Objetivos:
- Hacer énfasis en la brevedad de la vida tomando el ejemplo del rey Ezequías.
- Entender que nadie desea morir, pero que todos tendremos que rendir nuestra vida.
- Ser conscientes que la muerte nos puede llegar en cualquier momento y que debemos aprender a valorar las cosas que Dios nos ha dado.
- Ser instados a dar testimonio por lo que Dios ha hecho con cada uno.
Introd.
- ¿Qué pasaría si supiéramos que en breve tiempo fuéramos a morir? Es una pregunta muy difícil y complicada, porque nadie quiere morirse.
- Cuando el profeta Isaías le dijo al rey Ezequías que iba a morir y que debía poner todos los asuntos de su casa en orden, el rey reaccionó así:
- “Te ruego, oh Señor, que te acuerdes ahora de cómo yo he andado delante de ti en verdad y con corazón íntegro, y he hecho lo bueno ante tus ojos. Y Ezequías lloró amargamente” (2 Rey. 20:3). (LBLA).
I. UNA OPORTUNIDAD MÁS
- El llanto sincero y profundo del rey Ezequías movió el brazo de Dios y recibió la evidencia de que iba a ser sanado: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas; he aquí, te sanaré. Al tercer día subirás a la casa del Señor y añadiré quince años a tu vida…” (2 Rey. 20:5-7). (LBLA).
- La curación se verificó con la señal milagrosa de que el reloj de sol retrocedió diez grados. Este milagro se vio en el cielo y los sabios babilónicos también vieron lo que había sucedido.
- Se esperaba del rey que aprovechará esos 15 años extras de vida y que viviera cada instante de forma intensa, especialmente dándole gloria a Dios. Pero cuando le visitaron los sabios babilónicos para saber qué había sucedido con aquel milagro que vieron en el sol, en vez de hablarles de Dios y de su amor, les mostró sus tesoros.
- Podría haber aprovechado la oportunidad que Dios le brindaba de vivir en vez de morir por su úlcera. Se olvidó de valorar las cosas importantes de la vida, de darle la gloria que Dios merece y se centró en sí mismo. Fue un mal momento de descuido, pero produjo sus resultados funestos.
II. MÁS OPORTUNIDADES PERDIDAS
- Su hijo Manasés tampoco aprendió la lección, aunque se portó mucho peor, infinitamente mucho peor que su padre Ezequías, que hizo buenas reformas.
- Manasés no supo vivir la vida, no aprovechó la circunstancia de que era rey para agradecer a Dios y valorar cada cosa buena que poseía.
- Él tenía 13 años cuando comenzó a reinar, pero no supo aprovechar su tiempo y la Biblia dice que hizo lo malo ante los ojos del Señor (2 Rey. 21:2).
- Son miles y miles, millones, las personas que no aprovechan su vida. Queman muchas etapas de la misma y cuando se dan cuenta ya es demasiado tarde.
- No dedicaron tiempo a vivir para glorificar a Dios, todo lo pospusieron para mañana, no dedicaron su vida para hacer feliz a su esposo o esposa, no disfrutaron de sus hijos, pasaron la vida protestando, quejándose, amargados, viéndolo todo negro, criticando a los demás encerrados en su caparazón de egoísmo. Y cuando menos se dieron cuenta, les llegó la hora de morir.
III. VIVIR INTENSAMENTE
- David comprendió la importancia de vivir cada instante de forma intensa amando a Dios y ensalzando su nombre, por eso dijo: “Mientras yo exista y tenga vida, cantaré himnos al Señor mi Dios” (Sal. 104:33). (DHH).
- David no quería decir que iba a pasar todas las horas del día cantando, sino que aparte de alabar a Dios siempre que pudiera, iba a vivir intensamente su vida agradeciendo a Dios por cada cosa recibida.
- Cuando aprendemos a valorar la vida y agradecemos a Dios por cada cosa que poseemos, entonces estamos cumpliendo una parte importante de la misión por la cual venimos a este mundo.
- Centrar nuestra atención en lo que poseemos y no en aquello que no tene–mos, nos ayuda a valorar lo que Dios nos regala, aun las cosas pequeñas o sencillas, como una puesta de sol, un lindo amanecer, el trinar de los pájaros, la salud, la fe, la familia, la iglesia, etc. El agradecimiento sincero de corazón nos lleva a ser más considerados con el prójimo y más fieles con Dios.
- Aquel que ha comprendido el valor de la vida no podrá permanecer encerrado en sí mismo, sino que se proyectará como una luz refulgente hacia el mundo en el que vive, lo que significa que no podrá dejar de decir lo que ha visto y oído en lo referente a la obra redentora de Cristo.
