo y bendición en la presencia de su pupilo. Samuel era servicial y afectuoso, y ningún padre amó jamás a un hijo más tiernamente que Elí a este joven. Era cosa singular que entre el principal magistrado de la nación y un niño sencillo existiera tan cálido afecto. A medida que los achaques de la vejez le sobrevenían a Elí, y le abrumaba la ansiedad y el remordimiento por la conducta disipada de sus propios hijos, buscaba consuelo en Samuel” (Patriarcas y Profetas, 619).
  7. “Los jóvenes de nuestro tiempo pueden hacerse tan valiosos a los ojos de Dios como lo fué Samuel. Si conservan fielmente su integridad cristiana, pueden ejercer una influencia poderosa en la obra de reforma. Hombres tales se necesitan hoy. Dios tiene una obra especial para cada uno de ellos. Jamás lograron los hombres resultados más grandes en favor de Dios y de la humanidad que los que pueden lograr en esta época nuestra quienes sean fieles al cometido que Dios les ha confiado” (Patriarcas y Profetas, 620).

III. CUMPLIR LOS DEBERES PEQUEÑOS CON ALEGRÍA Y FIDELIDAD

  1. Una de las razones por las cuales Samuel llegó a ser lo que fue, la encontramos en el hecho que él cumplió con fidelidad los deberes pequeños de la vida, aquello que le asignaban por humilde que fuera lo desempeñaba con alegría de corazón y siempre buscando la gloria de Dios.
  2. “Aunque era muy joven cuando se le trajo a servir en el tabernáculo, Samuel tenía ya entonces algunos deberes que cumplir en el servicio de Dios, según su capacidad. Eran, al principio, muy humildes, y no siempre agradables; pero los desempeñaba lo mejor que podía, con corazón dispuesto. Introducía su religión en todos los deberes de la vida. Se consideraba como siervo de Dios, y miraba su obra como obra de Dios. Sus esfuerzos eran aceptados, porque los inspiraban el amor a Dios y un deseo sincero de hacer su voluntad. Así se hizo Samuel colaborador del Señor del cielo y de la tierra. Y Dios le preparó para que realizara una gran obra en favor de Israel” (Patriarcas y Profetas, 619).
  3. Cuando hacemos nuestro deber con alegría de corazón y buscando la excelencia, el éxito está garantizado porque Dios bendice a los que así obran. Puede ser que lleguen momentos difíciles, pero esto forma parte del plan de Dios para hacer crecer a cada uno de los que le sirven.
  4. Al enfrentarse con las dificultades se desarrolla la fe y la confianza en Dios; se acentúan las habilidades y se produce un crecimiento espiritual que de otra manera no sería posible. Cada deber cumplido de forma concienzuda y amorosa, nos capacita para enfrentar nuevas responsabilidades aún mayores. Nunca un joven podrá estar preparado para grandes deberes sino cumple los pequeños con fidelidad.
  5. “El éxito que se ha de obtener en esta vida, el éxito que nos asegurará la vida futura, depende de que hagamos fiel y concienzudamente las cosas pequeñas. En las obras menores de Dios no se ve menos perfección que en las más grandes. La mano que suspendió los mundos en el espacio es la que hizo con delicada pericia los lirios del campo. Y así como Dios es perfecto en su esfera, hemos de serlo nosotros en la nuestra. La estructura simétrica de un carácter fuerte y bello, se edifica por los actos individuales en cumplimiento del deber. Y la fidelidad debe caracterizar nuestra vida tanto en los detalles insignificantes como en los mayores. La integridad en las cosas pequeñas, la ejecución de actos pequeños de fidelidad y bondad alegrarán la senda de la vida; y cuando hayamos acabado nuestra obra en la tierra, se descubrirá que cada uno de los deberes pequeños ejecutados fielmente ejerció una influencia benéfica imperecedera” (Patriarcas y Profetas, 620).
  6. Este fue el ejemplo que nos dejó el Señor Jesucristo, que ya desde niño se distinguió por ser obediente y sumiso a sus padres y cumplir sus deberes con fidelidad y alegría de corazón.
  7. De Jesús se dice que “crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Luc. 2:52). (RVR1960). La clave de su éxito la encontramos en el hecho que desempeñó sus tareas desde la niñez con fidelidad. No permitió que su mente divagara entre el bien y el mal, sino que se centró en hacer la voluntad de su Padre celestial y por ende cumplió con sus deberes terrenales con fidelidad.

Conclusión

  1. Os animo, queridos jóvenes, a tomar el ejemplo de nuestro Salvador. Dios ama a los jóvenes y no permitirá que un joven animoso y bien dispuesto, deseoso de hacer aquello que es grato a los ojos de Dios, sea entrampado en el mal.
  2. Que el Señor te bendiga y sostenga en tu carrera hacia el cielo, es mi deseo y oración. Amén.

© José Vicente Giner