Mis queridos jóvenes:

Os saludo en el nombre del Señor Jesucristo y pido que sus bendiciones, amor y dirección sean sobre vosotros en abundancia.

Hallará fe Jesús en la tierra

La reflexión de este mes se basa en el texto Lucas 18:8, “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Reina Valera 1960).

A veces me encuentro con jóvenes que me preguntan sobre la fe. Lo que más inquieta a la juventud es saber si su fe es robusta y sincera. Esto también le pasa a los adultos. Una de las características de los humanos del tiempo del fin, según la Biblia, será que no tendrán fe, la verdadera fe bíblica o al menos la suficiente. Esto es un grave problema porque la verdadera felicidad viene como consecuencia de agradar a Dios, de vivir en armonía con Él y sin fe

es imposible que esto ocurra (Heb. 11:6). ¿Pero cómo saber que tenemos fe? ¿Tal vez te preocupa o te angustia este asunto?

Analizar con sinceridad

Me gustaría compartir contigo algunos pasos basados en la Palabra de Dios que te ayudarán a confirmar tu fe. En primer lugar debemos hacer un análisis de nuestra vida, motivos, hechos, etc. “Examínense ustedes mismos, para ver si están firmes en la fe; pónganse a prueba. ¿No se dan cuenta de que Jesucristo está en ustedes? ¡A menos que hayan fracasado en la prueba!” (2 Cor. 13:5). (Dios Habla Hoy). El análisis debe ser sincero, Pablo dice que cada uno piense en sí mismo con moderación (Rom. 12:3). Otras versiones usan términos como “buen juicio”, “templanza”, “realistas” o “sensatez”.

Nuestra tendencia es ir a los extremos: O nos condenamos exageradamente o nos disculpamos todo. Moderación es la clave. Si nos analizamos a menudo desarrollamos la facultad de introspección, tan necesaria para aprender a pensar, a razonar de la causa al efecto, a detectar aquello que no anda bien. Vivimos en el siglo de lo “masticado”, quiero decir que todo nos llega razonado, hecho, preparado para que lo recibamos sin plantearnos si está bien o mal. Pero el Señor nos pide que aprendamos a analizar las cosas, especial-mente a nosotros mismos.

Existen varias preguntas que te puedes hacer a ti mismo: ¿He mejorado con relación al pasado? ¿He vencido pecados? ¿Sigo abrazando el mensaje? ¿Me gusta? ¿He sido sincero en la confesión de mi pecado? ¿Me gozo en mi fe o me avergüenzo de ella ante los demás? No hay nada mejor que reconocer nuestra verdadera situación para poder acceder a la solución. Si nos engañamos a nosotros mismos no habrá progreso.

Comprobar mi línea de comunicación

Actualmente se habla de “línea”, “Wifi”, “conexión”, etc. Si faltan estas señales no funcionan los teléfonos ni las computadoras y esto provoca un caos porque nuestras sociedades modernas están estructuradas sobre esta tecnología. También se puede hablar de “corriente eléctrica”, cuando ésta falla el hogar se trastorna. Todo cristiano debe comprobar su línea de comunicación con el cielo: La oración y el estudio de la Biblia. ¿Tengo mi tiempo devocional personal cada día? ¿Cuánto tiempo le dedico a las cosas de Dios?

Recordemos que la Biblia enseña que la fe viene por escuchar, leer, aprender la Palabra de Dios (Rom. 10:17). Ir a la iglesia, oír los temas que se predican y participar en la Escuela Sabática está bien, pero esto no reemplaza al estudio personal. La oración es igual, podemos orar en los cultos de familia, en la iglesia pero lo que fortalece de verdad al alma es la oración personal. “Es muy necesario el examen propio y la oración secreta. Dios ha prometido sabiduría a quienes la pidan” (Joyas de los Testimonios, Tomo 1, 313). “Si la oración secreta y la lectura de las Escrituras se descuidan hoy, se podrán omitir mañana con menos remordimiento de conciencia” (Joyas de los Testimonios, Tomo 1, 160).