IV. PONERNOS A CUENTAS CON DIOS
- Notemos que cuando el profeta le comunica al rey la fatídica noticia de que iba a morir, le dice algo muy significativo: “Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (2 Re. 20:1). (RVR1960).
- Este era un llamado al rey Ezequías, que había hecho una obra de reforma extraordinaria en el pueblo de Dios. Se había esforzado por las cosas divinas y había llevado a un mayor nivel espiritual a su pueblo. Tal vez en su mejor momento se enferma y le llega la noticia que va a morir.
- Volviendo a este asunto, la vida es precaria, pende de un hilo y no sabemos cuándo ni cómo nos va a sorprender a cada uno de nosotros la muerte. No importa lo que hayamos hecho en el pasado, lo que importa es lo que hacemos hoy, día a día. De nada vale que yo haya sido el hombre más fiel del mundo si hoy me aparto de los linderos de Dios.
- Así lo expresa el Señor. Son dos cosas, el impío que reconoce su pecado y se aparta, alcanza misericordia y podrá salvarse; mientras que el justo, si se aparta de la justicia y hace las obras del impío, se perderá y morirá eternamente (Ez. 18:21-24).
- La expresión “ordena tu casa” no significa que el rey tenía que pintar las paredes, limpiar cada instancia de la misma, ordenar los muebles y todas las cosas que le pertenecían. Más bien significaba que debía hacer de su parte todo lo posible para ponerse en armonía con su esposa, con sus hijos, con su familia, con sus amigos… El rey debía revisar su relación con Dios e inten–sificar su fe.
- No es que como había hecho grandes cosas por la causa de Dios, ya podía cruzarse de brazos y vivir vegetando. No. Debía considerar cada pormenor, ver si estaba siendo fiel en todo sentido y entonces ponerse a cuenta con el Señor. Iba a morir y necesitaba estar justificado.
- El hecho que no muriera el rey cuando se lo comunicó el profeta y que su vida se extendiera unos años más, por la misericordia divina, no dejaban al rey libre de la orden divina: “Ordena tu casa”.
- Sí, querido joven, el Evangelio de Cristo nos hace deudores frente a Dios por salvación tan grande operada en la cruz del Calvario. No podemos seguir viviendo sin tener comunión con el Señor cada día, sin agradecerle por las grandes bendiciones recibidas, al contrario. Debemos pensar con seriedad en nuestra vida, porque como a todo ser humano nos llegará el momento de rendir cuentas a Dios. La muerte nos alcanzará y tendremos que estar preparados, en armonía con Dios.
- La edad no es un indicativo seguro de que estamos más lejos o más cerca de nuestra muerte. A todos, y no importa qué edad tengamos, puede sorpren–dernos la muerte sin avisar. En el mejor de los casos, ser advertidos como el rey Ezequías del poco tiempo que nos queda.
- De nada valdrán todos los tesoros de nuestro “palacio”, si nos olvidamos de agradecer a Dios por todo lo que ha hecho, hace y hará por nosotros. De nada nos servirán nuestras propiedades, todo lo que poseemos, si nos olvi–damos de cultivar lo que debemos ser. Lo que somos frente a Dios es más importante de lo que poseemos. En el mundo secular es al contrario, lo que tiene un hombre o una mujer, es lo que les da importancia ante la gente. Por eso el rico es admirado, mientras el humilde es ignorado y hasta despreciado.
- Pero, cuando llega el final de la vida a cada ser humano, entonces se ve sobre qué fundamento construyeron y la prueba divina revela el carácter de cada uno. “De nada vale tener todo el mundo y perder la vida. Nadie puede pagar lo suficiente para recuperar su vida” (Mat. 16:26). (PDT).
Conclusión
- Todos los humanos nos aferramos a la vida, como el náufrago en alta mar se aferra a su salvavidas.
- Pero a todos nos va a llegar el momento de dejar este mundo. La muerte nos sorprenderá en el momento que menos pensamos y es por eso que debemos estar preparados y a cuentas con Dios. Significa con nuestra vida espiritual en armonía con Dios y con nuestro prójimo.
- Que el Señor nos ayude, querido joven, a comprender cuán efímera es la existencia humana y que debemos vivir para agradar a Dios; sea que vivamos o que muramos, “ordenemos nuestra casa” y pongámonos en armonía con Dios y con nuestro prójimo, con la ayuda divina. Amén.
© José Vicente Giner