Existe una gran bendición para aquel que abraza la Biblia y la hace suya, Dios dice que es bienaventurado (Apoc. 1:3). De igual manera el que desarrolla el hábito de orar será fortalecido y bendecido por Dios. Pregúntate: ¿Tengo experiencias de oraciones contestadas? ¿Recibo bendiciones de parte de Dios? ¿He podido comprobar que Dios me habla a través de su Palabra?

Testimonio personal, frutos

También es un buen indicativo para saber si tenemos fe el preguntarnos si estamos en armonía con nuestros hermanos. Si no tengo buena relación con la hermandad, la familia o los amigos, si me peleo con uno y con otro, algo está fallando de mi fe. El carácter “peleón” desestabiliza la iglesia. Hay una advertencia contra aquellos que siembran la disensión y la discordia (Prov. 26:20; 6:16-19)

Si uno tiene una fe firme apoyará a la iglesia, sus proyectos, planes misioneros, orden, doctrina. Si critica constantemente a la organización, a sus líderes, sus métodos, vive en disensión con el cuerpo, su fe será débil. Recordemos que la iglesia debe tener uniformidad; es bueno y necesario estar uni-dos en la diversidad de caracteres pero no debe haber diversidad doctrinal (Efes. 4:5).

Pablo era un hombre de fe inquebrantable pero para él la iglesia, después de Cristo, lo era todo. Él habla en sus epístolas de “saber conducirse en la iglesia”, de “estar en el cuerpo”, “formar parte del cuerpo”, de “evitar disensiones o discusiones” de “vivir en armonía unos con otros”. Fomenta la unidad en la iglesia, sé un factor de cohesión y no de desunión. Sé un pacificador y esto te dará más satisfacción que todo el dinero del mundo (Mat. 5:9).

Otro factor de fe es la predicación del Evangelio, Jesús nos pide que prediquemos el Evangelio (Marc. 16:15). El apóstol Pablo dice: “Para mí no es motivo de orgullo anunciar el evangelio, porque lo considero una obligación ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anuncio!” (1 Co. 9:16). (Dios Habla Hoy). Te ani-mo a compartir tu fe con otros jóvenes y conocidos. Hazlo de forma simple y humilde; tal vez algunos te rechazarán pero otros escucharán y recibirán la palabra con gozo. No te avergüences de ser seguidor de Cristo. Unas preguntas útiles: ¿Alguien se ha acercado más a Dios por mi medio? ¿Me lo han di-cho? ¿He bendecido a alguien por mi ministerio personal?

Actuar por fe y no por vista

El apóstol Pablo nos invita a actuar por fe y no por vista (2 Cor. 5:7). En realidad todo joven tendría que tener el lema siguiente: Hacer lo que se debe hacer porque es justo y dejar a Dios el resto. Abraham obedeció la orden de Dios, lo hizo por fe. No era nada grato sacrificar a su hijo, al contrario, probó su fe hasta lo sumo, no quedó una fibra en su cuerpo que no fuera sacudida por esa orden ilógica para él. El patriarca actuó por fe y no porque lo comprendiera o fuera grato para él. Lo hizo porque Dios se lo pidió, porque debía ser hecho.

Querido joven, en la vida te vas a encontrar con situaciones extraordinarias en las que deberás escoger. A veces lo que nos dicta la fe no está en armonía con nuestros sentimientos y emociones, como fue el caso de Abraham. Recuerda asimismo a aquellos tres jóvenes que fueron obligados a adorar la imagen que el rey Nabucodonosor había mandado erigir. Su res-puesta confirma lo que estamos defendiendo: «No necesitamos darle una respuesta acerca de este asunto. Ciertamente nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente. Y de su mano, oh rey, nos librará. Pero si no lo hace, ha de saber, oh rey, que no serviremos a sus dioses ni adoraremos la estatua de oro que ha levantado» (Dan. 3:16-18). (La Nueva Biblia de los Hispanos). Ellos estaban convencidos sobradamente de la capacidad de Dios para salvarles, pero su fe no se basaba en esto, sino en ceñirse a la justicia divina y dejar a Dios la decisión final, como te decía antes: Hacer lo que se debe hacer porque es justo y dejar a Dios el resto. Esto no es una cuestión que se va a desarrollar en ti de forma natural, sino que debes pedirle a Dios que te ayude y ponga en ti ese espíritu de valentía y fidelidad.

También hay medidas de fe; hay gente que desarrolla una gran fe y la de otros se queda enana. Es tu decisión. Algunos dicen: “No creo que Dios pueda hacer esto en mi vida”, por ejemplo, y de seguro que no lo hará. Otros sin embargo actúan como aquel centurión romano que le dijo a Jesús que no hacía falta que fuera a su casa para sanar a su siervo, bastaba con una palabra pronunciada por el Maestro a la distancia para sanar al enfermo. Y así fue, Jesús recompensó su fe. Una sola palabra del Salvador bastaba para hacer el milagro; el centurión lo creía, él aceptaba eso en su mente y Jesús no le decepcionó. Las palabras del Maestro dedicadas a aquel hombre fueron: “En verdad os digo que en Israel no he hallado en nadie una fe tan grande” (Mat. 8:10). (La Biblia de las Américas).

Jesús le dijo a un hombre que también esperaba un milagro de Él: «Si puedes creer, al que cree todo le es posible” (Marc. 9:23). La fe es lo poderosa que nosotros deseemos que sea pero se basa en la voluntad de Dios y no en nuestros deseos, recuerda a los tres jóvenes hebreos: “Dios tiene el poder para librarnos y puede hacerlo, pero dejamos nuestro caso en sus manos”. Esto es verdadera fe. Un solo grano de duda puede arruinar cien kilos de fe. ¿Cómo actúas cuando se trata de dar pasos de fe? ¿Por sentimientos y emociones? ¿Por temor? ¿Por amor a Dios? ¿Lo haces aunque no lo entiendas, aunque te cueste, aunque pierdas porque es tu deber? Haz tuya la oración de los discípulos de Cristo: “¡Auméntanos la fe!”.

La fe salvadora

La fase más importante de la fe es aquella que nos posibilita el perdón de Dios y la salvación eterna. La fe es un elemento restaurador y reconciliador porque nos acerca a Aquel que es el único que puede perdonarnos y reconciliarnos con Dios. Necesitas creer que si vas a Dios en procura de perdón y restauración lo recibirás. A Dios le ofende la duda, si confesamos nuestros pecados con fe, Él es fiel y justo para perdonarnos de toda maldad (1 Jn. 1:9).

“Si crees la promesa, si crees que estás perdonado y limpiado, Dios suple el hecho; estás sano, tal como Cristo dio potencia al paralítico para andar cuando el hombre creyó que había sido sanado. Así es si lo crees. No aguardes hasta sentir que estás sano, mas di: “Lo creo; así es, no porque lo sienta, sino porque Dios lo ha prometido”. Dice el Señor Jesús: “Todo cuanto pidiereis en la oración, creed que lo recibisteis ya; y lo tendréis” (Marcos 11:24). Una condición acompaña esta promesa: que pidamos conforme a la voluntad de Dios. Pero es la voluntad de Dios limpiarnos del pecado, hacemos hijos suyos y habilitamos para vivir una vida santa. De modo que podemos pedir a Dios estas bendiciones, creer que las recibimos y agradecerle por haberlas recibido” (El Camino a Cristo, p. 51).

Palabras finales

¿Crees en Cristo como su Salvador personal? Pablo nos enseña que «el justo vivirá por la fe» (Rom. 1:17). Querido joven, termino con la pregunta con la que empecé: ¿Cómo sé si tengo fe? La respuesta es ejercitándola sin dudar. Que toda nuestra voluntad, dirigida por el Espíritu de Dios, se centre en hacer nuestras las promesas de Dios. Que el Señor te bendiga ricamente y conceda su paz y amor. Amén.

José Vicente Giner

Pastor y director del Departamento de Jóvenes